La hija del dueño de la funeraria

Por:
- - Visto 911 veces

Tuve que asistir a una shive, no hubo más remedio: era una de esas veces en que
“debía” cumplir. Ese tipo de visitas me fastidian enormemente, no estaba yo ese
día en el mejor de los ánimos. Estaba aburridísima, cuando estuve a punto de
dormirme, se me acercó una mujer bajita, de mediana edad y me saludó. No
recordaba conocerla y no tenía ningún deseo de conversar, me senté a propósito
en un rincón, para no hablar con nadie pero tuve que contestar su saludo, ella
parecía tanto o más aburrida que yo.
Me preguntó si la difunta había sido mi amiga. Le conté‚ que más bien era amiga
de la familia y que mi hermana – a quien yo acompañaba -, fue cercana a ella. Mi
interlocutora me dijo que ella no la conoció pero como su padre era el dueño de
la funeraria, tenía que ayudarlo a atender a la gente. Tenía también un poco de
relación con la familia y no se pudo zafar.
La mujer era muy simpática y dicharachera. Quizá me pasaría el rato
agradablemente conversando con ella. De todas maneras no había nada más en el
horizonte.
Una vez roto el hielo, me refirió, a grandes rasgos, su vida. Se casó muy joven,
tuvo un hijo y enviudó cuando éste era muy pequeño. Sus padres eran muy
estrictos, de manera que le advirtieron que no podría tener amores con ningún
hombre, a menos que fuese con fines matrimoniales, ellos representaban algo en
su comunidad y tenían que cuidar las apariencias. La tuvieron prácticamente
enclaustrada. Dijo, con cierta ironía, que su padre como enterrador le hacía
honor a su oficio, casi la tenía enterrada, vivió una horrible etapa. Cuando sus
padres consideraron que su duelo terminó, le permitieron ayudar en la agencia
fúnebre. No se trataba de un trabajo agradable, (usted sabe, las escenas
trágicas, etc.) pero era peor estar encerrada en la casa sin hacer nada.
Tenía infinidad de anécdotas que me narró – eran muy chistosas, los temas eran
un poco macabros – pero yo estaba divertidísima, nunca pensé reírme tanto en un
velorio.
El caso era que siempre que venía un viudo a la funeraria, más o menos adecuado
para ella, su madre la enviaba a que lo atendiera, con miras a que consiguiera
un nuevo marido. La madre se las ingeniaba para obtener toda la información
sobre el presunto candidato. Ella pasaba vergüenzas y sofocones; todavía ni
enterraban a la difunta y su madre pretendía que pescara al viudo. No podía
negar que una que otra vez, alguno de los viudos era atractivo. Una vez, llegó a
entablar relación con uno de ellos pero acabó por fastidiarla ¡solamente sabía
hablar de las cualidades de la finada! El esperado cónyuge no llegaba.
Sus padres, ya desesperaban de volverla a casar, qué mala suerte, querían que su
nieto tuviera un padre y ella un compañero.
Yo estaba ya muy curiosa. Le pregunté‚ si se volvió a casar. Se rió muy
divertida, me dijo que claro que se casó, pero no con un viudo. Ella sí tenía
toda la intención de casarse con un hombre que le diera buena vida, tener una
casa. Así, un día cualquiera trajeron a enterrar a una señora que tuvo dos hijos
uno era casado y el otro solterón. Daba pena ver al hijo soltero, no cesaba de
llorar y suspirar lastimeramente por su madre, se veía que tenía una “mamitis”
recalcitrante. Ella que era madre, se sintió muy conmovida y pensó que le
encantaría que su hijo la llorara así, el día que desapareciera de este mundo.
Se acercó al doliente hijo y le prodigó muchas palabras de consuelo. El pobre
hombre, ya estaba “quedado”,
según dijo ella, nunca se casó por no dejar a la madre. No era un adonis pero se
sintió atraída por él, le pareció muy dulce y gentil. Decidió enamorarlo, me
observó que la mejor cualidad de éste era su orfandad dado el apego que le tuvo
a su madre. No podía negar que era una gran ventaja no tener suegra, la
“mamitis” de él no le estorbaría, ya la señora estaba descansando en paz.
El huérfano también quedó muy impresionado, ella le agradó, era simpática,
maternal y él definitivamente, necesitaba otra mamá. Así que antes de que se
acabaran los rezos por su madre empezó a conquistarla. Iniciaron su noviazgo y
tres meses más tarde, se casaron. Ella vivía contenta con él, no tuvo más hijos
y su marido tomó como propio a su hijo.
Ella continuó ayudando a su padre, no necesitaba el dinero, pero quería ayudar a
sus padres que ya no estaban tan jóvenes.
Además cuando veía una oportunidad para alguna mujer o un hombre que buscaba
pareja, hacía de casamentera, ella podía dar fe del estado civil de la persona y
hacer una Mitzvah.
Ya la gente se empezaba a marchar y vi a mi hermana haciéndome señas para que me
despidiera. Me levanté con un poco de desgano, estaba contenta con mi amiga
circunstancial y deseando haber podido conocer al esposo. Me despedí de mi
improvisada interlocutora, quien me dijo: “Mire, ¿ve usted a
ese señor que camina como un pato? Ese es mi marido, es de lo más bondadoso que
conozco ¿verdad que tiene cara de buena persona?”
Esa noche descubrí, que hasta en un velorio puede uno pasársela bien… si se
está dispuesto a modificar el ánimo. ¿Curioso, verdad?

Acerca de Sara Hazán

Sara Hazán es una pintora, grabadora y escritora mexicana. Nació en Milan, Italia, Desde muy temprana edad, ha vivido en la ciudad de México, en donde ha estado casi toda su vida. También vivió en otros paises algunos años.Su pintura es figurativa, costumbrista y de brillante colorido.Tiene también aficiones de escritora, publicó un libro de cuentos que contiene algunas experiencias que ha presenciado o vivido a lo largo de su vida. Tiene varias obras en colecciones privadas, en Colombia, Costa Rica, EE.UU., Inglaterra e Israel.

1 comentario en «La hija del dueño de la funeraria»
  1. Felicitaciones!!!
    tus relatos me encantan, ahora la funeraria, mañana
    puede ser un hospital, la escuela.
    el pasarla bien, al fin y al cabo esta dentro nuestro
    y hay quienes tienen el cargamento lleno de eso, tu eres una.
    Aplausos

    Responder

Deja tu Comentario

A fin de garantizar un intercambio de opiniones respetuoso e interesante, DiarioJudio.com se reserva el derecho a eliminar todos aquellos comentarios que puedan ser considerados difamatorios, vejatorios, insultantes, injuriantes o contrarios a las leyes a estas condiciones. Los comentarios no reflejan la opinión de DiarioJudio.com, sino la de los internautas, y son ellos los únicos responsables de las opiniones vertidas. No se admitirán comentarios con contenido racista, sexista, homófobo, discriminatorio por identidad de género o que insulten a las personas por su nacionalidad, sexo, religión, edad o cualquier tipo de discapacidad física o mental.


El tamaño máximo de subida de archivos: 300 MB. Puedes subir: imagen, audio, vídeo, documento, hoja de cálculo, interactivo, texto, archivo, código, otra. Los enlaces a YouTube, Facebook, Twitter y otros servicios insertados en el texto del comentario se incrustarán automáticamente. Suelta el archivo aquí

Artículos Relacionados: