Stanislawa Leszczynska, la partera de Auschwitz

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Mucha gente está familiarizada con la historia de Oskar Schindler, quien salvó las vidas de más de 1000 judíos al emplearlos en sus fábricas de armamento e incluso sacando a algunos de Europa; pero hay otros casos de valentía y generosidad que, por diferentes razones, no son tan conocidos. Uno de ellos es el de Stanislawa Leszczynska, la mujer que trató de salvar a más de 3000 recién nacidos durante el exterminio nazi.

Leszczynska (Lodz, 8 de mayo de 1896 – 11 de marzo de 1974), fue la hija mayor de un matrimonio católico, y en 1922 se recibió de matrona en la Universidad de Varsovia. Luego de la invasión alemana a Polonia en 1939, el domicilio de su familia quedó dentro del trazado del Gueto de Lodz. Ante esta situación, Stanislawa y su esposo ayudaron a los judíos con alimentos y documentación falsa hasta que la Gestapo la descubrió y la capturó, junto con con sus tres hijos, el 18 de febrero de 1943. Los nazis separaron a Stanislawa de sus hijos y la hicieron prisionera en Auschwitz. Jan, su marido, tuvo que huir y murió en el levantamiento de Varsovia.


Ser partera en Auschwitz

Al llegar a Auschwitz, Leszczynska nunca imaginó que fuera a ejercer su oficio entre las prisioneras. Obviamente las condiciones en las que se encontraban los campos de Auschwitz no eran ni por mucho las mejores para dar a luz: no se contaba con sábanas limpias, equipo médico y, finalmente, el lugar más cálido era junto a las calderas de la fábrica.

Cuando Stanislawa llegó al campo, las mujeres embarazadas eran asesinadas; los bebés que lograban nacer eran ahogados en un barril o tirados a la basura sin más. Más adelante, los bebés que sobrevivían el parto y tenían apariencia aria, o sea, que eran rubios y de ojos azules, eran enviados a orfanatos de Alemania donde se les adoctrinaba en la religión católica.

Al llegar a los campos, la mayoría de las madres no sabía que se encontraban embarazadas. Una vez que su estado era evidente, Stanislawa las convencía a de dejar de comer su ración diaria de pan para que lo pudieran cambiar por sábanas, pañales y un poco de ropa para los recién nacidos. Después del parto, si a las madres no se les encontraba sanas para ser utilizadas como mano de obra, se les llevaba al exterminio, por lo que la partera se dedicaba a cuidar a las recién paridas para que lograran recuperarse lo más pronto posible. Era tan bueno su cuidado, que ninguna mujer ni su hijo fallecieron en el proceso. Además, Stanislawa organizó a grupos de mujeres que pudieran amantar a los recién nacidos, a los que realizaba una pequeña marca en el brazo con la esperanza de ser reunidos con sus madres biológicas una vez que terminara la Guerra.

Al darse cuenta del nivel de sobrevivencia de las madres y los recién nacidos, Josef Mengele mandó llamar a Leszczynska y le ordenó practicar la eutanasia a los recién nacidos. Ella contestó: “No, ni ahora ni nunca”. Increíblemente, Mengele no la mandó ejecutar.

Más de tres mil partos

Mutti (Madre), como la apodaron en el campo, asistió en el parto a aproximadamente 3000 mujeres en condiciones infrahumanas y cuidó a los recién nacidos hasta donde le fue posible con muy pocas provisiones. La gran mayoría de esos niños no sobrevivieron, pero algunos de elloos sí lo lograron, gracias a los cuidados de esta mujer incansable y generosa. Leszczynska permaneció en la campo hasta su liberación por las tropas soviéticas, el 27 de enero de 1945. Por cierto, sus hijos, que estaban prisioneros en Austria, también sobrevivieron a la guerra.

El 27 de enero de 1970, exactamente 25 años de la liberación del campo, Stanislawa Leszczynska asistió a un homenaje público en Varsovia, donde se reunió con ex prisioneras y nacidos en Auschwitz a los que ella cuidó como pudo. Actualmente, la avenida principal que conecta a la entrada de Auschwitz lleva su nombre, así como varios hospitales de Europa, entre ellos la Escuela de Obstetricia de Cracrovia.

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