Las cosas que creemos que no se deben hacer, no las hacemos porque nos han hecho creer que esas cosas no se deben hacer y no nos hemos detenido ni siquiera a pensar por qué. Ya que pensar en algo que nadie piensa es, por sí mismo, ir en contra de la corriente. Muchas veces tildamos a las personas, o a sus actitudes, de malas o de buenas, y no es más que por ser eso lo que nos han hecho creer durante miles de años. Y cuando digo “miles”, lo digo de manera literal.
Por ejemplo, aseguramos que está mal enamorarse a cierta edad o hablar de algunos temas que nos han dicho que no se deben abordar y, por eso, nos abstenemos. Pero si nos detenemos a pensar, realmente nos daremos cuenta de que somos constructos ideológicos y no seres pensantes.
Al final, ¿qué es lo malo y qué es lo bueno? Y aquí daré mi opinión personal, quitando por completo todo tipo de ideologías, todo lo hasta ahora aprendido, como una tábula rasa en su mayor expresión. Yo creo que malo es hacer algo que afecte a alguien más, ya sea en el presente o a futuro. Y que todo aquello que no afecte a nadie y conlleve una sensación de placer, por más mínima que sea, no solamente no es prohibido ni está mal, sino que debería considerarse éticamente obligatorio hacerlo, ya que no somos eternos.
Claro que si a esto le añadimos las religiones, echaremos todo a perder, pues las religiones, mal que nos pese, también son ideologías y yo me estoy limitando a pensar por cuenta propia. Nadie es malo por hacer algo que se ha dicho que es malo. El malo es aquel que afecta a terceros con sus actos.
Lógicamente, hay cosas que afectan en el presente y benefician a futuro, y eso no puede ser considerado una afectación, ya que es la única manera de lograr el beneficio. Por ejemplo, si para salvar una vida es necesario que al paciente le quiten algún miembro, es lógico que afecta, pero, si el paciente prefiere conservar su vida, en ese caso le estaremos provocando un beneficio por medio de un perjuicio. Y si el paciente no desea vivir y sí conservar su miembro, extraerle ese miembro es una afectación, pues él prefiere vivir menos con todos sus miembros.
Según esto, podríamos decir que lo bueno y lo malo es algo objetivo y no subjetivo, siempre anteponiendo no afectar a nadie. Aquí, el tema principal es que solemos juzgar, tildar, etiquetar, señalar, castigar o premiar a alguien más dependiendo de lo que nos han hecho creer y no de la realidad.
Y existe una clara diferencia entre afectar y molestar. Una molestia debe soportarse, porque no afecta, simplemente molesta. ¿Una molestia no es una afectación? ¡Desde luego que no! Por ejemplo, si alguien tiene puesta una camiseta con una imagen estampada de Adolf Hitler y se mete en medio de una sinagoga judía, la realidad es que no está afectando a nadie. La vida de cada uno puede continuar igual, de la misma manera, sin cambios. En cambio, si una persona provoca un ruido molesto que impide la concentración o el buen dormir o descansar de alguien más, ahí sí es una afectación y no una molestia. Y la diferencia es que las afectaciones no se deben soportar y es correcto hacer lo que se tenga que hacer para que esa persona deje de afectar.
La solución no es irse de ese lugar, ya que el afectado no tiene por qué salirse si no está provocando. Lo que debe hacer es frenar a quien está afectando. En cambio, si alguien hace algo que te molesta, pero puedes continuar con tu vida normal, eso no es una afectación, sino una molestia. Y si alguien te molesta, mientras no te afecte, el que debe moverse eres tú y no pedirle a aquel que te molesta que se vaya o que deje de hacerlo.
Por eso escribí este pensamiento, porque tendemos a estar totalmente ideologizados por lo que está mal y lo que está bien. Hasta señalamos de malo a alguien y posiblemente se lo castigue solo por lo que nos han hecho creer, pero si analizamos a fondo muchas cosas, nos daremos cuenta que eso no está mal, pues no afecta a nadie. A veces ni siquiera es una molestia, simplemente es algo que ideológicamente hemos vivido como incorrecto, pero realmente nada tiene de incorrecto, pues no afecta a nadie. Y si es que molesta, mientras no afecte, pues tampoco es algo malo.
Así que, seamos libres, vivamos, pensemos y analicemos. No nos dejemos llevar por lo que nos han hecho creer, sino que busquemos nuestra propia verdad y nuestra propia moralidad. Como dijo el filósofo Jean-Paul Sartre, “la existencia precede a la esencia, y es nuestra responsabilidad crear nuestra propia moralidad”.
En conclusión, la moralidad no es algo que se pueda reducir a una serie de reglas y normas, sino que es algo que se debe aplicar de manera flexible y contextual. Es importante cuestionar nuestras creencias y valores morales y buscar una comprensión más profunda de lo que es lo bueno y lo malo. Solo así podremos vivir de manera auténtica y responsable.
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