La judía de Montevideo, 12va. parte

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¿Cómo se cree en Dios?

Asunto: Fe

Mi dulce judía:


Cuando Yahve le preguntó a Abraham si este lo amaba y si haría cualquier cosa por Yahve, Abraham contestó que sí, que lo amaba.

Entonces, Yahve le dijo: “Entonces, Abraham, si me amas y harías cualquier cosa por mí, sacrifica a tu hijo”.

Abraham al principio quedó desnorteado, impresionado, sin saber qué hacer, pero entendió y sobre todo sintió que debía acatar el pedido de Yahve.

Tomó un cuchillo y en el momento en que iba a hundirlo en el cuerpo de su hijo, descendió un ángel y le dijo que su fe ya había quedado demostrada y que Yahve no quería que Abraham sacrificara a su hijo; con este episodio, recogido en lo que para los cristianos representa el Viejo Testamento dentro de La Biblia, es que nace LA FE.

Abraham sabía que debía acatar esa orden de Yahve; simplemente porque sentía que eso era lo correcto.

Y sentir que algo es lo correcto, mi dulce judía atea, es simplemente tener FE.

No hace falta ver para sentir; incluso hasta cierto punto no hace falta tocar, para saber que algo o alguien está allí, junto a nosotros.

Pero la FE, además, es esa puerta que se nos abre a la posibilidad que tenemos de que LO SUPERIOR -que algunos llaman Dios, otros Yahvé, Alá, Poder Superior, Creación, Cosmos, etc. -; lo que nos trasciende y gracias a lo que nos trascendemos (y trascenderse uno es también la posiblidad de ser un poco mejor y colocarse por encima de sus limitaciones), nos hable; y el hecho de que Lo Superior nos hable, no es otra cosa que la posibilidad de saber escuchar esa voz interior que nunca nos falla; pero esa voz interior, que está en nosotros porque forma parte de nosotros, mi amorosa, no es sino otra forma que tiene Lo Superior de manifestarse, y es: en nosotros.

Cuántas cosas hay en este mundo que nunca vimos y sin embargo sentimos, porque forman parte de nosotros y nos mueven a marchar hacia adelante, seguros de que lograremos lo que queremos; lo que nos proponemos; y sin ir más lejos, el Amor es una de esas manifestaciones; y el Amor, mi dulce judía, es como la Belleza: no se puede mostrar, pero se puede demostrar.

Y la Fe lo que logra es eso: demostrar que podemos ser mejores; que podemos colocarnos por encima de esa mediocridad innata con la que nacemos, como dice el argentino Mempo Giardinelli, porque luego, mediante la Fe que tenemos en la vida y el Arte, por ejemplo, logramos trascendernos y salir adelante, dejando atrás esas limitaciones impuestas por la mediocridad, y la mediocridad no es otra cosa que no saber escuchar; no saber mirar, como dijo Jesucristo cuando contaba alguna de sus parábolas -relatos a través de los que se impartía una enseñanza- y muchos no entendían la moraleja, a lo que Jesucristo simplemente decía: “Que vean los que tengan ojos y que escuchen los que tengan oídos”.

Pero se refería a la parte no física de esos ojos y de esos oídos; saber escuchar y saber mirar con esos otros sentidos que parten de nuestra FE en que algo es verdaderamente cierto y bueno para nosotros, y que están -mediante la FE- en lo profundo de nuestra alma.

Yo creo en el Alma y creo que venimos a esta vida para, entre otros, un propósito fundamental: lograr conocernos a nosotros mismos.

Pero el conocernos a nosotros mismos no es otra cosa, creo y siento, que lograr ser fieles a nosotros mismos y concretar todo aquello que sentimos -por la FE en nosotros- que debemos construir, crear, sea dentro como fuera de nosotros.

Así entonces, seguiremos nuestro camino hacia una evolución de nuestro espíritu a través de ese viaje por diferentes reencarnaciones, hasta que ya no las tengamos que realizar más, reintregrándonos a la Gran Conciencia Universal que, desde nuestra mortalidad, adopta diferentes nombres e incluso los judíos le otorgan más de 100 nombres que no deben ser pronunciados.

Lo Superior, es esa Gran Conciencia Universal a través de la que siempre tratamos de elevarnos por medio por ejemplo de la oración; también por medio de la creación, porque el trabajo creativo -sea cual sea este- tiene mucho de religiosidad.

Y religiosidad no es ser católico o judío ortodoxo, sino que es el volcarse en Fe y Amor a aquellas tareas que consideramos importantes para nosotros, porque ellas nos enriquecen y nos elevan.

Todo lo demás es superfluo; todo lo demás no es otra cosa que futilidades con las que poblamos lo que no es otra cosa que el vacío, como dicen los budistas.

Al fin y al cabo, la única riqueza que podemos llegar a tener, mi amor, es esa posibilidad de lograr conocernos y lograr aprender algo de esta vida que nos toca vivir bajo este ropaje físico y que gracias a esta forma nos permite el enmendar algunos errores de vidas pasadas, e incluso el enmendar errores de esta vida, a través de la posibilidad que nos da Lo Superior de vivir una experiencia aparentemente similar a otra vivida en el pasado, aunque la misma nos permita obtener un resultado diferente, a fin de que nuestra existencia tome un sentido más positivo, más trascendente.

Por ahí en el pasado cometimos un error con otra persona y ese error ya no es reparable y la sensación de malestar nos queda por mucho tiempo, pero, en algún momento de nuestra existencia futura, se nos presenta la misma situación y recordamos el error que cometimos y entonces, frente a esa nueva persona o frente a esa nueva situación, que en parte reviste características similares a aquella que vivimos y frente a la que nos equivocamos en el pasado, reaccionamos de manera diferente y de forma acertada, y eso nos permite quedar bien, no frente al otro o frente a esa nueva situación, sino frente a nosotros, porque entonces sentimos que hemos aprendido algo y en nuestro interior uno siente que se restablece ese edificio espiritual que es el que nos lleva a querer realizar buenas acciones, en principio para nuestro bienestar y crecimiento y acto seguido en bien del prójimo.

Pero para todo esto es preciso tener, ante todo, FE y una actitud positiva, sabiendo que -como también nos dice el budismo zen- que la felicidad empieza en uno y que uno, siendo feliz, logra ir cambiando un entorno de hostilidad, por la sencilla razón de que al cambiar uno; al dejar de tener una actitud hostil predeterminada, para pasar a tener una actitud de bondad y amor reflejada en un rostro feliz, no solo que inmediatamente cambiamos nosotros sino que ayudamos así a que nuestro entorno vaya cambiando, porque entonces es cuando así vamos otorgándoles a los otros la posibilidad de que también vayan exteriorizando su parte luminosa.

Pero para mí, cristiano y católico, pero ante todo CRISTIANO, esto y esto que te escribo, mi amor, no es producto de mi “mente luminosa”, sino que siento que en estos momentos es El Poder Superior que habla a través de mí y que quiere llegar a ti, sin por esto “relegarme” a segundo plano sino que El Poder Superior se consustancia conmigo.

Algo más, que cada día que pasa me aparta un poco más del catolicismo ortodoxo: día a día sigue creciendo en mí y se va afirmando la convicción profunda de que Jesús y María Magdalena fueron marido y mujer, compañero y compañera, Maestro y Sublime Discípula, y que la Iglesia se encargó de hacer descender la figura de María Magdalena a la categoría de una simple prostituta redimida por gracia divina, cuando en realidad era una mujer de origen noble y que fue, de todos los discípulos de Mi Señor Jesucristo, la más inteligente de todos.

El que Jesucristo y ella incluso hubieran sido una pareja y hubieran mantenido relaciones sexuales, en nada cambia mi Fe en el Salvador de la Humanidad, quien a través de la Crucifixión, de la Passio (la Pasión), nos enseña algo que rara vez se enseña -por no decir ninguna- en las clases de Catequesis (la preparación para la Primera Comunión): que es preciso morir de nuestros errores, para renacer como seres humanos nuevos, para brillar como el oro, como nos enseñan esos grandes cristianos – perseguidos por la Inquisición porque se los consideraba brujos- llamados: los alquimistas.

Me despido ahora por unas horas, mi amor, dejándote esta composición de Hildegard von Bingen: la primera mujer compositora de Occidente; del Occidente de la Alta Edad Media y fue una mujer realmente fuera de serie y que nació en el siglo XII, aunque pertenecía al futuro: este presente desde el que te escribo y te recuerdo, una vez más, que te amo y te envío millones de besos dulces.

Hasta más tarde, mi amorosa y dulce judía de Montevideo; mi compañera literaria.

Augusto.

Continuará: “Viaje”

Acerca de Anna Donner Ryba

Anna Donner Rybak nace en Montevideo el 21 de setiembre de 1966. Es analista en sistemas, escritora y artista plástica. Escribe diversos géneros: Cuentos históricos, cuentos de humor, Columnas de actualidad, Ensayos, Poesía y Fantástico. En 2007 participa como integrante del coro ACIZ CANTAMOS en el encuentro Interamericano de Coros en la Ciudad de Buenos Aires, abriendo la presentación leyendo un cuento de su autoría: Intermitencias de la Muerte. En 2009 lee Retazos Blancos, Negros y Sepia

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