La juventud en las culturas clásicas

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La tradición bíblica denomina tzair al joven, considerando de ese modo tanto la dificultar de crecer, la difícil estrechez emocional o tzar que ese estadio supone e implica-situado como está entre la urgencia hormonal y la elección de un camino ajustado al talento propio y a las circunstancias. En un lenguaje tan plástico y sintético como el hebreo, en el que cada palabra es un pequeño organigrama de raíces convergentes, con bastante frecuencia una clave verbal conduce a un acto apropiado y al revés. Así, por ejemplo, y puesto que también hallamos en tzair o joven la voz er , el despertar, la juventud es la época de la vida en que la luz del alma titila por vez primera con una fuerza deslumbrante, a la vez que uno comprende, quizás de modo confuso al principio pero más nítidamente después, que debe ser su propio eje o tzir si quiere que su cabeza guíe a sus pasos y no al revés. Mientras que la infancia aparece marcada por la acción, la juventud por la pasión y la madurez por la reflexión, a la vejez le correspondería la renuncia y en el mejor de los casos la encarnación de la sabiduría.

Entre los griegos se llamaba koúrites a los jóvenes varones, tal vez por extensión de la palabra kourá, esquileo, corte de pelo, acción de afeitar, ya que es precisamente el primer efeitado masculino el que marca la transición entre la adolescencia y la juventud, pero como también hay un misterioso nexo entre las palabras kóros, que indica insolencia, altivez, y su homónimo kóros, mancebo, joven guerrero, algunos helenistas prefieren este último campo semántico al primero. La juventud sería, entonces, para los griegos, la edad de la iracundia, el tiempo del enardecimiento. Una etapa de levaduras y fermentos cuyo propósito es tanto desprenderse de la ley gravitacional establecida por la familia y el suelo natal, como redondear el propio destino con el instrumento de la voluntad.


La cultura china por su parte, abocada desde temprano a ver en el paisaje un modelo de la conducta humana e interesada, por eso, en revelar sincronías entre el adentro psíquico y el afuera natural, al llamar a la juventud ch’ing nien , literalmente la edad-del-verde o bien el-verde-de-la-edad, siendo ch’ing tanto el tono del mar como el de las montañas lejanas, además de la corteza o tablilla de bambú sobre la que se escribía, la cultura china juzgaba que la juventud o la primavera de la vida( obsérvese que, y en más de un sentido, el joven es un niño grande, alguien que está en flor pero aún no en fruto)era la mejor época para aprender y educarse en lo escrito por otros o bien para escribir lo propio, al tiempo que confería a ese momento vital el valor de tallo, de columna erguida entre la raíz del remoto pasado y los pétalos de la floración futura. Tanto por referirse al verde como al azul claro, al celeste, ch’ing alude al hecho de que los jóvenes tienen intereses vastos y una mente abierta, intereses que-no obstante-deben encaminarse hacia la madurez o ch’eng , que es el estadio de acabamiento, un llegar-a-ser que supone una capacidad finalmente adquirida, estar preparado para lo que haya que hacer. Lo notable, lo hermoso es que ch’eng también quiera decir hacer las paces, pacificar. De este modo el más alto objetivo de la vida humana es alcanzar la paz tras el duro combate por el propio desarrollo. Sin esa paz, sin la sabiduría que desemboca en la paz, el mundo sería un lugar de tensiones siempre en conflicto.

Acerca de Mario Satz

Poeta, narrador, ensayista y traductor, nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en el seno de una familia de origen hebreo. En 1970 se trasladó a Jerusalén para estudiar Cábala y en 1978 se estableció en Barcelona, donde se licenció en Filología Hispánica. Hoy combina la realización de seminarios sobre Cábala con su profesión de escritor.Incansable viajero, ha recorrido Estados Unidos, buena parte de Sudamérica, Europa e Israel.Publicó su primer libro de poemas, Los cuatro elementos, en la década de los sesenta, obra a la que siguieron Las frutas (1970), Los peces, los pájaros, las flores (1975), Canon de polen (1976) y Sámaras (1981).En 1976 inició la publicación de Planetarium, serie de novelas que por el momento consta de cinco volúmenes: Sol, Luna, Tierra, Marte y Mercurio, intento de obra cosmológica que, a la manera de La divina comedia, capture el espíritu de nuestra época en un vasto friso poético.Sus ensayos más conocidos son El arte de la naturaleza, Umbría lumbre y El ábaco de las especies. Su último libro, Azahar, es una novela-ensayo acerca de la Granada del siglo XIV.Escritor especializado en temas de medio ambiente, ecología y antropología cultural, ofrece artículos en español para revistas y periódicos en España, Sudamérica y América del Norte.Colaborador de DiarioJudio, Integral, Cuerpomente, Más allá y El faro de Vigo, busca ampliar su red de trabajos profesionales. Autor de una veintena de libros e interesado en kábala y religiones comparadas.