A mediados de agosto pasado visité por primera vez la Gran Sinagoga de Estambul, en el barrio Bereketzade en la calle Büyükhendek. Una vez allí, luego de pasar por un riguroso, pero amable control de seguridad y en el cual retuvieron mi Pasaporte -documento obligatorio para poder ingresar- fui muy bien recibido por el personal de este bello templo que alberga a 550 personas sentadas y que tiene un museo muy completo de su historia que incluye reliquias religiosas. La sinagoga de Neve Salom (Neve Salom sinagogu en turco) es la principal referencia de la comunidad judía de Estambul.
La araña estaba en la Embajada de Israel en Buenos Aires.
La misma data de los años 30’ del siglo veinte, aunque su actual construcción fue inaugurada un 25 de marzo de 1951 por el Gran Rabí Rafael Saban, convirtiéndose en poco tiempo en el mayor escenario para la realización de ceremonias tradicionales de la comunidad.
Hay que remarcar que a lo largo de su historia ha sido sede de importantes actos públicos como la conmemoración en 1992, del 500 aniversario de la llegada de los judíos sefarditas a Turquía tras su expulsión de la España dispuesta por los Reyes Católicos.
Se trata de un templo único y singular que ha sobrevivido hasta 3 ataques terroristas (1986, 1992 y 2003), los cuales se llevaron consigo la vida de 49 personas y decenas de heridos, a cuyo recuerdo se le dedican sentidas palabras en su interior, de hecho su histórico reloj permanece inactivo como recuerdo del momento en el que se produjo uno de ellos.
Con todo y pese a esta amarga historia de atentados, la sinagoga sigue funcionando plenamente demostrando la capacidad de supervivencia y superación de los sefardíes que en 1492 fueron expulsados de la península ibérica.
Lo cierto que en un momento dado, al pasar por uno de los pasillos principales del Museo, veo colgado una hermoso candelabro que no pasa desapercibido. Se la ve reluciente, como nuevo. Mientras lo admiraba -quien con mucho tacto y educación me guiaba- me dice “…esa araña estaba en la Argentina, en Buenos Aires, pertenecía a la Embajada de Israel de la calle Arroyo”.
Me quedé impávido, estupefacto, me preguntaba ¿Por qué? Y la explicación que recibí, tenía sentido, vaya si lo tenía.
Retrocedí en el tiempo para recordar el ataque terrorista a la Embajada de Israel en Argentina que sucedió el 17 de marzo de 1992 y causó 22 muertos y 242 heridos. El atentado destruyó completamente la sede de la embajada y del consulado, ubicadas en los números 910 y 916 de la calle Arroyo de la ciudad de Buenos Aires. El demencial hecho, fue investigado por la Corte Suprema de Justicia, sin que hasta este 2016 haya elevado la causa a juicio.
La lámpara “sobrevivió” a este brutal golpe que dejó tantos muertos y heridos. Más adelante, el Estado de Israel se la llevó, la reparó y en un acto de solidaridad y acompañamiento, en noviembre de 2004, después que ocurrió el último ataque en 2003, a la Sinagoga de Estambul, decidió entregarla como emblema de solidaridad, firmeza y rechazo hacia la violencia irracional de los crímenes terroristas.
Ella luce sus formas y luminosidad en otra parte. Está de “pie” como recordándole a todos los que visitan este templo.
Fotos: Roberto Trevesse.
Por Roberto Trevesse, (especial para ANALISIS DIGITAL)
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