A lo largo de poco más de cinco siglos, México ha transitado de la exclusividad de la religión católica a la pluralidad de creencias, principalmente cristianas. El camino no ha sido fácil, en todo el territorio nacional y en todos los sectores sociales, ni, mucho menos, ha llegado a un estado de plena vigencia de la convivencia pacífica y respetuosa entre los habitantes con diferente orientación religiosa. En efecto, el problema muestra en este proceso una doble cara que instiga el rechazo, la incomprensión, la vejación, cuando no la violencia extrema. Sin lugar a dudas, el marco legal prevaleciente en los momentos históricos tuvo, que ver en la presencia pública, o en la confusión social, de las preferencias religiosas.
En el pasado se suponía, que a raíz de las guerras de religión ocurridas en Europa, que los originarios de tal y cual país, por el simple hecho de su nacionalidad de origen, profesaban tal o cual religión, lo cual sabemos no siempre fue así. Pero ello sirvió para abrir o cerrar puertas a los extranjeros según fuera el caso. Este prejuicio, existía en los ocasionales encuentros en los puertos. Los lugareños, de igual manera, sabían qué podían tener o no beneficios o riesgos por mantener vínculos con un extranjero, sobre todo si éste era de un país considerado enemigo y practicante de una religión ajena a la propia. El extranjero durante su paso corría riesgos, como también el lugareño que se relacionaba con él, enfrentaba mayores peligros desde la sospecha, el ostracismo y otros daños que no lograba liberarse aún cuando el visitante ya hubiera partido. Por esta razón, hubo la necesidad de hacer referencia a los procesos de identificación y de diferenciación social y religiosa.
I. La época colonial
Durante esta época, las condiciones jurídicas y políticas no permitieron el establecimiento en México de evangelizadores de otras latitudes que no fueran las hispanas con pertenencia religiosa al catolicismo.
Como se sabe, al poco tiempo que España estableciera su dominio en este territorio, surgió el protestantismo como concepción y práctica alternativa al catolicismo, lo que motivó que los reyes españoles cerraran las relaciones de los hispanoparlantes con los de otras lenguas y procederes sociales.
En particular, se destacaron en esta labor Carlos I, a la vez emperador Carlos V, y su hijo Felipe II, quienes en sus largos reinados establecieron las normas que seguirían sus descendientes los Habsburgo, así como sus sucesores los Borbones. La única inmigración religiosa fomentada y respaldada, mediante la cobertura legal del Real Patronato de Indias, fue la del clero regular y secular de la Iglesia católica.
En este lapso, se debía distinguir las inmigraciones católicas de otras cristianas-protestantes. Las primeras estuvieron vinculadas a las tareas de evangelización y pacificación de las poblaciones indígenas; las segundas fueron prohibidas y quienes eran descubiertos eran considerados herejes; recuérdese las pruebas de sangre, la compra de títulos, la creación artificial de nuevas identidades para poder vivir en la Colonia, como fue el caso de los judíos y de otras minorías que tuvieron que disfrazar su identidad étnica y cultural para poder vivir en la Nueva España. No está por demás indicar que una parte significativa de los herejes eran miembros de las tripulaciones marítimas de las potencias opositoras de España como Inglaterra y Holanda, por lo que, existía la facilidad, para poder identificar a los extranjeros que atentaba contra el régimen español.
II. México independiente
La aparición de un documento antes de consumarse la independencia que reflejara la necesidad de lograr una organización autónoma fue concebida por Morelos en 1813. Encontramos en su escrito “Los Sentimientos de la Nación”, donde exponía, entre varios puntos, que América es libre e independiente de España y de cualquier otra nación, gobierno o monarquía y la soberanía dimana del pueblo.
n un Congreso Constituyente itinerante, se expidió en octubre de 1814 el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, mejor conocido como Constitución de Apatzingán.
El documento recogía algunos de los principios políticos y aspiraciones de independencia, aunque no pudo estar en vigor un solo día, porque amenazaba los intereses de los españoles, que aún dominaban al país, la Constitución de Apatzingán establecía los derechos humanos de igualdad, seguridad, propiedad y libertad, la religión católica como la única reconocida en el país y se estipulaba que para el logro de la ciudadanía el extranjero debía profesar la religión católica.
Tras la consumación de la independencia, se instaló el primer Congreso Constituyente en febrero de 1822, en el cual se proclamó emperador a Agustín de Iturbide.
En la próxima entrega:
Las Constituciones de 1824,1857, 1917 y la inmigración judía.
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