La luz y las vestiduras. Reflexión.

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“Tú (Moshé), debes ordenarles a los Israelitas que traigan
aceite de iluminación claro, hecho de olivas prensadas a
mano, para mantener la lámpara ardiendo constantemente.”
Éxodo 27-20

Lo interior y lo externo.

En la parashá Tetzavé, o capítulo semanal de la lectura de la Torá, se alude a dos temas fundamentales. El primero: obtener aceite puro para dar luz. Es decir, aquello que sale de nuestro interior. Y lo segundo: las vestiduras sacerdotales que nos revisten, y dan forma a nuestra apariencia exterior.
También en el segundo libro del Pentateuco, Éxodo 28-2 dice: “Haz vestiduras sagradas que sean tan majestuosas como bellas para tu hermano Aarón”.


¿El hábito hace al monje?.

Continuando este hilado, debemos exponer que vivimos en una sociedad disociada en los hechos respecto de las palabras. Y el conjunto de individuos, tanto sean gentiles o no judíos como muchos judíos, viven/vivimos en gran medida en una eterna contradicción.
Por lo tanto, los exégetas y sabios judíos apuntan a remarcar, e insistir en que el creyente debe optar permanentemente por el estudio de las Sagradas Escrituras y el cumplimiento de la voluntad de D’os. Ya que el mensaje es claro, más allá de cualquier uniforme, sea sacerdotal, militar, escolar, o de lo que fuere, el punto radica en lograr una “homogeneidad” entre el pensamiento, palabra, y la acción.
Para rematar este segundo bloque, la apariencia de este segundo bloque, debería encastrar a la perfección con el libreto interior.
A lo largo de la historia judía, lamentablemente, hubo sacerdotes que solo se preocuparon por ostentar el cargo, yendo por izquierda como intrigantes y comprando voluntades.

La madre de todas las batallas.

Se desarrolla en la intimidad de cada ser humano. Contienden el Ietzer Hará o instinto del mal con el Ietzer Hatov, que son dos fuerzas en pugna de sentido opuesto, que siempre tensan y desafían a la persona, probando su libre albedrío, con sus consiguientes consecuencias.
La Torá como siempre, intenta modular al Ietzer Hará y poder direccionarlo por el buen camino. E incluso, algunos justos han logrado someterlo casi completamente a la voluntad divina.
El camino se bifurca, si nos dejamos llevar por el mal instinto, nos parecemos más al comportamiento animal y ponemos en práctica conductas bestiales. Por el contrario, el estudio de lo Sagrado, el cumplimiento de las mitzvot o preceptos y el refinamiento de las midot o cualidades, nos aleja de la mundanidad, aún inmersos en ellas y nos aproxima cada vez más a un nivel de mayor santidad o kedusha.

Dr Jekyll y Mr Hyde.

La novela del escritor británico Robert Louis Stevenson (1850-1894), plantea desde la tinta y la piscología desde otro ángulo el mismo problema y dualidad que subyace en toda persona.
Y un dilema, cuando el Dr Jekyll utiliza un determinado suero en sí mismo queriendo manejar estas fuerzas, termina por desatar una verdadera catástrofe. Ya que promueve la aparición de lo que se entiende como Alter Ego o un segundo “YO”.
Según Sigmund Freud (1856-1939) y padre del psicoanálisis explica el “YO” como aquella parte de la mente que se rige por el principio de la realidad y su función es demorar o posponer la descarga instintiva o pulsional.

Retorno. Y final.

Haciendo una vuelta en “U”, de vuelta a casa, en el idishkait, la fórmula o el método o modelo parece ser inmejorable. Ya que adelanta la cura o el remedio a la enfermedad. El ietzer Hará no puede ser enfrentado de frente, ya que sufriríamos la misma derrota que Don Quijote de la Mancha frente a los molinos de viento. La inclinación al mal debe ser evitada, y el espacio de nuestro tiempo llenado con estudio de Torá y todo el combo ya descripto que conduce a la persona a emular al Todopoderoso en acciones de Jesed o bondad, en particular hacia nuestro prójimo.
Un muchacho que había hecho una profunda teshuvá me dijo hace tiempo: “en esto cada uno pule su propio diamante interior”.
Esta es la consigna y desafío para todos nosotros. Y el ejemplo de la luz y las vestiduras sacerdotales, es otra enseñanza para cada uno de nosotros en todo momento y en todo lugar.
Shavua Tov.

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