La matemática como refugio

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Hace unos años Spotify público un estudio sobre el consumo de música que llegaba a la conclusión de que dejamos de descubrir nuevos artistas al cumplir los 30 años, como si la curiosidad se extinguiese al llegar a esa edad. Los matemáticos, debieron de hacer a una conjetura parecida, cuando en 1936, establecieron un premio para su disciplina, la Medalla Fields , dotada con 15.000, dólares canadienses, que solo se concede a menores de 40 años. Aunque es ampliamente aceptado en matemáticas que a los cuarenta años uno a dado lo mejor de sí mismo, según Marcus du Sautoy, este límite de edad solo tiene un efecto de estímulo económico para los matemáticos en vías de consagración.

Pese a lo escaso de su dotación, la Medalla Fields, tiene un enorme prestigio y sus ganadores saben que su nombre será recordado universalmente en los ámbitos de la inteligencia artificial, la informática, de la mecánica cuántica o del comercio electrónico, es decir en aquellas áreas del progreso humano que transformaran el presente en un futuro mejor. Desde su creación en 1936, hasta 2018 ha otorgado 60 medallas a matemáticos de todo el mundo. Dado, que, en general, los seres humanos albergamos un agobiante disgusto por lo abstracto (Nassim Taleb), es de esperar que los, los matemáticos no sean individuos modales, ni tampoco los más populares de su clase o de su pueblo. Es más, muchos matemáticos sostendrían como Alain Connes, que existe una realidad matemática pura e inmutable con independencia de la mente humana.

Si los sesenta magníficos de la Medalla Fields fueran una exacta representación del mundo matemático habría que inferir, que los matemáticos son esencialmente anglosajones, urbanitas y expatriados. El 58% de los galardonados trabaja en universidades anglosajonas, contra solo dos retenidos en universidades de Asia y ninguno en universidades de África.  La vida personal y laboral de este colectivo se concentra en el entorno de Nueva York, Los Ángeles, Londres Paris y Moscú. Y son trabajadores y ciudadanos sólidamente asentados en las sociedades de acogida y en sus mercados de trabajo.  En muchos casos, la habilidad para manejarse con lo abstracto ha sido un puente de plata para evitar la pobreza, o la falta de libertad en sus sociedades de origen. No parece que el colectivo matemático sea un sector  que consuma los presupuestos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.


Los sesenta matemáticos ganadores forman un grupo humano con llamativos sesgos estadísticos. En negativo hay que decir que solo una mujer ha merecido en estos años ascender al Olimpo matemático, la iraní Maryam Mirzakhani.  Hay tres posibles explicaciones y las tres son detestables. La primera es que, a pesar de su cosmopolitismo, los jurados hayan sido consistentemente machistas a lo largo de estos años. La segunda es (terrible), que las mujeres menores de 40 años no se hayan merecido el premio. Y la tercera es inadmisible para un matemático, que esto haya sido por azar sin una explicación lógica.

Otra sorpresa que nos depara el listado de ganadores de la Medalla Fields es que no hay ¡¡negros¡¡ a pesar de ser el grupo racial más sobrerrepresentado entre los menores de 40 años. Aunque en este caso el sesgo es menor que con las mujeres (hay muchos menos negros que mujeres) los jurados de la Medalla Fields se han alejado consistentemente de lo políticamente correcto. En la sociología de los premiados, es también inexplicable la ausencia de árabes, teniendo en cuenta la enorme liquidez que las rentas del petróleo les han suministrado en las ultimas décadas, lo que les ha permitido enviar enormes cantidades de jóvenes becados con petrodólares a las universidades occidentales, especialmente aquellas que han monopolizado el talento matemático mundial, como Princeton, Harvard o Stanford.

La primera medalla Fields se concedió en 1936, la segunda en 1950, tras la Segunda Guerra Mundial. A pesar de la terrible sangría que el Holocausto supuso para la población judía, aproximadamente el 30% de los matemáticos ganadores de la medalla son judíos. Para la Sociología, un judío es más difícil de catalogar y menos evidente que ser negro o ser mujer, a veces las fronteras no están claras. El porcentaje anterior resulta de un somero rastreo biográfico por internet, pero si usáramos los criterios de los nazis para determinar quién es judío, o los listados de judíos que aparecen en las paginas neonazis de internet, el porcentaje subiría. Como en el caso de las mujeres todas las explicaciones son incomodas. Una podría ser que los jurados de la Medalla Fields hayan tenido un sesgo filosemita sostenido. Otra explicación diametralmente opuesta es que los matemáticos judíos realmente merecían el premio de forma desproporcionada. También podría tratarse de un error en la catalogación de la muestra, y podría haber sucedido, que en vez de una sobrerrepresentación de judíos (camuflados de gentiles) se tratara de una sobrerrepresentación de homosexuales camuflados de judíos. Como reconoce el matemático Marcus du Sautoyel mundo matemático ha ofrecido un refugio a jóvenes deseosos de evadirse de un mundo real que no conseguían afrontar”. En todo caso, la matemática jamás podrá admitir que no hay patrones de comportamiento.

Como la madre naturaleza es poco partidaria de la igualdad (mas bien es propensa a la búsqueda de lo nuevo) la sociología de los animales tiene espectaculares injusticias y asimetrías. Ya es famoso el estudio sobre los elefantes marinos, en el cual el 4% de los machos acaparan el 88% de las copulas, que recoge Richard Dawkins en el Gen Egoísta. Entre los homo sapiens también hay asimetrías espectaculares. Como nos recuerda Eduard O. Wilson en La Conquista Social de la Tierra, en 1998, solo el 2% de los biólogos de la Academia Nacional de Ciencias de los EEUU creía en dios o en la inmortalidad. Un ateo, un biólogo, un judío o un homosexual son más difíciles de catalogar que una mujer o que un negro, pero las inferencias sociológicas que se pueden obtener de su estudio, pueden ser mucho mas explicativas que las que se derivan de características inevitables como el sexo o la raza.

Cuando Steve Jobs dijo que “muchas veces la gente no sabe lo que quiere, hasta que se lo ofertamos”, estaba implícitamente cuestionando el articulo número 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento”. Los estudios de mercado de los gustos musicales, hechos por Spotify también llegan a la conclusión inapelable que hay dos universos diferentes, los mayores y los menores de treinta años. El terrible sufrimiento que represento para el mundo la Segunda Guerra Mundial, llevo a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que a su vez ha propiciado una visión maximalista de la igualdad humana, no sostenida por evidencia científica alguna. La versión vulgar de la igualdad humana es considerarnos iguales en todo, como si fuéramos hormigas o termitas

¿Qué lleva a un individuo a dedicar toda su vida, toda su biografía, más allá de los cuarenta, a algo tan incomodo como las matemáticas? Si la respuesta que da la neurociencia y la psicología es la voluntad, que es la materia prima que se necesita para concentrar la atención en algo y convertirnos en superdotados de la disciplina de la que se trate, la sociología debería de proporcionar el patrón que cumplen aquellos que logran concentrar ingentes cantidades de atención y triunfar, en cualquier disciplina. Para la biología, y dado que, el funcionamiento por defecto de nuestro enorme cerebro es obtener con el mínimo esfuerzo el máximo resultado, estos pocos individuos que vencen al sistema, son un misterio.

La sociología inquietante es la de la mayoría ¿Qué lleva al 95% (?.) de los individuos a tratar de llevar una tranquila vida llena de homeostasis, alimentándose, defecando, durmiendo, reproduciéndose, pasando cinco horas al día delante de la televisión, y queriendo la posesión de las cosas cuando les son ofrecidas (no antes)? ¿Por qué no hay más matemáticos en el mundo? Si la voluntad es la materia prima, y la voluntad por lo tanto, marca nuestro destino, ¿qué hace a unos pocos individuos poseedores de ingentes cantidades de voluntad, y por lo tanto de ingentes capacidades para dirigir su destino en una dirección, y saber lo que quieren? ¿Serán las mutaciones? ¿Hay entre los matemáticos ganadores de la Medalla Fields o entre los mayores de 30 años a los que siguen gustándole nuevas canciones alguna mutación/es que no concurran en el resto de la población?. O, reiterando a Marcus du Sautoyel mundo matemático ha ofrecido un refugio a jóvenes deseosos de evadirse de un mundo real que no conseguían afrontar”. Si desechamos la explicación biológica, la explicación social que nos queda es paradójica. Para ser un individuo voluntarioso y dirigir tu destino hay que estar en conflicto con el mundo que te rodea y no ser ni popular ni modal, mas bien un bicho raro, ya que la acumulación de voluntad y concentración intelectual, es un proceso reactivo y un poco antinatural.

Acerca de Fernando Álvarez-Baron

Nacido en Salamanca, España el 11/09/1959. Sociólogo por la Universidad Complutense de Madrid. Estudioso de la microsociología y del impacto la neurociencia en la teoría de interaccionismo social. Actualmente realizando una tesis sobre minorías creativas en el mundo. Ex funcionario del Estado Español en Auditoria Publica. Ex director comercial de Bankia Fondos de Inversión. Articulista en prensa escrita española.

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