La vida humana está llena de personas y lugares que hemos dejado voluntaria o involuntariamente. Desde quienes han llegado de países lejanos hasta quienes han vivido en un solo lugar y ya tienen una edad que implica una memoria larga que hace resurgir escenas de sus vidas como fotografías a todo color.
Una señora de 65 años me cuenta que constantemente se acuerda de muchas cosas que ha hecho en su vida y ahora que está jubilada y su quehacer ha disminuido en forma considerable, eso es alimento para confirmar que su vida ha sido útil aunque por el paso del tiempo sus actividades han disminuido.
Personas que han sobrevivido a guerras o regimenes autoritarios y totalitarios con el paso del tiempo recuerdan con nostalgia, tristeza e incluso remordimientos de conciencia ante las personas que se quedaron allá y no tuvieron la oportunidad de salir. Algunas murieron víctimas de quien en ese tiempo detentaba el poder y lo ejerció en forma arbitraria y criminal. ¿Qué sentimientos producen estos recuerdos en los que si salieron y se salvaron?
¡Tuvieron que salir huyendo! Se dice fácil. No pensamos en los detalles que hicieron posible es huida. ¿Qué tuvieron que dejar en el país de origen? ¿Cómo lo hicieron? ¿De donde y como obtuvieron los medios económicos? ¿Cómo obtuvieron sus visados y permisos de trabajo en el país al que llegaron? ¿A quien traicionaron y sobre quien tuvieron que pasar? Este proceso agotador puede acabar con la fuerza interna del actor que lo está llevando a cabo. Quedan cicatrices perpetuas que transforman la forma de ser de quién lo ha tenido que vivir.
Se ha comprobado a través de diferentes forma de psicoterapia que estas cicatrices del alma se transmiten a las generaciones que siguen en forma inconsciente. Me ha tocado ver a personas con muchos miedos y que no saben de donde vienen ni porque los tienen. ¿Por qué me angustia tanto salir de viaje? ¿Por qué me pongo tan tenso cuando tengo que empacar para un viaje de placer? ¿Por qué cuando escucho gritos el alma se me va al cielo?
Acaso son residuos de vivencias de nuestros antepasados que tuvieron que embarcarse en migraciones forzosas con riesgos de perder la vida. Hay quienes salen exitosos de esta aventura otros por el contrario sucumben y adquieren rasgos de conducta extraños y desagradables.
Algunas de las personas que salen avante niegan todo lo que si tuvieron en su infancia al grado de no querer o saber reconocer a quienes crecieron con ellos. Leonor, víctima de una violencia familiar en una familia disfuncional cuando era niña, metió todos sus recuerdos en un cajón que no quería abrir. Algunos años después un primo con el que jugaba cuando era niña la reconoce en la calle y ella está tan comprometida en olvidar que finge que no lo conoce y con esto se hace otro daño que quiere guardar para no tener que recordar. Así ese cajón crece tanto que empieza a dañar su salud mental. Podemos recordar, hablar de lo que sentimos y después guardarlo con serenidad y paz.
Don Pascual relata que salió de Polonia en 1925, con su hermano mayor y la idea que tenían era llega a un estado de la Unión Americana donde el resto de la familia de Pascual había emigrado años antes. Al llegar a las oficinas de migración no les dan el visado ya que Leonardo, el hermano 18 años mayor venía en silla de ruedas y no podía caminar. Ambos tuvieron que seguir viaje a algún otro país donde los dejaron entrar. Pascual que era bastante joven tuvo que aprender a vivir sin sus padres y hermanos. ¿Qué cicatrices en el alma dejaron estas vivencias?
La familia de Pascual ha vivido en carne propia las inseguridades del abuelo heredadas a las siguientes generaciones solamente con manifestaciones de miedo que roen el alma y las entrañas; algo que no es claro, incluso inconsciente y sin embargo tiene efectos dentro de quienes fueron víctimas de estas irregularidades y sus herederos. El sentimiento de inseguridad y falta de pertenencia es desolador para el que le toca vivirlo. Cuando es detectado y se puede hablar y llorar por lo acontecido el efecto negativo disminuye en forma considerable; sabemos que esto no siempre es posible ya que las personas lo guardan dentro como si fuera una vergüenza. Muchas veces se convierte en un secreto labrado en fierro al cual no se puede penetrar; parece olvidado, pero la cicatriz que dejó sigue viva. Cuando se nos rompe una pieza de porcelana y la pegamos, sabemos que no volverá a estar como cuando salió de la fábrica.
A pesar de las cicatrices dejadas a lo largo de la vida, hay quienes si logran hacer una vida satisfactoria. Sucede que aquellos rasgos de familia positivos que existieron vuelven a surgir en las generaciones venideras. La abuela que vivía en Europa en 1930, tocaba el piano con perfección. Su nieta, que nunca supo nada de esto ya que en la casa no se hablaba de ese pasado escondido en lo más profundo del baúl de los recuerdos, retoma esta capacidad 50 años después con la misma destreza de la abuela que nunca habló de su pasado ya que querían enterrar la dureza del proceso que había vivido. ¡Como si esto fuera posible!
En cualquier historia de vida hay que retomar la valentía de quienes se supieron arriesgar para salvar sus vidas y las circunstancias los favorecieron. Son muchas líneas que tienen que conjuntarse para lograr el éxito y esto no siempre es factible. Cuando se guardan las cosas quedan junto la tristeza con las alegrías, las vergüenzas con las valentías que son ejemplos a seguir.
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