¿La muerte de Bin Laden contribuye a hacer del mundo un lugar más seguro?

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La respuesta a Estados Unidos por haber matado a Osama Bin Laden, de parte de algunos de los que amamos la libertad, es alegre y estruendosa. “Eres un hipócrita” me dicen los otros progresistas, “lo que escribes con la mano lo borras con el codo” me aleccionan ciertos izquierdistas.

Puede sonar fuerte y hasta contradictoria la línea con la cual se abre este artículo. Pues bien, es muy fuerte; pero para nada contradictoria. No hay hipocresía en ser liberal y espiritualmente haber acompañado los festejos en la Casa Blanca y en el Ground Zero que espontáneamente colorearon la noche norteamericana ante la sacudida provocada por tamaña noticia. Quienes apoyamos la lucha en su máxima expresión (es decir, lucha armada) contra el terrorismo internacional, somos favorables a las acciones militares que acaban con los jihadistas que planificaron y planifican el asesinato en masa de cientos de miles de inocentes. Queremos ver pueblos libres y no oprimidos ni masacrados, queremos relaciones pacíficas entre hombres pacíficos, pero no pacifistas. Afirmó Ludwig Von Mises: “El pacifismo completo e incondicional equivale a una rendición incondicional ante los tiranos más despiadados”. Y los liberales y amantes de la libertad no nos vamos a rendir ante el chantaje terrorista, que busca arrebatar concesiones en vez de renunciar a las armas y a la ideología totalitaria para cambiarlas por la sincera mesa de negociación; ni permitiremos que nos ataquen ilegítimamente alegando justas razones cuando en verdad no tienen más que putrefactas excusas. A quienes pretenden nuestra destrucción, les avisamos que no los dejaremos cumplir con su cometido y que intentaremos derrotarlos primero.

Hipócrita sería si me quedo hablando de libertad mientras insensato dejo que los terroristas acribillen a la humanidad. No voy a incurrir en las falacias de los negadores de la realidad y de los apologistas del terrorismo islamista. Además, tampoco hay contradicción en querer libertad y paz y a la vez sentirse alegre y tranquilo por la muerte de Bin Laden. Quien ha sido abatido no es un inocente, es un terrorista. Es un asesino. Y como tal, enemigo. Su muerte no es el resultado de una política de asesinato por doquier y fanatismo sanguinario propulsado desde las bases de la intolerancia religiosa como la que su propia doctrina promovía, siendo Al Qaeda fiel expresión. Su muerte es el resultado de la defensa propia de una democracia contra quien financiaba y ejecutaba aniquilaciones macabras y suculentas. Es la búsqueda de justicia para hacer pagar al culpable de la desaparición física de miles de personas.


Es más que claro que a la libertad, luego de los milenarios y tortuosos procesos atravesados por el hombre para conseguirla, hay que defenderla de los tiranos cuya máxima preocupación es verla reducida hasta la insignificancia e intrascendencia. La filosofía objetivista de Ayn Rand explica que nadie tiene derecho a iniciar la fuerza física contra otro. Y en este caso siguiendo la coherente línea de pensamiento sabemos que la agresión causada por el terrorista islamista merecía una retribución, una respuesta contundente en defensa de intereses vitales y contra pretensiones genocidas. La acción militar del ejército de los Estados Unidos que acabó con la vida de un agresor enemigo de la libertad, está justificada. Bin Laden era eso, un agresor enemigo de la libertad. Quienes estén cegados por los prejuicios y por las artificiosas construcciones teóricas que aplican el reduccionismo e intentan comprender el fenómeno jihadista de Bin Laden solamente como una manifestación contra Estados Unidos, o contra los judíos, o contra los capitalistas occidentales y sus colaboracionistas orientales, se equivocan groseramente. El expansionismo de la jihad, no solo a través de Al Qaeda, sino de numerosas organizaciones terroristas más, busca imponer su ley a todos, sin excepción. Y a todos sin excepción, significa a la humanidad en plenitud. El objetivo de alzar un Gran Califato Mundial con la Sharia coaccionando incluso cada bocanada de aire que intentemos dar, es el objetivo islamista final.

Muchos se han preguntado horrorizados cómo es posible que un Presidente ganador del Premio Nobel de la Paz como Barack Obama haya dado un discurso hablando de justicia y satisfacción cuando alguien ha sido eliminado militarmente. A ellos hay que preguntarles: ¿acaso ser ganador del Nobel de la Pazdebe implicar ser un estúpido?, ¿acaso hay que arrodillarse desprotegidos y resignados a ver cómo asesinan al pueblo inocente por haber recibido un galardón que no significaría nada si su ganador no estuviera dispuesto a luchar por la paz? Refrescando un poco la memoria, cuando Obama recibió su premio aseveró, entre otras cosas, que “los instrumentos de la guerra tienen un papel que jugar para mantener la paz”, “la creencia de que (la paz) es necesaria raramente es suficiente para lograrla”, “las negociaciones no pueden convencer a los líderes de Al Qaeda de que deben deponer las armas”, y que “decir que la fuerza es a veces necesaria no es un llamamiento al cinismo, es reconocer la historia”. No tengo problemas en afirmar que a mi gusto la premiación de Obama fue inmerecida por no haber hecho suficiente, y que soy muy crítico de su política en la arena internacional, pero nobleza obliga y reconozco también cuando está acertado.

La idea de capturar a Bin Laden (como el recordado episodio de Saddam Hussein) y enjuiciarlo, que según fuentes informativas y portavoces era la prioritaria, no habría sido errónea para llevarse a la práctica. Pero frente a imposibilidades materiales, que se haya podido liquidar a este enemigo, no es para lamentar. Si bien el líder de Al Qaeda no gravitaba en el ambiente al nivel de antaño, sus malignos designios continuaban siendo llevados a cabo por las células que respondían a su nombre. Su muerte, más allá de las implicancias que pueda tener a nivel político y dentro del contexto de la amenaza jihadista mundial, es trascendentalmente simbólica. Envía un claro mensaje al terrorismo: Estados Unidos no olvida lo que hiciste, Occidente no se rendirá a tus macabras elucubraciones; terroristas agresores, los iremos a buscar para acabar con sus ataques. No importa si Bin Laden estuviera haciendo más, o estuviera haciendo menos: lo que hizo ya era motivo suficiente para interceptarlo.

A tener en cuenta, la alerta de Pilar Rahola sobre lo que sucederá en los medios: “Veremos cómo Bin Laden no estará muerto y los estadounidenses serán los autorresponsables de los atentados que los matan. Y es que es posible que internet sea el invento del siglo, pero la cantidad de cretinos, extremistas e ignorantes que acumula es también una de sus grandes características. Y, cuando se trata de despreciar a los yanquis y minimizar a los fanáticos radicales, el ejército de paranoicos es inmenso”. Querer echarle la culpa a Estados Unidos por acabar con quien ocupaba un asiento en la hilera de los peores enemigos de su historia, y un puesto de honor en el muro de los acérrimos y violentos enemigos de la libertad con diploma en asesinato de hombres, mujeres y niños, es ridículo. Los relativistas morales que vociferan contra el imperialismo, justifican el 11/9 y se quejan por las represalias norteamericanas, solo son coherentes con su inestable y atrofiada ideología, pero bochornosos para con los valores más elevados a los que puede aspirar el espíritu humano.

Para finalizar, también soy muy crítico de ciertas acciones e injerencias políticas promovidas por sucesivos gobiernos estadounidenses; pero apoyo al país en el ejercicio de su derecho a defenderse, valoro su coraje, y pido por bendiciones para su búsqueda de justicia. Felicito especialmente hoy a quienes estuvieron involucrados en el operativo militar que ya es de antología.

Como también han dicho respecto de otros nefastos asesinos: la muerte de Bin Laden contribuye a hacer del mundo un lugar un poco más seguro.

Fuentes:

Acerca de Ezequiel Eiben

Nacido en San Juan, Argentina, en 1987, cursa estudios en derecho; egresado del Majon LeMadrijim en Israel, y con diploma por trabajo voluntario e investigación periodística en Israel; egresado del Instituto de Inglés Saint Paul, y con 4 diplomas internacionales del Esol Examination; miembro y Secretario de Juventud de la filial cordobesa de la Organización Sionista Argentina; fue madrij, Rosh y Rosh Jinuj del merkaz de Córdoba de la Tnua Hejalutz Lamerjav, movimiento juvenil sionista apartidario; Peil de MASA, sociedad entre el Gobierno de Israel y la Agencia Judía, para programas de larga duración en Israel dedicado a jóevenes. Brindó capacitaciones a jóvenes líderes y educadores comunitarios. Campeón y Subcampeón de Olimpíadas de filosofía a nivel provincial en San Juan. También hizo periodismo deportivo en medios locales, trabajó para Radio La Red en San Juan, y colaboró con artículos para el diario israelí Aurora, y los distinguidos blogs de la OSA filial Córdoba y de la Fundación Hadar, entre otros.

1 comentario en «¿La muerte de Bin Laden contribuye a hacer del mundo un lugar más seguro?»
  1. Nadie ni pacifistas ni tan siquiera estúpido desearía que Bin Laden no cesara de una u otra forma de planificar atentados contra inocentes, la cuestión es si su ejecución que es lo que parece que se produjo, no servirá para que otros sigan planificando esos atentados con un mayor numero de adeptos bajo la sombra de un mártir que a fabricado sus propias víctimas o los que se supone que los representan.

    Creo como ciudadano del mundo que se podría haber evitado este riesgo y por la razón que sea no se a hecho.

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