En todas las religiones, la muerte es considerada un acontecimiento de notable significado por el misterio que encierra. ¿Qué pasará luego del punto final a la vida?
En la tradición judía, se reafirma una costumbre que consiste en guardarle siete días de duelo al difunto, después de llevarlo a enterrar. A esta ceremonia se le conoce como Shivá.
Se efectúa en la casa de alguno de los consanguíneos del fallecido (hijos, esposa, hermanos) quienes permanecen sentados a 30 centímetros del piso durante una semana, en compañía de amigos que los visitan y expresan juntos la tristeza al recitar alabanzas a Dios extraídas del Torá, su libro sagrado y base del judaísmo.
En el Génesis XXIV se relata cómo el primer patriarca del pueblo judío, Abraham, se levantó de su duelo al morir su esposa Sara y se ocupó de conseguir un lugar donde enterrarla, por lo que fue a ver a Efrón Tzohar Hajiti y le compró una meará (cueva que sería el panteón de los patriarcas en la ciudad de Hebrón) y así dio a conocer a sus descendientes la forma de actuar cuando muere un familiar.
“Nosotros siempre honramos a los muertos día a día y les tenemos un profundo respeto, pues el luto es muy fuerte”, dice Sammy Goldzweig, presidente Jevra Kadisha (gente que prepara muertos) de la comunidad Ashkenazi.
Durante ese período, las actividades cotidianas se paralizan y alcanzan otro matiz. “Las personas no pueden ir a trabajar; deben comer en la casa donde están; no pueden tener sexo, no se rasuran ni se arreglan el cabello, porque no se pueden ver al espejo, pues si lo hacen les puede traer algún tipo de satisfacción; no ven televisión, ni bromean. Durante ese lapso no se va a lugares públicos, ni a fiestas y no se hacen bromas”.
El luto, que generalmente dura un año, se lleva en tres etapas. En la primera, de siete días, no se estudia la Torá, mientras que en la segunda, a los 30 días, ya se puede levantar una Matzevá, piedra y monumento en homenaje al fallecido, y la tercera se realiza al año, con el Iortzait, día para conmemorar la muerte de la persona, por lo que se enciende una vela para recordarla.
A diferencia de algunas costumbres de los católicos, como enterrar a los muertos en ataúdes adornados, maquillarlos en el acto de amortajar el cuerpo, o cremarlos, Goldzweig, que es también administrador del panteón de la comunidad Ashkenazi, explica: “En el judaísmo es todo lo contrario, pues nosotros no tenemos funerarias ni velamos el cuerpo y la cremación está prohibida. En ocasiones dejamos el cuerpo en la casa un rato y luego lo llevamos al panteón.
“En la preparación del cuerpo, éste tiene que estar perfectamente limpio y ser tratado como la Torá, ya que el ritual dice que Dios nos prestó el cuerpo y hay que regresárselo como nos lo dio. Por ello, las mujeres no pueden llevar maquillaje.
“Lo lavamos y bañamos bien con agua, jabón y esponja, se le hacen siete lavados y no hay que abrirlo ni lastimarlo jamás, pues la sangre no se puede derramar, por ser parte de la persona. El estómago es el único órgano al que se le hace un lavado, para sacar toda su suciedad.
“Cuando el cuerpo ya está limpio, lo vestimos con siete prendas, un sudario (ropa blanca, como la que se le puso a Jesucristo).
“El siete es un número que en este ritual, tanto en las lavadas como en cada prenda, significa una vez por cada día de la creación de Dios”.
Respecto a los gastos en la Shivá, estos son menores para quienes pertenecen a la comunidad, que es muy cerrada. El total de la erogación oscila entre los 8 mil y los 10 mil pesos.
Las cajas o ataúdes donde se entierran a los muertos son completamente austeras; están hechas solamente de madera, sin ningún tipo de adorno, pintura ni clavos. Se les quitan las astillas y valen alrededor de 400 pesos y se utilizan para todo tipo de gente, con o sin facilidades económicas”
A pesar del trance doloroso, para los judíos que sufren por la muerte de un ser querido, sentir la presencia del Dios omnipotente los reconforta y durante el año posterior al fallecimiento, recuerdan a la persona con el Kadish, una plegaria escrita en arameo que recitan aceptando la voluntad divina: “El que hace la paz en las alturas nos dará la paz a nosotros”.
Al cabo de los siete días, los dolientes tiran a la basura la ropa que usaron durante la semana. Las camisas y las blusas llevan una abertura del lado izquierdo, como símbolo de duelo. También se hace un desayuno comunitario y las personas ya comen más alimentos, a excepción del cerdo y los mariscos.
Los judíos creen firmemente en la reencarnación, esto es, en que una esencia individual de la persona (alma, conciencia y energía) vive en un cuerpo durante su estancia en la tierra, varias veces.
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