La mujer en la Conquista de México

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Una vez tomada por las armas la Gran Ciudad de México-Tenochtitlán el 13 agosto de 1521, en los siguientes tres días los sobrevivientes la abandonan, vencidos buscaban acomodo en Cuautitlán, Ecatepec y otras poblaciones ribereñas al lago.

Un tema velado


En Coyoacán los vencedores celebraron la victoria con una gran comilona. Bernal Díaz del Castillo destaca: cuando asistimos al banquete no había asientos ni mesas puestas para la tercia parte de los soldados y capitanes que fuimos, y hubo mucho desconcierto. El vino corrió generosamente, y hubo una borrachera descomunal, con algunos caminando sobre las mesas, una vez que alzaron los manteles, salieron a danzar las damas. Ese dato de Bernal resulta extraño en el, pues a todo lo largo de su relato (La Historia Verdadera…), las únicas citas que tiene sobre la participación de la mujer española en la conquista, son de María de Estrada (judía cristianizada) de quien dice que en junio de 1520 era la única con ellos, menciona cuando ella se abrió paso a estocadas durante la huida de la Noche Triste y hace alusión a otras llegadas con Pánfilo de Narváez, que fueron muertas en Tuxtepec. Y revela que hubo un grupo de mujeres que llegaron después, aunque pareciera que el dato se le hubiera escapado sin meditarlo y que arrepintiéndose de haberlo mencionado, tachó el párrafo en su manuscrito original. Pero a pesar de la tachadura, la mención quedó y es así como aparecen los nombres de las asistentes al festejo: Francisca Ordaz, alias la bermuda (hay dos con este nombre), Mari Hernández, Isabel Rodríguez, una de apellido Gómez y “otra señora, mujer del capitán Portillo, éste murió en los bergantines durante el asalto final a la Ciudad y por recién enviudar no la sacaron a la fiesta”. Bernal no da más nombres y aparte de María Estrada, sólo dice que otras más llegaron a empuñar las armas; pero parece que trató de levantar un muro de silencio.

Existen diversos volúmenes que se escribieron sobre la conquista de México. En ellos, las mujeres aparecen veladamente en unas cuantas líneas separadas y perdidas entre miles de páginas.

En ninguno de sus escritos Cortés las menciona; Francisco López de Gómara en su Historia General de las Indias, va por el mismo camino, pero Gómara nunca estuvo en América, escribió su historia sólo sobre lo que le cuentan Cortés y sus capitanes en Sevilla, cuando se le prohibió regresar a México por el juicio en su contra. Francisco de Aguilar quien participó en la conquista, recoge los nombres de María Estrada e Isabel Rodrigo y nada más; así estaban las cosas hasta que años después Francisco Cervantes de Salazar en su Crónica de la Nueva España es el primero en ofrecer algunos detalles sobre la participación de la mujer, por eso sabemos que Beatriz de Palacios, esposa de Pedro de Escobar, suplía al marido en las guardias nocturnas, “y cuando dejaba las armas salía al campo a recoger semillas que cocía y aderezaba para su marido y sus compañeros. Curaba a los heridos, ensillaba los caballos y hacia otras cosas como cualquier soldado”. Aparte, está la actuación de Beatriz Bermúdez de Velazco, [esposa de Francisco de Olmos], “quien en uno de los momentos calmados de la lucha callejera en la conquista de Tenochtitlán, cuando flaqueaba un grupo de españoles, se plantó espada en mano en un puente, amenazando con traspasar de una estocada al que retrocediese, allí, esta amazona evitó el pánico”. En las páginas de Aguilar surgen otros nombres: Beatriz Ordaz, Juana Martín, María de Vera, Elvira Hernández, Isabel Rodríguez….y una veintena más. La mayor parte fueron ignoradas a la hora del triunfo; la única a quien se reconoció generosamente su actuación en el campo de batalla fue a la sevillana María de Estrada; que además de su actuación en la Noche Triste, según decir de Diego Muñoz Camargo en su Historia de Tlaxcala, “en Otumba habría combatido montada a caballo y lanza. En recompensa recibió en encomienda el pueblo de Tétela, estuvo casada con Pedro Sánchez Farfán y al enviudar casó con Alonso Martin Partidor. Figura entre los pobladores originales de Puebla donde vivió hasta el término de sus días”.

Destruida Tenochtitlán que tenia 300 mil habitantes, muy por encima de las más grandes del mundo, y luego de una breve estancia de poderes en Coyoacán, Cortés decidió fundar la nueva ciudad sobre las ruinas mexicas. Entre tanto, las mujeres hacían comida, curaban y “consolaban” heridos, para lo cual también reclutaban mujeres indígenas. Pero ¿quién había sido realmente María de Estrada en España?

María de Estrada

María de Estrada fue una bella judía cristianizada. Su nombre de origen era Miriam Pérez. Ella es la única mujer que destacó en la Conquista de México.

En 1492, año de la expulsión de árabes y judíos de España, Miriam tenía 6 años y vivía en la Judería de Toledo con su abuelo, un rabino y médico. A los 8 años ya leía no sólo en castellano, sino en hebreo y latín, y es cuando fue raptada y criada por un clan de gitanos. Se dice que cuando la Santa Inquisición arrestó a su abuelo que huía, fue rescatada por una vieja gitana, arrebatándosela a los inquisidores, alegando que la niña era su nieta. En Sevilla, sus padres habían sido asesinados por esa misma institución. En el campamento de los zíngaros, Miriam, que por judía no era muy aceptada, fue bautizada como María de Estrada (por haberla encontrado al lado del camino [estrada]); aprendió las artes del baile y la adivinación y hasta la forja del acero en Toledo. Participó en combates contra bandidos y forajidos. Por robo y por judía, María fue delatada por su madrastra, hija de la vieja gitana. Fue apresada y condenada por un Juez Inquisidor que, al tenerla a su merced y aprovechándose de su autoridad, abusó de ella. María terminó matándolo.

Intentó escapar, pero fue atrapada y torturada de una manera brutal, encerrada en el Calabozo del Alcázar de Toledo. La condenaron a morir en la horca. Su ejecución fue aplazada por llevar en el vientre un hijo producto de la violación. Abortó pocos meses después. Nunca supo el sexo de la criatura, se limitó a enterrarla como pudo en un agujero disimulado que ya existía en alguna parte de la celda.

María de Estrada permaneció encerrada en condiciones infrahumanas. En su celda fue violada también por Guillermo Marín, un ladrón que, con el uniforme militar, se hacía pasar por un hombre devoto, miembro de una selecta familia cristiana. Ella se defiende y lo mata: fue acusada también por esa muerte.

Por una Ordenanza de los Reyes Católicos que perdonaba a las mujeres sentenciadas si es que viajaban al Nuevo Mundo, fue absuelta. La monarquía ofrecía tal indulto porque era bien sabido que la mayoría de las mujeres que viajaban hacia las tierras recién descubiertas por Colón jamás volvían.

Así es como María logró salvar una vez más su vida y se embarca hacia las Indias, en un barco cuya tripulación estaba compuesta por esclavos negros a los que subieron en La Gomera (isla canaria frente al África del Norte donde hacían escala) y reos que trataron de abusarla, pero se defendía con el cuchillo que, como cocinera del galeón, tenía en su poder día y noche.

Al llegar a Santo Domingo, que en ese entonces era la única colonia española y gobernada por Diego Colón, María comienza una nueva vida. Vivió muchísimas experiencias que van desde trabajar en un hospital como ayudante de una esclava negra, enamorarse de Pedro Sánchez de Farfán hasta convertirse en la mejor amiga de Hernán Cortés, que por entonces vivía en esa isla. Sin dejar de mencionar que participó en batallas que contribuyeron a darle la fama que aún estando viva la elevó a la categoría de leyenda. A pesar del lazo de amistad que la unió a Hernán Cortés, éste nunca la menciona.

Antes de que la isla Fernandina (Cuba) fuese conquistada por Diego Velázquez, acompañado por Cortés, se hundió el barco en que ella viajaba. Llegaron a tierra los náufragos, y los nativos mataron a los hombres, quedando ella como esclava del cacique. Pasó cinco años en esa situación, siendo rescatada al ser conquistada la isla. En recuerdo a los muertos de esa batalla encarnizada, el lugar recibiría el nombre de Matanzas.

En junio de 1520, María de Estrada era la única mujer con los conquistadores. Se asegura que llegó con Cortés desde el principio de la conquista. Bernal le da sólo 13 renglones de su grueso libro a la participación de la mujer; narra cuando María se abrió paso a estocadas durante la huida de la Noche Triste. Está documentado también en otros escritos que dejaron Bartolomé de las Casas y Fran Juan de Torquemada.
Muñoz Camargo dice que: “Habría combatido montada a caballo y lanza. En recompensa recibió en encomienda el pueblo de Tetela (del Volcán, hoy estado de Morelos), estuvo casada con Pedro Sánchez Farfán y al enviudar casó con Alonso Martín Partidor, judío migrante cuyo nombre real era Alón, con quien vivió hasta su muerte.

Entre sus hazañas destaca el haber derrotado a Pánfilo de Narváez en un mano a mano; fue fundadora de lo que hoy es la ciudad de Puebla. Murió en 1527 cerca de los 40 años víctima de cólera, fue sepultada en la bóveda de una antigua iglesia (donde hoy está el atrio de la catedral poblana) y que al ser demolida 26 años después se perdieron sus restos.

Un recuerdo a Mamachelo, que se nos fue hace una semana. Siempre estarás en nuestro corazón.

Fuente: “FUNDACIÓN” Mismo autor; D.R. 2010, © 880pp.
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