El pequeño tomate que llaman cherry(cereza), ha hecho un camino breve y fulgurante en el mercado de hortalizas. Mirado, en un principio, como una mera curiosidad genética, recluido en el sabroso pero no demasiado serio campo de los aperitivos, fue abriéndose paso hasta que, de la mano de los especialistas en compatibilidades e incompatibilidades alimenticias, para quienes esa solanácea que es el tomate posee ácidos que son los responsables de ´´apagar´´´o ´´marchitar´´ muy pronto la mejor de las ensaladas, a juicio de los entendidos se constató que el pequeño tomate no sólo no estropeaba lechugas y demás ingredientes sino que esperaba con toda la paciencia del mundo a ser mordido. A simple vista, entonces, esta odisea no tiene mucho valor, pero bien mirada la fuerza que en nuestros días tiene lo pequeño, lo minúsculo, parece cada vez mayor. Tras un breve idilio, en el campo de los alimentos, con lo macro, con los pollos de doble pechuga y las terneras hinchadas a base de hormonas, se está viendo que, fiel al proverbio que dice que ´´lo bueno viene en envase pequeño´´, el tomatito en cuestión cautiva todas las miradas.
Originario del México prehispánico, el tomatl ( cuyo nombre científico es Sonalum lypersicum)deriva su precioso nombre del náhuatl, la lengua de los sabios precolombinos. Su riqueza vitamínica es tal-dice Font Quer-, que su alianza de vitaminas A y B y C lo hacen ideal en la prevención de muchas infecciones. Al parecer, y mientras lo aclimataban al Viejo Mundo en zonas no demasiado frías, los españoles trajeron con él y de América Central la costumbre de la samfaina, ya que ´´tomates y pimientos, reza el dicho, buenos amigos y siempre revueltos´´. Plato que en las regiones del Mediterráneo lleva el nombre de pisto y que se ha vuelto tan popular en verano que es imposible pasarse de él. Al margen, pues, de tantas salsas y recetas, también debemos al tomate ¡la sangre cinematográfica! En efecto, el séptimo arte lleva décadas perfeccionando mezclas que, a base de tomate triturado, se parezcan a nuestro más precioso líquido vital. Para no hablar de los italianos, quizás los europeos más tomateadictos que existan, con su cien y una fórmulas para aderezar y coronar sus salsas. Fueron ellos, sin duda alguna, los que establecieron que la mejor aliada del tomate es la hoja de albahaca fresca, después de la oliva negra, claro.
También el orégano confiere al tomate un gusto especialmente grato. De todo esto saben los ejemplares de buen tamaño, ya que los pequeños, al conservarse cerrados hasta la masticación, no admiten mezcla alguna en su sabor. Vaya una cosa por otra. En perfumería tanto como en gastronomía, a mayor volumen menos sabor y perfume. Y, sin embargo, nuestro venturoso pequeño tomate no ha perdido ni un ápice de gusto. Ya forma parte, al igual que las aceitunas que llaman arlequinas y los minúsculos huevos de codorniz, de la cohorte de delicatessen que adorna las mejores mesas. Ahora sólo debemos esperar a que su producción se dilate tanto como para que baje su precio. Napoleón y el rey Humberto I hubieran visto en esa pequeña joya alimenticia la prueba irrevocable de la voluntad que lo pequeño tiene de imponerse allí donde aparece. Una voluntad tan seductora como titánica.