La péntada de la salud griega y los nombres hebreos del alma

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Pitágoras, el filósofo griego, sostenía que si en la entrada de los Templos de Esculapio, el dios de la medicina, habían dos estatuas, la de Eros, dios del amor, y la de Higea, diosa de la higiene, era porque la buena salud tenía sus pilares en el afecto y la limpieza, el cuidado en la relación con los demás y el aseo en la vida íntima. Sabio, agregó a esos dos pilares otros tres puntos, hasta llegar a la configuración del símbolo de identificación de su escuela, la péntada. El primero, la alíthea o verdad; el segundo kálos, la belleza, y por fin el tercero , ágathos, el bien. El prestigio del cinco, una cifra anímica total para Pitágoras, llegó, más o menos secretamente, hasta el Renacimiento italiano, aflorando en la obra de Leonardo da Vinci, quien en su dibujo del ser humano armónico sintetizó ese número en los brazos tendidos, la cabeza y la piernas, los cuales, inscritos en un círculo que a su vez incluye parcialmente un cuadrado-símbolos del cielo y la tierra-dan cuenta de la circulación energética macrocósmica en la vida microcósmica.

En el mundo hebreo un concepto parecido está encerrado en el significado esotérico de la quinta letra alfabética, llamada hei, la cual, a su vez, y por su valor, cinco, alude a los nombres del alma: rúaj o Espíritu; nefesh o el soplo; jaiá o el alma vegetativa; yejidá o el principio de individuación, y neshamá o manifestación visible del ser. Cada alma es, así, tributaria del Gran Espíritu Uno, de cuyo hálito participa. Viva, única e irrepetible en su género, al manifestarse cumple bajo el nombre propio su ciclo y acaba por retornar al espacio infinito del que procede. Su salud entera depende de que esa letra, la hei , inscrita entre los pulmones y el corazón, mantenga siempre abiertas sus posibilidades existenciales. Una leyenda judía, quizás de los siglos talmúdicos, del II al VI, sostiene que el profeta Elías y el filósofo griego Pitágoras se encontraron en algún lugar del Carmel, en las alturas montañosas de lo que hoy es Haifa. Ignoramos por qué y para qué, pero no sería la primera ni la última vez que el mundo hebreo y el griego tocaran sus bordes e intercambiaran pareceres. Debemos a la Biblia la configuración de nuestro ser anímico y a los griegos nuestros cánones anatómicos y estéticos. Roma amasó con ellos, para bien y para mal, la cultura de Occidente. Más allá de los avatares del destino y la corrosión del tiempo, Pitágoras y Elías, Elías y Pitágoras, siguen entre nosotros. El profeta para recordarnos que la salud es un hecho creativo


Acerca de Mario Satz

Poeta, narrador, ensayista y traductor, nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en el seno de una familia de origen hebreo. En 1970 se trasladó a Jerusalén para estudiar Cábala y en 1978 se estableció en Barcelona, donde se licenció en Filología Hispánica. Hoy combina la realización de seminarios sobre Cábala con su profesión de escritor.Incansable viajero, ha recorrido Estados Unidos, buena parte de Sudamérica, Europa e Israel.Publicó su primer libro de poemas, Los cuatro elementos, en la década de los sesenta, obra a la que siguieron Las frutas (1970), Los peces, los pájaros, las flores (1975), Canon de polen (1976) y Sámaras (1981).En 1976 inició la publicación de Planetarium, serie de novelas que por el momento consta de cinco volúmenes: Sol, Luna, Tierra, Marte y Mercurio, intento de obra cosmológica que, a la manera de La divina comedia, capture el espíritu de nuestra época en un vasto friso poético.Sus ensayos más conocidos son El arte de la naturaleza, Umbría lumbre y El ábaco de las especies. Su último libro, Azahar, es una novela-ensayo acerca de la Granada del siglo XIV.Escritor especializado en temas de medio ambiente, ecología y antropología cultural, ofrece artículos en español para revistas y periódicos en España, Sudamérica y América del Norte.Colaborador de DiarioJudio, Integral, Cuerpomente, Más allá y El faro de Vigo, busca ampliar su red de trabajos profesionales. Autor de una veintena de libros e interesado en kábala y religiones comparadas.