La polémica que suscitan las visitas a las tumbas de los tzadikim

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A pesar de que en esos momentos Israel enfrenta una situación política difcill, quisiera tratar el hecho de la propagación inusitada y masiva de las “visitas” a las tumbas de los “tzadikim” (justos) y las peregrinaciones en el día del aniversario de su muerte (llamadas “hilulá” o ceremonias)

Hace pocos días fuimos testigos de que un grupo de jóvenes de los asentamientos llegaron a Shjem (Nablus) a rezar a la tumba de Yosef que se encuentra actualmente en territorio de la Autoridad Palestina. En estos casos la visita tiene que coordinarse con el ejército israelí, y por no hacerlo así murió hace poco el joven Ben Yosef Livnat, sobrino de la Ministro de Cultura, Limor Livnat. Al escándalo suscitado siguió una visita de varios miembros de la Knesset, que inclusive hablaron de regresar la tumba a territorio Israelí.

El número de visitantes a las tumbas de los justos crece de año en año, ya sea porque se descubren nuevas tumbas, ya sea por la muerte de rabinos contemporáneos que ganaron fama de “justos”, ya sea por el traslado físico de los restos de santos que están enterrados en el extranjero. Quizá forma parte del mismo fenómeno las visitas a tumbas de personajes políticos no religiosos pero rodeados de una aureola de santidad, como es el caso de la de Rabin en el Monte Herzl en Jerusalem.


Las peregrinaciones tienen lugar todos los días del año, pero specialmente durante la “hilulá”. En la tumba de Rabí Shimón Bar Yojái en Meirón, se calcula que en Lag-Baomer (el día 33 a partir de Pesaj), el número de visitants llegó a 350,000. Estas festividades ya poseen su propio ceremonial: rezos, bendiciones y desfiles, costumbres relacionadas con la naturaleza como fuego, agua y hasta árboles, todo ello mezclado con placeres terrenales como comida, bebida y adquisición de recuerdos.

La santificación de tumbas y la peregrinación a lugares santos constituyen un fenómeno universal presente prácticamente en todas las religiones. En el judaísmo, existía la obligación religiosa de “aliá” (ascenso) tres veces al año al Templo, y posteriormente a su localización geográfica en Jerusalem:en Pesaj (Pascua), en Shavuot (Pentecostés) y en Sucot (fiesta de los Tabernáculos). Las peregrinaciones a las tumbas no constituyen un precepto sino una forma de tradición o de religiosidad popular.

La posición del judaísmo ante las tumbas importantes es ambivalente: por un lado, se “desconoce” el lugar de la tumba de Moisés, la personalidad más importante de su historia, probablemente para no convertir a una piedra en motivo de adoración:, pero por el otro, la Biblia cuenta que José pide que sus restos sean enterrados en Canaán, pedido que los israelitas cumplen, llevando consigo sus huesos durante 40 años para posteriormente enterrarlos en Nablus (Shjem).

No se encuentra en las fuentes judías del pasado ningún indicio de `peregrinaciones a tumbas. Es posible que el Talmud, tomando en cuenta que el `pueblo estaba disperso y carente de autonomía política y arraigo territorial `alguno, prefirió la relación con el tiempo, y no con el lugar físico como base`de la existencia judía;: el paso de oscuridad a luz, del día común a la santidad del sábado, y la tendencia cíclica hacia la redención representada por las fiestas de Pesaj, Janucá y Purim. El hecho de que en la Biblia y el Talmud, a excepción de las de Jerusalem y, en cierta forma, la de los Patriarcas (Mearat Hamajpelá), no haya indicios de peregrinaciones a tumbas, no significa que en esas épocas esos ritos no existiesen. La primerar referencia escrita aparece recién en el siglo Xl, aunque se sospecha que ya existían a principio de la era bizantina (siglo V). Su gran desarrollo tiene lugar en Israel en el siglo XVIII al fortalecerse el misticismo judío con la figura del maestro Ari y sus discípulos en Tzfat.

En algunos casos, a las tumbas visitadas se les atribuyen poderes para resolver problemas especíificoss de la vida, como la tumba de Rajel, que ayuda a la fertilidad femenina, o la de Yonatán Ben Uziel para encontrar pareja. Para el sionismo, el Muro de los Lamentos y la Tumba de Rajel se convirtieron en síumbolos del renacimiento nacional, independientemente de su importancia religiosa.

La propagación inesperada de creencias y místicas populares responde a necesidades auténticas y profundas de un segmento importante de la población actual de Israel. Estas manifestaciones, cuyos orígenes están en el pasado, constituyen una organización religiosa dinámica y elástica que se fortalece, renueva y adapta a la experiencia israelí contemporánea. Sin embargo, este fenómeno tiene opositores en círculos religiosos y ortodoxos, que lo considran una desviación de los caminos formales del judaísmo.

Numerosos sitios sagrados en el mundo judío son visitado anualemente por más de 8.000.000 de personas. Las “hilulot” más importantes, en las tumbas de los “tzadikim” considerados como nacionales, tienen lugar en Meirón (en la tumba de Rabí Shimón Bar Yojai), en Tiberíades (en la de Meir Baal Hanes) y en Netivot (la del Rabino Israel Abujatzeira, conocido como el Baba Sali). Estas “hilulot” atraen a miles de visitantes, por lo cual no puede ignorarse que constituyen un fenómeno que está moldeando culturalmente la sociedad israelí en este milenio.

El culto a los “tzadikim” lo realizan tanto los “jasidim” ashkenazíes (que visitan periódicamente y en grandes números la tumba de Rev Nachman de Braslaw en Ucrania), como los originarios de Yemen, India y Etiopía. Pero ninguna comunidad ha contribuído de manera tan significativa a estas ceremonias como los originarios de Marruecos, donde las mismas constituían una sólida tradición, por influencia del mundo árabe circundante.

Dos acontecimientos provocaron, a mediados de las décadas de 1950 y 1960, la inmigración masiva de los judíos marroquíes a Israel: El surgimiento del Estado de Israel en 1948 y la independencia de Marruecos del dominio francés, que creó inseguridad ante la aparición de un régimen nacionalista- árabe y musulmán. Esta inmigración fue la más grande y organizada hasta la reciente de la Unión Soviética.

La comunidad marroquí fue especialmente afectada por el cambio brusco de la tradición a la modernidad. Su asentamiento en ciudades de desarrollo y lugares alejados del centro político les hizo sentirse discriminados en lo económico; además la intolerante política educativa, que procuraba homogeneizar la sociedad israelí, trató de obligarlos a abandonar su tradición cultural, símbolo de su identidad étnica,e integrarlos al mundo sionista, laico y colectivista. La tradición de visitar a las tumbas de los “tzadikim” fue una de las más afectadas, puesto que éstas se quedaron allá, en la vieja patria.

Sólo en los años 80 y principio de los 90 se impone en Israel esta tradición popular, al cobrar este grupo étnico fuerza inusitada. Seguros ya de su identidad israelí, este ceremonial, reminiscencia del pasado, les concede identificación colectiva.

Las tumbas de “tzadikim” israelíes importantes, en especial Rabí Shimón Bar Yojái (en Lag-Baomer) y Rav Meir Baal Hanés (en el segundo día de Pésaj), objeto de peregrinaciones durante siglos, fueron, desde un principio, un imán para los inmigrantes marroquíes. Estos dos “tzadikim”, que encabezan el panteón judío, representaban tanto una continuidad cultural, puesto que les eran conocidas antes de llegar a Israel, como una renovación y un cambio. Se dice que el 60% de la población israelí han visitado esas tumbas, entre ellos los seguidores de diversos grupos de “jasidim”;pero sin duda alguna la mayoría de los visitantes son de origen marroquí, dando a estas festividades tintes del Magreb (zona de residencia de los judíos de Marruecos) en lo concerniente a sus ceremonias, vestimentas, música, comida e idioma.

A estas peregrinaciones se han sumado en los últimos añs las de dos “tzadikim” de nuestros tiempos, también de origen marroquí: la del Baba Sali (Rabí Israel Abujatzeira) y Rabí Shalom Ifargán, ambas en la ciudad de Netivot, en el sur del país. La “corte” del Baba Sali está encabezada por su hijo, el Baba Baruj, y se concentra alrededor de la tumba: una estructura espléndida, construida como un palacio marroquí, con varias cúpulas y con numerosos cuartos donde se venden “recuerdos” y velas para la tumba del “tzadik”. El rápido ascenso del joven Yakov Afargán (llamado el “Rayos X” por su presunta habilidad para diagnosticar y curar con sólo observar al enfermo), que encabeza la “corte” de la tumba de su padre, el “tzadik” Shimon Afargán, está creando serias escisiones en las cortes rabínicas de Netivot y afectando seriamente el prestigio internacional del Rabi Baruj.

Mientras los otros monumentos son de estilo marroquí, el rabino “Rayos X” construyó sobre la tumba de su padre una enorme pirámide cubierta de mármol, truncada en la parte superior, y que constituye la estructura más alta del cementerio.

Hace algún tiempo, asistimos a la “hilulá” del Rabino Afargán. “Hilulá” es una palabra proveniente del arameo que significa fiesta, alegría y que se aplica especialmente a la unión matrimonial. Según la creencia, el día del deceso del “tzadik” es el día en el que su alma se une a la del Creador, por lo cual es día de fiesta. La creencia popular acepta que el “tzadik se puede comunicar con el Todopoderoso e interceder por el visitante. Es por ello que el participar en esta ceremonia y el tocar la tumba crea una cercanía física y espiritual entre el creyente y el “tzadik”, y de esta manera es posible encontrar remedio para todo tipo de problemas y dolores. La ceremonia de la “hilulá” consiste en rezos al lado de la lápida, bendiciones del hijo del difunto o de quien encabece su “corte”, los donativos en forma de subasta para abrir las cuatro puertas que conducen a la tumba, el arrojar velas o cajas enteras hacia una enorme hoguera abierta y colocar telas, vestidos, velas, biberones, botellas de aceite o agua sobre la tumba, para que el simple contacto con algo tan santo convierta a estos objetos en amuletos por trasmisión mágica. Algo de la santidad del cuerpo que queda prendida en la tumba se trasmite.

En esta guerra de Netivot están involucrados millones de dólares que circulan en estas “cortes” ( sin control alguno de las autoridades impositivas); las mismas han establecido colegios y “yeshivot”, producto de enormes donaciones procedentes del extranjero y de creyentes que buscan bendiciones y remedio a todos sus problemas. Junto con la necesidad de dejar algo en la tumba del “tzadik” (generalmente un donativo), existe la de llevarse un recuerdo de la peregrinación y del lugar sagrado; retratos de los “babas”, botellas de aceite bendito o simples “hamsas”, amuletos en forma de mano que protegen contra el mal de ojo.

En otras tumbas y aun en el Muro de los Lamentos existe asimismo la costumbre de atarse en la muneca un hilo rojo, que constituye una protección o un amuleto contra todo tipo de males. En la antiguedad, este hilo rojo se colocaba sólo al visitar la tumba de Rajel, como ayuda contra la infertilidad, pero su uso en la actualidad está más difundido. El color rojo está ligado en las prácticas antiguas con la sangre, la vitalidad, la juventud y la salud.

¿Representa este fortalecimiento de la mística popular una negación del progreso, de la modernidad, o una desilusión ante los logros de la ciencia y de la tecnología? ¿ Hay en ella una regresión nostálgica a formas de vida existentes en la diáspora? ¿ O son una representación de la tendencia mundial a la mística hacia fines del siglo XX? ¿Puede considerarse el reparto de objetos bendecidos como una forma de presión política en las elecciones nacionales? Las respuestas pueden ser numerosas y requieren estudios más serios al respecto. Somos testigos de cuántos miembros del gobierno, del parlamento y de las clases ricas recurren a visitor a estos “tzadikim” dejando sustanciosos donativos.Pero de lo que no cabe duda es que estas costumbres constituyen un alejamiento de la esencia básica del Estado judío laico y moderno tal como se lo imaginaron los fundadores de Israel.

Acerca de Tzila R. de Chelminsky

Nacida en México y cursando sus estudios hasta la preparatoria en planteles de la red judaica, obtiene en la UNAM el título de Licenciada en Economía.Su actividad social en México y en Israel ha sido intensa, llegando a ser Presidenta de varias organizaciones. En Israel ha sido fundadora y directora del Fondo Rosario Castellanos para llevar a esas tierras la cultura mexicana. Ha sido agregada cultural de la Embajada de México en Israel de 1993 a 1998 y asesora en asuntos culturales hasta el día de hoy. Colaboró en varios periódicos y revistas en México y desde hace 13 años escribe mensualmente desde Israel en "Foro".

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