“Si cuando fui torturada y sentenciada a muerte por los criminales de la
Revolución Islámica iraní en la terrible prisión de Evin, alguien me hubiera
dicho que estaría hoy paseando en Jerusalén en una mañana soleada, creería que
es una broma macabra”, nos dice la escritora iraní Marina Nemat con una sonrisa
incompleta.
Incompleta porque, como ella dice y escribe en sus dos libros (“La prisionera de
Teherán” y “Después de Teherán”), “intento llevar una vida normal pero el
traumático pasado nunca te abandona”.
Y el pasado de Marina, nacida en 1965 en una familia cristiana de Teherán, es el
de muchos iraníes que desde 1979 osaron y osan protestar contra el régimen de
los Ayatolas. “Yo era una chica que le gustaba mucho la música de los Bee Gees,
fiestas, vida social en el colegio, etc. Cuando la revolución islámica se
impuso, de repente te dicen que la música es ilegal, que ir cogidos de la mano
con tu novio en un lugar público es ilegal, ir con colores alegres está
prohibido…. Debíamos ir vestidas lo más cubierto posible. Más del 90% de los
profesores fueron sustituidos por gente del régimen que enseñaban propaganda y
denunciaban a cualquier chaval que se pronunciaba en contra”, relata en
Jerusalén donde participa en su 25ª edición del Festival literario de la ciudad.
A diferencia de Tahrir del 2011, Teherán de los 80 no disponía de a Facebook o
Youtube: “Ojalá hubiéramos tenido Internet para denunciar las milicias de la
revolución islámica. Yo entonces pensé que era muy joven para que me pasara
algo”.
Pero pasó. “A los 16 años me arrestaron dos hombres armados. Entraron en mi casa
y cuando salí del baño me encontré con dos armas apuntando mi cara. No tenía
miedo porque estaba en estado de shock. Pensaba que me harían alguna pregunta y
punto. Me equivoqué. Cuando llegue a la cárcel, centenares de personas estaban
sentados en el suelo y en silencio. Quien se atrevía a hablar era golpeado”.
En ese momento no sabía el significado de Evin ni que en los siguientes dos años
iba a ser torturada y humillada esperando su lenta muerte. “El dolor es
indescriptible. La tortura no tiene como objetivo sacar información sino romper
tu alma. Lo sé porque he estado allí. Cada noche escuchaba gritos. Cada noche
había ejecuciones masivas”.
Cuando parecía que su destino era morir en el olvido de la cárcel y el
fanatismo, apareció su inesperado Mesías. Lo tenía muy cerca. Era su verdugo.
“Un día, el guardia Ali me miró a los ojos y me dijo: “Mira, estas sentenciada.
Vas a ser mi esposa y hacer lo que yo te digo o tu madre, padre y novio serán
detenidos”, explica Marina confesando, con aparente sentimiento de culpa, haber
aceptado la propuesta. “No quería ver con mis propios ojos cómo torturaban a mi
familia al igual que otras mujeres que se negaron a la propuesta”, justifica.
Una decisión que le otorgó en su momento el calificativo de “traidora”.
Marina recuperó su libertad pero perdió su identidad. Fue obligada a casarse con
su torturador, convertirse al Islam y cambiar su nombre. No duró mucho en su
doble cárcel y en el 91 consiguió escaparse de su marido y país, emigrando a
Canada. 18 años después y ya madre de dos hijos, decidió romper el silencio
poniendo sobre el papel toda su tragedia. La suya y la de otros muchos. “Hoy en
día hay 6000 presos en Irán que sufren lo mismo que yo”, detalla la escritora.
Su primer libro fue publicado en 28 países.
No oculta su emoción por estar en Jerusalén. “Cuando acepté la invitación del
Festival y decidí venir, me insultaron y atacaron en Facebook. Respondí que no
vengo como política sino para conocer un lugar tan importante como Jerusalén.
Estoy dispuesta a ir a cualquier parte del mundo y por supuesto me encantaría ir
a mi patria, Irán, pero sé que seria detenida, torturada y ejecutada. El régimen
me odia porque llevo 30 años denunciando que secuestra y masacra al pueblo
iraní”.
¿Los jóvenes de Teherán tendrán el mismo éxito que los de Tahrir?, preguntamos.
“No pierdo la esperanza pero a día de hoy es casi imposible según las
conversaciones que tengo con muchos amigos y conocidos en Teherán. Uno de ellos
me dijo: ´Mubarak es un buen tipo comparado con el brutal Ahmadineyad que no
tiene ningún problema en matar a los manifestantes. Como se ´ha demostrado, no
ahorra en medios para reprimir cualquier protesta”.
Tras insistir que no tiene miedo, añade: “Muchas veces he pensado qué pasaría si
me encontrara cara a cara con Ahmadineyad. Me he prometido que no intentaría
matarle… Le diría lo que él niega y no dice al mundo, lo que es ser juzgada
por la Sharia y lo que es ser torturada”.
Difusion: www.porisrael.org
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