Durante siglos, la religión ha jugado muy bien sus cartas como medio de manipulación social alrededor de la historia. Debido a que época tras época, ha sido abanderada en la conquista de más de un Imperio o Estado en diferentes partes del mundo, a raíz de que la fe depositada dentro del quehacer político, se transformó en un medio de manipulación frente a la ciudadanía, con un evidente interés económico detrás, el cual es muy lucrativo moviendo montañas de dinero, en cualquier lugar del Planeta.
Eso lo tienen muy claro países como Siria que en éstos momentos, se han transformado en capos de batalla en donde lo que ésta en juego, no solo es su soberanía, sino también su libertad y dignidad, junto con todos los recursos naturales que les pertenecen y donde mercenarios han disfrazado su discurso de control y manipulación, mediante creencias religiosas totalmente tergiversadas, para apoderarse de una parte de la historia del Mundo que nos pertenecía a todos, como un legado universal que debíamos albergar para las futuras generaciones.
Por ello, los pueblos que no tienen memoria no reconocen de donde vienen, ni hacia donde van, estando destinados a repetir sus mismos errores una y otra vez, para luego, no quejarse de lo acontecido que al final de cuentas, será responsabilidad de cada uno, si se mostró indiferente desde su estado de confort personal, ante una situación que ya no puede catalogarse como individual. Porque la libertad y el respeto a las diferencias es un asunto de todas y todos en ésta aldea global que llamamos Mundo; donde debemos aprender a convivir los unos con los otros, sin distinción alguna y menos imponiendo fundamentalismos religiosos de corte totalitario.
En la actualidad éste fenómeno está creciendo en demasía en diferentes países, donde las ansías de poder y control social frente a los más desposeídos, se incrementan durante cada campaña electoral, en pro de unos pocos que se han acostumbrado a lucrar con el dolor ajeno y la desesperación de pueblos carentes de educación, que necesitan de un “pastor” que guíe no solo sus almas y conciencias, sino también la prestación de bienes y servicios como moneda de intercambio, donde todas y todos somos objeto de un gran negocio que a todas luces es la fe, a través de la administración de las políticas públicas como medio de control social.
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