El pensamiento racional, se refiere a aquellos objetos que se hallan libres de contradicción y que poseen una verdad y naturaleza consistente, no siempre se refiere a los seres humanos. La ciencia no ha sido capaz de proveer la paz interna anhelada, hay que buscarla en otros espacios. No somos seres homogéneos, sino una extraña mezcla de ser y no ser, de dudas existenciales, decimos si, pensando en no. Somos entes racionales, espirituales y tenemos emociones. La religión ha sido un sostén espiritual a lo largo de la historia.
Esta puede ser vista desde dentro por aquellos que la han convertido en su camino con características diferentes a lo que se ve desde fuera; estos lo hacen con una mirada crítica que no permite un análisis real, han perdido el candor para escuchar y aprender. Son dos caminos paralelos que nunca se van a encontrar y sólo producen animosidad y polémica entre las dos corrientes. Los extremos existen y también hay puntos medios.
Escuchar a Dios es una alternativa que ha funcionado a lo largo de la historia del mundo. Lucero comenta enojada no puedo discutir con Rogelio es un fanático atrapado en la peor de las redes, la del convencimiento de la supremacía de la razón humana. Se ha entregado por completo al mundo moderno con falsas imágenes publicitarias. No puede ni sabe escucharme, se nos han cerrado algunos caminos que teníamos en común. No quiero que cambie, sino que acepte que yo tengo mis propias creencias religiosas y para mí son válidas. ¡Tolerancia!
Este resurgimiento actual viene después de que la religión en occidente fue desplazada por considerarla anticuada; existen algunos rasgos de la modernidad asociados a matar o eclipsarla; algunas personas se sometieron a un nuevo dios llamado libertad, el cual aparentemente nos induce o permite hacer lo que queremos sin respetar normas ni reglas impuestas. Me llegan reportes de desmanes cometidos por los jóvenes “libres o libertinos” en las fiestas acompañados de bastante más alcohol que el permitido. ¡No hay límites! Las consecuencias pueden ser y han sido muy graves.
Algunos que han caído en este exceso viven con dos facetas; por un lado se llenan de satisfactores aparentes de todo tipo y en secreto se sienten hartas de sí mismas y desean abordar ese otro yo, el yo verdadero. No saben donde está ni como llegar a esa meta, no tienen claro hacia donde seguir. Hay confusión y dolor.
Incluso se ve con frecuencia la incapacidad para comprometerse afectivamente, hasta el deseo de hacer familia en ciertos núcleos sociales está desapareciendo. Se vive en la frivolidad y constante diversión, lo cual viene pegado a una terrible soledad y problemas de toda índole. La parte afectiva se ha transformado en una pseudo sexualidad momentánea. Una justificación escuchada con frecuencia es de que no es fácil compaginar el estilo de vida anticuado, se refieren a principios religiosos y éticos; dicen que no encajan con la modernidad. ¿Qué entenderán por modernidad?
Sin embargo, algunas personas que escogieron esta vereda comentan que esa libertad buscada en forma intensiva, los ha dejado con un vacío, se han convertido en personas hambrientas y anhelantes de tener todo lo que ven; tanto al adquirirlo como al no adquirirlo, su angustia y ansiedad aumenta. Se van quedando a la deriva. Algunos, no todos, en un acto reflexivo de conciencia, se preguntan: ¿Me gusta el vivir que estoy viviendo? ¿En este hastío puede surgir la religión? A lo mejor si, a lo mejor no.
El principal problema es tratar de comprender a la vez el movimiento por el cual la modernidad sigue socavando la credibilidad de todos los sistemas religiosos y otro por el que hace surgir al mismo tiempo nuevas formas de creencia. Una gran paradoja. Un aspecto interesante en esta lucha es la libertad que se otorgan los individuos de “remendar su propio sistema de creencias adaptado a lo validado institucionalmente. Se han creado nuevas formas de religiosidad, nuevas representaciones de lo sagrado adaptadas a las tradiciones de las religiones históricas.
En nuestro medio, la brecha se ha abierto. Múltiples familias han regresado a la religión de sus padres y abuelos y muchas otras están totalmente alejadas de estos principios. Incluso en una misma familia algunos hermanos están de un lado y otros del otro. En el medio, podemos encontrar a quienes no son practicantes pero su corazón alberga cierto temor y un gran respeto por los principios religiosos que durante miles de años nos ha encaminado. Insisto en que la convivencia entre cada polo se ha hecho complicada.
La religión no se convierte en una carga, sino que produce un sentido de obligación que en lugar de ser una restricción o compulsión es la expresión de un ideal positivo de libertad humana. El ideal religioso de pureza nos permite aprender que hay que evitar ciertas cosas y abstenerse de ciertas acciones. Su total comprensión requiere de ciertos estudios. Surge la pregunta ¿Qué han encontrado aquellos que han escogido el camino tradicional o religioso?
¿Quien no ha estado en discusiones sin fin que se llevan acabo entre quien ataca y quien defiende? Cada opositor se erige como si su verdad fuera irrebatible y la discusión no tiene final. El enojo y la pasión con la que se discute va en aumento y si no se frena pueden haber platos rotos. No hemos aprendido a escuchar los puntos de vista del otro. La religión es un tema delicado. ¿Será que nos tocan en lo profundo? Es mejor no prestar oídos.
Hay puntos de vista que no se pueden compaginar pero la necesidad de atacar con agresividad y fiereza aumenta sin cesar. Cada quién habla un lenguaje que el otro no comprende ni quiere comprender. ¿Hasta donde llegará esta situación? ¿Podremos aprender a respetar aunque no estemos de acuerdo?
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