¡Canta, oh mujer estéril que no ha dado a luz! ¡Prorrumpe en canto
y gozo, tú que no has estado en parto! Pues más numerosos serán
los hijos de la desolada que los hijos de la casada.
Isaías 54:1
Lo que nunca cambia..
Es que todo cambia. Todo se modifica día a día o en años, o en siglos, tanto para el colectivo como para cada individuo tomado en singular.
La Haftará o capítulo de los profetas leída junto a la Parashá Ki Tetzé el Shabat pasado, alude entre otras cosas, que la esperanza de resurrección nacional y particular tiene basamento en esa cinética o movimiento que conjuga el deseo divino con el hacer humano.
Para concluir el primer bloque, no debemos olvidar que el pueblo de Israel y cada judío tiene un socio mayoritario, al cual debemos considerar en nuestra doble condición de hijos y siervos.
Nuestros antepasados y nosotros.
Siendo que estamos transcurriendo el más largo y cuarto de los exilios (Galut Roma), y la diáspora se compara siempre con la noche larga y en apariencia interminable. Igualmente, al estudiar la extensa historia del pueblo judío, podemos apreciar ciertas diferencias, entre la Fe visceral de nuestros antepasados en siglos pasados. Ya que ellos, nuestros abuelos creyeron, pero no vieron, y no obstante sufrieron terribles persecuciones y matanzas, pero no resignaron su religión y la firme convicción en el cumplimiento de las promesas divinas y la redención final.
Por el contrario, nosotros, aquellos iehudim, que, por nacimiento, hemos podido vivir entre los dos últimos siglos, somos testigos oculares y directos, como se pasa de sufrir la Shoá o la mayor catástrofe nacional de nuestro pequeño pueblo, y a los pocos años, maravillarnos con la Creación del nuevo Estado de Israel (con todos los cuestionamientos y dificultades) en gran parte de la patria ancestral.
Reflexión final.
Mi padre Samuel Daitch Z”L, me repetía siempre que los ojos no están en la nuca. Es decir, la vida como los autos marchan (habitual y naturalmente hacia adelante). Y la Torá conjuga en forma magistral, las enseñanzas del pasado, para seleccionarnos y ver cómo conducirnos adecuadamente en nuestro presente y a futuro.
Para concluir, el estudio de la Torá es un bálsamo y alimento para nuestra sufrida alma, muchas veces confundida y castigada.El legado divino nos inyecta esperanza y confianza, tanto a nivel personal, como a nivel del colectivo, y tal como se han cumplido las profecías de destrucción, podemos tener derecho a pensar que estamos a las puertas del cumplimiento de las profecías de la redención final, con la llegada del Mashiáj, y la reconstrucción del nuevo Bet Hamikdash en nuestros días.Amén.
Buenos Aires-Argentina.
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