La salida indecorosa de Cohen Sabban de la DAIA

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La salida abrupta de Ariel Cohen Sabban de la presidencia de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) trajo a mi memoria una frase del diputado Waldo Wolff, enviada en un mensaje público por whatsapp el pasado mes de marzo: “Hay algunos dirigentes de instituciones de la comunidad judía argentina que me dan lástima”. Habiendo sido vicepresidente de la DAIA, Wolff sabe de lo que habla. Un balance superficial de la gestión de Cohen Sabban, con una debacle salpicada por el escándalo, confirma con creces esa aseveración.

Según ha alegado Esmeralda Mitre, él quiso extorsionarla materialmente por haber ella banalizado el Holocausto y se propasó sexualmente durante un encuentro privado. Dice tener audios de whatsapp que avalan sus dichos. Allegados a Sabban aseguran que el entorno de Mitre le tendió una trampa. ¿Pero qué interés podría tener una de las familias más tradicionales del país en conspirar contra el presidente de la comunidad judía? Más bien, deberíamos hacernos otras preguntas, ¿Por qué fue el presidente de la DAIA a reunirse en solitario con la actriz? ¿Por qué  en su domicilio particular? La verdad con seguridad emergerá. Por lo pronto, queda claro que la DAIA manejó muy mal todo este asunto desde el principio y terminó antagonizando a una miembro de la familia fundadora del diario La Nación.

Repasemos. Poco tiempo atrás, Esmeralda Mitre tuvo una expresión desafortunada sobre las víctimas judías del Holocausto. Durante una entrevista en la que quiso defender a su ex marido Darío Lopérfido en referencia a sus dichos sobre la cantidad de desaparecidos argentinos, acotó: “Dijeron que eran seis millones pero no eran tantos”. La DAIA repudió su afirmación y la convocó a una reunión. Mitre asistió, lloró y se disculpó. Al salir dio una entrevista en la que declaró: “Jamás estuvo en mí injuriar a la comunidad judía… Pido perdón y me retracto por haber ofendido a la más grande tragedia de la humanidad”. Informó, además, de su compromiso a asistir a una visita guiada al Museo del Holocausto de Buenos Aires. Ahí debió concluir este episodio. Sin embargo, Cohen Sabban lo estiró. “La DAIA no tiene potestad para disculpar en absoluto… Ella pidió perdón pero nosotros no podemos otorgar perdón por aquellos que fueron masacrados en la época del Holocausto”, sostuvo con solemnidad el presidente en declaraciones a TN Show.


¿De veras? En septiembre del año pasado, el rabino Daniel Goldman hizo una infeliz equiparación de las literas de los trabajadores marginales de una barraca convertida en dormitorio en Chaco con el campo de exterminio de Auschwitz. La DAIA emitió un comunicado de condena. El templo Bet El, en el que Goldman viene siendo su líder espiritual por décadas, protestó ante las autoridades de DAIA, entonces la institución dio marcha atrás. Sacó otro comunicado, esta vez pidiendo disculpas al rabino Goldman por la presunta ofensa a su persona. El párrafo relevante decía así: “…Habiéndose reunido las autoridades de la comunidad Bet El y de la DAIA y habiendo brindado esta última las explicaciones y aclaraciones pertinentes, transmitimos nuestras sinceras disculpas al rabino Daniel Goldman… aclarando que el comunicado no tuvo cariz personal y que no ha sido intención de la DAIA agraviarlo o provocarle malestar alguno”. Cabe subrayar que Goldman, a diferencia de Mitre, no se disculpó en público por su propia banalización de la Shoa.

De esta forma quedó establecida una doble vara para esta cadencia de DAIA en lo concerniente a su reacción ante banalizaciones del Holocausto.

Un par de meses después de la polémica DAIA-Goldman, otra controversia dejó al descubierto la incapacidad de la actual dirigencia de DAIA para lidiar con estos asuntos. La periodista Úrsula Vargues generó un alboroto al decir que “los judíos gobiernan, hace mucho, el mundo de las comunicaciones. No entiendo por qué nombrarlos los lastima… La religión ya no es una excusa para victimizarse”. La DAIA repudió sus exclamaciones e, innecesariamente, la invitó a su sede. Durante la reunión con los dirigentes judíos, Vargues se disculpó. Pero al terminar la reunión, estando todavía en las oficinas de la institución judía, la periodista se desdijo ante la cámara de Infama: “No puedo pedir disculpas de algo que no tuvo intención de lastimar”. DAIA anunció que iniciaría acciones legales en su contra. Otro papelón institucional.

Este tipo de contradicciones ha sido la marca registrada de la gestión de Cohen Sabban. Fui asesor político de la DAIA y puedo dar cuenta de un caso, de dominio público, que me involucró. En nombre de la institución organicé junto al Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) y al Consejo Nacional Armenio (CNA) un panel sobre negación del Holocausto judío y del genocidio armenio en el Archivo Nacional de la Memoria. El portal del Ministerio de Justicia de la República Argentina y la Radio Pública de Armenia anunciaron el evento y asistieron autoridades del INADI y del CNA, más no fue un solo dirigente de la DAIA. ¿La razón? Dos horas antes se llevaba a cabo el brindis anual del organismo judío en un hotel palermitano. Prioridades institucionales. Unos meses después, Cohen Sabban y otros dirigentes viajaron a Polonia e Israel, y eligieron hacerlo con Turkish Airlaines; es decir, volaron con la aerolínea nacional de Turquía, la del mismo estado que niega el genocidio armenio. En Turquía, según informó la agencia de noticias Prensa Armenia, “Las autoridades de la DAIA presentes agradecieron la recepción y la posibilidad de dialogar con los referentes más importantes del gobierno turco, y manifestaron su preocupación por la problemática entre Turquía y el pueblo armenio”.
En otras palabras: el mismo hombre que no fue capaz de desplazarse del barrio de Palermo al de Núñez para hacer acto de presencia en un evento conjunto de INADI, el CNA y la institución que él presidía, ni envió a nadie en su representación, se mostró preocupado por la causa armenia ante el gobierno turco, en Asia.

El caso Mitre es el último eslabón de una larga cadena de desaciertos. La renuncia de Cohen Sabban debe ser el inicio, no el fin, de la toma de responsabilidades. En el diario judío Iton Gadol, Eduardo Chernizky, un periodista bien informado de los asuntos comunitarios, escribió que las autoridades de DAIA conocían los hechos por más de una semana y aun así no exigieron la salida del presidente. Lo hicieron recién cuando el escándalo tomó estado público. Así lo admitió ante Clarín el vicepresidente y ahora sucesor, Alberto Indij: “En el día de ayer y ante la situación compleja que se desencadenó sobre todo que comenzó a circular en las redes sociales, que es muy serio, le pedimos la renuncia a Ariel”. Y el comunicado que emitió la institución dice que su consejo directivo “ha solicitado la renuncia a su Presidente, Ariel Cohen Sabban, a partir de los hechos de público conocimiento”. Esta tardanza es inaceptable. Cuando menos, las máximas autoridades (en la práctica ellas son el vicepresidente, el secretario-general y el tesorero) deberían renunciar también.

El ahora desdichado Ariel Cohen Sabban ha provocado uno de los más graves episodios que le ha tocado vivir a la DAIA en sus más de ochenta años de historia, y uno de los incidentes más incómodos para la comunidad judía en su conjunto. Su gestión -eficiente en lo financiero pero inepta y desprolija en lo político- pudo sostenerse en el tiempo a fuerza del apoyo de sus cómplices en el liderazgo, sus compinches en el sendero. Su renuncia marca un trágico fin político para su persona. Debiera también marcar el comienzo de una nueva era de dirigentes más idóneos al mando de la institución.

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