La salud como negocio: Un concepto fallido

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La recuperación de la salud ha sido desde tiempos remotos una de las preocupaciones fundamentales del hombre, y lo sigue siendo. Pero a pesar de múltiples avances tecnológicos y médicos, los sistemas de salud de muchos países están en crisis. ¿Cómo se llegó a ello?

A principios del siglo XX, los que se enfermaban acudían al doctor y le pagaban igual que al plomero o al maestro de música. Pero las posibilidades de tratamiento médico fueron avanzando, y también los costos. Cuando éstos llegaron a cierto nivel, entraron al juego las compañías de seguros. Aunque poca gente podía solventar por sí misma una enfermedad mayor, ello se volvía posible con el seguro médico. Esa pareció la solución al problema de recuperar la salud, y la mayoría de la gente la adoptó, al menos en E.U.

Pero hubo otros métodos. Tras la Segunda Guerra Mundial se dio en el mundo una fuerte influencia socialista, y naciones como Inglaterra establecieron un sistema de salud socializado. Incluso en México empezó a funcionar desde 1943 el Seguro Social, destinado a los trabajadores. Los estadounidenses se resistieron a adoptar esos esquemas por considerar que constituían “la antesala del comunismo”. Pero en las últimas décadas han surgido cada vez con más frecuencia señales de que los sistemas de salud, sobre todo los privados, están en crisis.


El síntoma más obvio de ello es el gran número de personas que carecen de seguro médico (cerca de 50 millones en E.U.). Desde el punto de vista comercial es comprensible que las aseguradoras rechacen a quienes más necesitan sus servicios, como los enfermos de lupus, cáncer, sida, diabetes, etc. Pero es inadmisible desde una perspectiva ética o social, como lo sería que las escuelas dejaran fuera a los que no saben leer o sumar, es decir, a los más urgidos de conocimientos.

La anterior no es la única característica negativa del sector privado de salud. Aun con seguro, hay problemas. Están las exclusiones por “preexistencia” (de la enfermedad). Los sustanciales pagos a cargo del asegurado. El riesgo de agotar la suma asegurada. La posibilidad de que el seguro no reembolse lo gastado, argumentando que no se declararon padecimientos anteriores. Abunda también la información sobre cirugías y estudios innecesarios, comisiones a doctores, etc., es decir, fallas no propiamente médicas sino derivadas del afán de lucro.

Las quejas sobre el sector salud de E.U. no son nuevas, pero fue quizá el cineasta Michael Moore quien con su película Sicko las trajo a primer plano. Desde entonces han surgido, una tras otra, revelaciones sobre las deficiencias del sistema. El programa televisivo “Getting Sick in America” mencionó, entre muchos casos, el de un bebé prematuro que debió permanecer un par de meses en el hospital. Cuando finalmente pudo salir, su cuenta ascendía a ¡900,000 dólares! La reportera Lisa Girion de Los Angeles Times ha expuesto numerosos casos de prácticas cuestionables de las aseguradoras. Para el caso de México, en FORO de 2008 publicó Gabriel Katz: ¡Cuidado con los seguros de gastos médicos!

Pese a las abundantes señales de que el sistema médico privado se está hundiendo, en México se copia acuciosamente. Lamentablemente, cuando en E.U. empiezan a notar que algo no funciona, aquí se sigue imitando como si fuera una panacea. La falla fundamental del sistema médico privado es su exorbitante costo. Un artículo reciente del New York Times (ago. 2009) menciona cuentas de 12,712 dls. por una cirugía de cataratas, de 23,500 dls. por una de apéndice, de 6,000 dls. por tres puntadas en la boca a un niño que se golpeó, etc.

El sector salud estadounidense ha crecido hasta constituir el 16% de la economía. Algunos dicen que por “la tecnología”. Otros afirman que la atención médica no alcanza para todos y se raciona vía precios. Se habla de que los costos “se dispararon” o “salieron de control”. Pero considero que subieron principalmente porque la medicina privada está orientada a subirlos, y lo logró con métodos ante los cuales no tienen los usuarios defensa, aunque abrazan las pocas posibilidades que se les ofrecen, como los medicamentos genéricos.

Existen muchos trucos para elevar las cuentas médicas. Antes, por ejemplo, algo sencillo como destapar los oídos se incluía en el precio de la consulta; ahora tiene cargo extra. Lo mismo pasa con la criocirugía, común en dermatología. ¿Y entonces qué servicio al paciente comprende la “consulta”? Al parecer, que el médico le diga: “Buenos días, ¿en qué puedo servirlo?”. La ética médica, que proporcionaba una barrera contra la elevación desmedida de precios, se ha desplomado, con honrosas excepciones.

Los hospitales piden al paciente, como primer requisito de ingreso, firmar un pagaré (voucher) en blanco. No le informan del costo de su tratamiento pues, dicen: “no sabemos qué vaya a necesitar”. Si le proporcionan una aspirina, le cobran una caja, etc.

Por su parte, las farmacéuticas ofrecen presentaciones con demasiadas tabletas, o con menos de las necesarias para completar el tratamiento (para que haya que comprar otra caja), o inflan artificialmente el precio del medicamento más reciente.

El ganador del Nobel Richard Roberts se refirió en una entrevista (La Vanguardia, jul. 2007) a la investigación sobre medicinas que pudieran haber acabado con una enfermedad: “… las farmacéuticas a menudo no están tan interesadas en curarle a usted como en sacarle dinero, así que esa investigación de repente es desviada hacia el descubrimiento de medicinas que no curan del todo, sino que cronifican la enfermedad…”.

Personalidades estadounidenses a menudo califican la situación de “irracional”, “locura”, etc. Esto es erróneo: se trata de un sistema de extorsión bien organizado que cuenta con la complicidad pasiva de las autoridades. Cuando a los padres del niño que se golpeó la boca, el hospital les presenta una cuenta de 6,000 dls., ello no tiene nada de irracional. Es simplemente un atraco. Podrían las autoridades (de E.U, México, o cualquier otro país) fácilmente detener estos atracos mediante legislación adecuada, como lo hicieron en el pasado con el “asalto en despoblado”. No lo hacen porque manejan la ficción de que se trata de una transacción comercial bajo las reglas del “libre mercado”, cuando en realidad alguien que se presenta sangrando en una sala de urgencias evidentemente no está en posición de negociar.

Muchas cuentas médicas contienen una componente ilegítima que no es producto de un acuerdo entre las partes, sino de la sorpresa o la extorsión. Para los ejemplos mencionados, esta componente podría alcanzar el 90 por ciento, y para el gasto total de salud de E.U., de unos 2.5 billones (trillion) de dólares al año, acercarse quizá al 50 por ciento.

La reciente epidemia de influenza mostró una limitación adicional de la medicina privada: de poco sirve contener una epidemia en regiones donde la población tiene acceso a la medicina privada, si se propaga en otras donde no hay tal acceso.

El primer paso para resolver el problema es reconocer que la medicina privada es inoperante en su forma actual como sistema primario de salud. Orientada a maximizar ganancias, para ella la mejor población es la población enferma. Una de las mayores paradojas (por llamarle de alguna manera) de salud de los E.U., es el hecho de que por años las autoridades no hicieron nada por contener la expansión de la obesidad, aunque en realidad la paradoja no es tal, ya que a más obesidad, mayores ingresos para médicos y hospitales privados.

En cambio, un sistema público de salud debe buscar que la gente se enferme lo menos posible. Debe tener programas de prevención (de obesidad, diabetes, etc.) y detección temprana. Promover buenos hábitos alimenticios y desalentar el consumo de tabaco y alcohol. Cuenta para ello con reglamentos, restricciones a la publicidad, etc. Podría incluso convenirle construir parques y fomentar los deportes, para que la gente se mantenga sana.

Un sistema público no va a pagar a los médicos como uno privado. Ni 30 ó 40 mil pesos por una cirugía, ni por cada visita al enfermo. Tampoco una escuela pública genera un cobro cada vez que el maestro revisa un cuaderno, o que el alumno utiliza la biblioteca. Es posible dar bonos a los médicos por mejoras en la salud de los pacientes, pero no en función ¡del costo del tratamiento!

La medicina privada podría participar en la atención de problemas menores, que son los más frecuentes: faringitis, infecciones estomacales, etc., por cuyo tratamiento muchos estarían dispuestos a pagar en vez de acudir a hospitales públicos. Asimismo, podría ocuparse de las lucrativas cuestiones estéticas, e incluso funcionar en combinación con el sistema público, pero buscando mantener a los pacientes sanos y no cobrarles lo más posible.

Para enfermedades mayores, la población debe tener la opción de acudir al sistema público, que necesita dar un servicio, si no de lujo, sí de calidad. Se eliminarían las aseguradoras, y desaparecería el complejo proceso de venta del seguro, de selección de los asegurados, de aprobación de cada reembolso, etc. Si pensamos en una escuela pública (aun una high-school estadounidense), ésta no selecciona a sus alumnos. Si viven en su distrito debe aceptarlos.

Una de las principales metas de los países que se dicen democráticos debe ser un sistema de salud pública amplio, que no sólo brinde un servicio de ínfimo nivel para los más pobres. Y necesitan sus autoridades jugar un papel activo en contener los costos de la medicina privada: exigir la transparencia de precios en hospitales, regular la práctica de pagarés en blanco, promover la formación de médicos, etc.

Es cierto que los sistemas públicos suelen presentar abundantes deficiencias. En México nos hemos acostumbrado a ver los servicios públicos y los lugares donde se imparten, como de tercera categoría: viejos, atiborrados, etc. Pero aun así, el sistema público atiende un impresionante número de enfermos. De primera mano sé de pacientes sometidos exitosamente a cirugías mayores, que no cayeron en la ruina financiera. Las fallas del sistema no se deben a un concepto erróneo, sino al descuido y la corrupción. Pero deben corregirse para lograr, como en muchos países europeos, servicios públicos efectivos.

La reforma de los servicios de salud en E.U. y sus imitadores tendrá sin duda adversarios formidables: médicos, aseguradoras, hospitales, etc., que se aferrarán con uñas y dientes al lucrativo sistema actual. Antes invocaron el espantajo del comunismo; ahora la “libertad de elección”. La elección sin duda es agradable, pero cuando a alguien se le detecta, por ejemplo, un cáncer de pulmón, creo que le preocupará menos la posibilidad de elegir, que iniciar el tratamiento lo antes posible, sin quedar arruinado. Creo que a mucha gente le proporcionará gran alivio saber que, ante una enfermedad mayor, tiene una opción alternativa a la de caer en manos de extorsionistas.

1 comentario en «La salud como negocio: Un concepto fallido»
  1. Muchas gracias por este articulo.
    Estoy de acuerdo que esos sistemas "de salud" son negocios.
    Yo los veo mas como una mafia.

    El presidente Obama quiso cambiar esas practicas, pero desde un principio se vio la enorme oposicion.

    Oposicion de "Adoradores del dios "dinero".

    Responder

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