Cerca de un tercio del libro del Éxodo está dedicado a consideraciones relativas a la existencia de dos tiendas en el desierto. En una de ellas se encuentran objetos sagrados y sirve, por así decirlo, de ’embrión’ del templo que con el tiempo se construyó en Jerusalén.
La otra estaba vacía, era simplemente un lugar donde uno “se encontraba” con Dios.
Israel nunca ha sido de una misma opinión respecto a la presencia de Dios. Por lo tanto, en la literatura de Israel y Judá co-existen dos visiones del culto. En una Dios esta presente en un lugar específico, en la otra, Dios se presenta cuando se lo invoca.
La destrucción del Templo por los romanos bajo Tito, en el año 70 E.C. extinguió la afirmación de que la presencia de Dios sólo puede ser encontrada en un lugar preciso y a través de procedimientos y objetos de culto.
En sí, esta fue una manera de afirmar que Dios escapa la manipulación humana.
De hecho, el efecto más importante de la destrucción fue reforzar la comprensión de que la presencia de Dios se efectúa cuando en se está en comunión con Su propósito en el universo.
La idea que llegó a ser la dominante en el judaísmo no es que se encuentra a Dios acudiendo a un específicamente equipado “tabernáculo,” sino que reuniéndose en una “tienda” vacía que se llena con su presencia.
La afirmación de la “tienda de reunión” es que la toma de conciencia de la presencia de Dios es lo que permite a los seres humanos encontrar su propósito en el universo; conferir a su propia existencia un significado histórico, y a cada individuo armonizar su propio destino final.
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