La Tierra Prometida.

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En Génesis 15, D-os le promete a la descendencia de Abram, que luego se transformaría en Abraham, una tierra que va desde Egipto hasta el río Eufrates. De esta manera dice Shlomo Sand (The artificial creation of the Land of Israel), los autores de los primeros libros de la Biblia, que muy probablemente vinieron de Babilonia, incorporaron parte de su tierra de origen a la teológica Tierra Prometida. En el libro de Números, el límite de dicha promesa, será, al sur el desierto de Zin, por la frontera de Edom. Para la frontera oriental, se trazará una línea desde Hazar-Enán hasta Sefam y la línea descenderá de Sefam a Ribla, sobre el lado oriental de Aín; y luego seguirá descendiendo hasta alcanzar la ribera sobre el lado oriental del mar Kineret. Esta continuará su línea descendente hasta el Río Jordán y su término será el mar Salado. Según Sand, estas fronteras incluyen a Ammán, la Cuenca de Damasco y la ciudad libanesa de Tiro. En Josué, 3 y 4, la Tierra Prometida es desde el desierto y Este del Líbano hasta el gran río Eufrates, toda la tierra de los heteos hasta el Mar Grande que está hacia la puesta del sol.

En Ketubot, uno de los libros del Talmud Babilónico, donde se recogen las discusiones rabínicas de múltiples academias ubicadas en el exilio, se encuentra el siguiente texto: El pueblo de Israel no escalará el muro (emigración colectiva a Eretz Israel). En segundo lugar que el Señor, bendito sea él, exhortó a que el pueblo de Israel no se rebelara contra las naciones del mundo; y en tercer lugar por la que el Señor, bendito sea él, exhortó a los idólatras (las naciones del mundo) para que no oprimieran demasiado a Israel (Ketubot 13, 111). Las solemnes exhortaciones se relacionan con tres versos que se repiten en el Cantar de los Cantares. Como le explicara el filósofo Moses Mendelssohn (1729-1786) al antisemita teólogo cristiano, Johann David Michaelis, quien fuese precursor del pensamiento que los judíos tenían por única patria a Eretz Israel, que el Talmud nos prohíbe incluso pensar sobre un regreso a Eretz Israel por la fuerza ( es decir intentar alcanzar la redención mediante el esfuerzo humano). Sin los milagros y señales mencionados en las Escrituras, no tenemos que dar el más mínimo paso en la dirección de forzar un regreso y una restauración de nuestra nación. El Cantar de los Cantares expresa esta prohibición en un verso de una manera algo mística y sin embargo cautivadora: Yo os conjuro, oh hijas de Jerusalén, por los corzos y las ciervas del campo, para que no levantéis ni despertéis mi amor hasta que él quiera ( Cantar de los Cantares 2,7 y 3, 5).

En 1896, Moritz Güdemann era el gran rabino de Viena. Ese año, Theodoro Herzl, fundador del sionismo político, describiría su programa mediante el libro “El Estado Judío. Un año antes, el periodista austrohúngaro se dirigió a este influyente rabino con el objetivo de obtener su ayuda para contactar con la rama vienesa de la familia Rothschild. El Rabino Güdemann comenzo a preocuparse después de la visita a la casa de Herzl, donde se sorprendió al descubrir que el periodista tenía un árbol de Navidad (Sand, pág. 189) y al saber que no había circuncidado a su hijo. Dentro de la visión del secular Herzl lo más decisivo no era el retorno a Sión sino la urgente necesidad de encontrar un refugio nacional colectivo para los desvalidos judíos perseguidos. En el mencionado libro explica su posición sobre el tema: ¿Elegiremos Palestina o Argentina? Tomaremos lo que se nos dé, y lo que sea seleccionado por la opinión pública judía.


El día 5 de marzo de 1902, el movimiento sionista religioso Mizrachi fue fundado oficialmente en una conferencia en Vilna. El nombre de “Mizrachi” en hebreo significa tanto “oriental”, literalmente, y es un acrónimo de “Merkaz Ruhani”, que significa “centro espiritual.” Y de hecho, el movimiento tuvo como objetivo infundir al movimiento sionista de militantes que respeten la Toráh. La corriente fue fundada por el Rabino Itzjak Yaakov Reines (1839-1915), pedagogo innovador en Lydda (hoy Bielorrusia), el cual fue criticado por sus intentos de combinar la educación secular con los estudios talmúdicos en la yeshiva que él fundó. Aunque Reines no fue el primer líder ortodoxo en apoyar la idea de un retorno a Sión (fue precedido por rabinos como Yehuda Shlomo Alkalai, Zvi Hirsch Kalischer y Mohilever Samuel), fue él quien respondió a la llamada de Herzl de involucrarse en el movimiento político, y como tal, era un participante en el Tercer Congreso Sionista, en 1899.

El Rebbe de Lubavitch, Shulem ben Schneerson advertía en 1903, que el sionismo tenía como deseo y propósito despojar a los judíos de la carga de observar la Torah y los mandamientos sustituyendo a estos como esencia del judaísmo por el nacionalismo.

En septiembre de 1904, el movimiento Mizrachi celebró su primer congreso mundial, en lo que es hoy Bratislava. Desde allí se hizo un llamamiento para el establecimiento de las masas judías en Eretz Israel-Palestina observando al mismo tiempo la Ley religiosa. Luego vino el importante apoyo dentro del mundo ortodoxo, del rabino Abraham Isaac Kook, quien logró conciliar la ortodoxia con el secularismo que predominaba en la Tierra de la naciente sociedad judía de Eretz Israel- Palestina. Kook afirmó que los sionistas seculares, sin siquiera ser consciente de ello, estaban “contribuyendo al plan divino y cometiendo una gran mitzvá”, por la que estaban ayudando a allanar el camino para la venida de la redención.

Publicado en la edición impresa de Identidad Uruguay en mayo de 2015. Photo by f/orme

Acerca de David Malowany

Nací en Montevideo en 1967. Egresé de la Universidad de la República en 1992 con el título de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales.Soy docente universitario en la cátedra de derecho comercial en la Universidad Católica y en la Universidad de la República, en las carreras de contador público y administración de empresas.Desde el 2008 soy columnista de Mensuario Identidad.

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