La Tragedia del Struma

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Diciembre de 1941.

La guerra estaba en su apogeo.


Las tropas germanas avanzaban sobre el territorio soviético.

En el Pacífico el Imperio Japonés asestaba duros golpes a los aliados.

En el Norte de África las fuerzas del Eje se enfrentaban a los británicos.

Y en medio de este panorama bélico, ya se viene perfilando lo que pocos meses después tomaría forma definitiva bajo el nombre de “Solución Final del Problema Judío”, que no es otra cosa que el asesinato sistemático de la población judía de Europa. Comienzan deportaciones en masa a guettos y campos de trabajo, confiscación de propiedades, privación de derechos y asesinatos.

Y Rumania, país aliado de Alemania no es ajena a esta oleada antisemita. Ya desde 1937 se habían comenzado a aplicar leyes restrictivas contra los judíos rumanos (según un censo de 1930, unas 757.000 almas). Con la entrada de Rumania en la guerra esta política se va endureciendo y comienzan a llevarse a cabo masacres como el pogromo de Iasi, que costó 12.000 vidas, y deportaciones, llevadas a cabo por el mismo ejército rumano.

Desde 1940 muchos judíos rumanos intentaron abandonar el país.

Uno de los destinos que más ansiaban los fugitivos era Eretz Israel (la Tierra de Israel), en esa época bajo dominio británico. Pero el Libro Blanco, que restringía la inmigración a Palestina estaba vigente, cerrando la única puerta para aquellos que huían de la barbarie nazi.

Y dentro de este marco es que ocurre una tragedia que, por su desarrollo y final, se convirtió en símbolo del aciago destino del pueblo judío en esos oscuros días: “el hundimiento del “Struma””

CRONOLOGIA DE LA TRAGEDIA

El 12 de diciembre de 1941 zarpa del puerto rumano de Constanza, sobre el Mar Negro, una vieja nave que había sido utilizada hasta entonces para transportar ganado por el Río Danubio. Las condiciones del barco eran deplorables, sin instalaciones sanitarias adecuadas, con un motor en malas condiciones, y con espacio para un máximo de 100 personas. Pero en ella se apiñaban 781 pasajeros, a quienes no se les permitió ver la nave antes de embarcar, todos ellos judíos, hombres mujeres y niños y 10 tripulantes de origen búlgaro. Los pasajeros habían pagado grandes sumas para abordar la nave. El destino programado era Palestina.

Tras tres días de navegación, el “Struma” ancla en el puerto de Estambul, Turquía.

Y ahí comienza el calvario para los refugiados. Turquía era un país neutral, pero su gobierno se somete a las presiones británicas. No se permite desembarcar a los pasajeros, salvo una mujer que es transportada a un hospital tras abortar, y algunos que tenían visas británicas para ingresar a Palestina. A bordo quedan finalmente 769 refugiados y los tripulantes (cabe destacar que estos trataron en todo momento de aliviar la situación de los pasajeros).

El 12 de febrero el gobierno británico accede a otorgar visas a los niños entre 11 y 16 años, pero por desacuerdos con el gobierno turco, que no quisieron permitirles viajar por tierra, y por la negativa británica a enviar una nave para transportarlos, esta iniciativa queda sin efecto.

Finalmente, el 23 de febrero de 1942 las autoridades turcas ordenan remolcar la nave, cuyo motor estaba completamente inutilizado, fuera de las aguas territoriales, abandonándola a su suerte en el Mar Negro.

En la mañana del 24 de febrero se oye una terrible explosión y el “Struma” se hunde, torpedeado por un submarino soviético, el SC-213. El balance: 768 pasajeros, entre ellos más de cien niños, y los diez tripulantes, son tragados por las frías aguas. Sólo queda un sobreviviente, un joven de 19 años, David Stoliar.

LOS CULPABLES DE LA TRAGEDIA

¿Quiénes fueron responsables de la tragedia?

Aunque ésta se inscribe dentro del marco de la Shoá, sin embargo los responsables menores, por así decirlo, fueron el régimen nazi y sus aliados rumanos.

El primer culpable es el gobierno británico, que cerró las puertas de Palestina a los refugiados judíos que huían del infierno nazi. Y el alegar que en esa nave viajaban posibles terroristas, porque había 60 integrantes del Movimiento Juvenil Revisionista Betar, no sirve para justificar las muertes de 708 hombres mujeres y niños que sólo querían reconstruir sus vidas.

El segundo culpable es el gobierno turco, que cedió a las presiones británicas y, no sólo no permitió el desembarco de los refugiados, sino que les negó todo tipo de asistencia, para, finalmente, remolcar el barco a mar abierto. El primer ministro turco de esa época, Refik Saydam, llegó a afirmar: “No se puede esperar de Turquía que sirva de refugio a gente a la que nadie quiere en ningún sitio”.

El tercero fue el capitán del submarino soviético que dio la orden de torpedear la nave. Se podría decir a su favor que el barco enarbolaba la bandera búlgara, y Bulgaria era aliada de los nazis. Pero este argumento se ve debilitado por el hecho de que, al ser Turquía un país neutral, su territorio estaba saturado de espías de ambos bandos. Además no era ningún secreto que esa nave que estuvo anclada en Estambul durante más de dos meses estaba cargada de refugiados civiles.

CONSERVAR LA MEMORIA

El 3 de septiembre del 2000 se realizó una ceremonia de recordación en el sitio de la tragedia con la presencia de 60 parientes de las víctimas, representantes de la comunidad judía turca, el embajador israelí, un enviado del Primer Ministro y delegados de los ejércitos de Gran Bretaña y EEUU.

En Holón y Ashdod se levantan sendos monumentos para conmemorar el hecho. Pero es en Beer Sheba donde, por una iniciativa de la comisión de la sinagoga “Struma”, sita en Shjuná Alef, se inauguró el Museo “Struma”, que, desde entonces, ha servido para ilustrar a las nuevas generaciones acerca de lo que ocurrió en esas negras horas con el pueblo judío.

Miles de alumnos de escuelas locales y de otras ciudades han visitado y visitan este museo.

Y la tarea de esta institución, como la tarea que desarrollan otras instituciones similares es muy importante, pues como dijera Aarón Gilbert: “¿Por qué es importante recordar al Struma? Hoy, los judíos de Israel, estamos en una posición similar a los desventurados pasajeros del Struma. El mundo, en gran parte, está dividido entre los que sienten antipatía a los judíos en general y al Estado Judío en especial, y los que se limitan a demostrar indiferencia a las amenazas de un nuevo Holocausto a manos de un régimen fanático y extremista como el de Irán.
Sin embargo, hoy 70 años después de la tragedia del Struma, hay una diferencia: los judíos sabemos que no podemos confiar en la buena voluntad de las autoridades que gobiernan las Naciones Unidas”.

Acerca de Israel Winicki

Periodista, escritor e historiador. Nacido en Argentina. Reside actualmente en Beer Sheba, Israel. Colabora con varias publicaciones y es integrante del staff de porisrael.org

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