Una de las más grandes luminarias de los últimos tiempos fue, sin duda, el Ben Ish Jay, Rab Yosef Jaim, quien en uno de sus libros escribió lo siguiente sobre la tristeza:
Además de que la tristeza es un dolor para el alma, lo es también para el cuerpo, ya que puede traer enfermedades (que nadie sepa).
La persona es quien atrae hacia sí la tristeza. Es decir, seguramente todo lo que pasa al individuo se debe a un decreto Celestial, pues nadie se golpea siquiera un dedo sin que antes sea anunciado en el Cielo (Masejet Julín 7b). Sin embargo, la tristeza que eso le causa es un producto humano; del Cielo no se decreta que sufra esa tristeza, porque Dios odia esta cualidad. Nadie debe entristecerse, ni siquiera por los pecados que haya cometido.
Si se decretaron al hombre sufrimientos (que no sepamos), el bendito Creador quiere que los acepte con alegría y de buena gana; parte de la prueba es si los acepta o no.
Por lo general, la tristeza proviene de una falta de fe. Si el individuo tiene fe y confianza en Dios, seguro que no se entristecerá. Por tanto, debemos reforzar más nuestra fe.
Para eliminar la angustia, los Jajamim recomiendan hablar con alguien sobre el problema (Masejet Yomá 75a).
Recordemos siempre que muchas personas tuvieron pesares, pero Dios las rescató inesperadamente, incluso después de mucho tiempo de haber sufrido. No hay nada que impida a Creador rescatar a Sus hijos, como está escrito: “Ten esperanza en Dios y te salvará” (Mishlé [Proverbios] 20:22) (adaptado de su libro, Adéret Eliahu, parashá Vayakhel).
Saludos.
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