A Don Jesús Aguirre, que amaba a las benditas tierras de Israel y Extremadura, in memoriam.
La Vera es como Israel, tierra de promisión. Buena para recalar no sólo temporalmente, sino para la eternidad. Y esto lo supo bien el Amo del mundo que fue Carlos V al retirarse a Yuste de la vanidad del mundo en las fragosidades, pureza de aires y veneros de agua de esta antesala del paraíso. Allí en la quietud de Yuste pudo sentir algo así como lo de aquel poema que escribió otro gran solitario del espíritu y que venía a decir.
Lo que los hombres llaman imperio es una discordia
y una guerra incesante a escala mundial.
En la tierra, la única alegría reside en el descanso del eremita.
Sabia, desengañada sabiduría ésta y que nos lleva a la renuncia. Y es en la renuncia donde nuestro espíritu dolorido encuentra la paz, el sosiego para las heridas del alma, como en estos tiempos de tribulación y pandemia.
La Vera en Extremadura, la Otra Tierra de Promisión, es madre amorosa que espera al hijo pródigo, que somos todos nosotros.
Regresemos. Nos espera.
Antonio Escudero, eremita, caballero extremeño y plantador de árboles.
Anno Templi CMII
Posdata. Este texto está dedicado a Doña Belén Igual y a Doña Milagros Gómez que ahora viven en esa tierra de ensueño que es la Vera, en la provincia de Cáceres.
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