Interesada como está en señalar pautas de conducta, la Biblia no deja de enfatizar que los actos del hombre determinan su destino a la manera del karma oriental, que también cree que el pensamiento determina la acción, es decir que cada quien tiene que aprender a reflexionar y conducirse de tal modo que aumente su vida y se aleje, así, de la muerte , ya que, en el caso contrario, puede que sus palabras lo acerquen a la muerte distanciándolo de la verdadera vida. Eso es lo que quiere decir el Proverbio 18:21 : ´´La vida y la muerte dependen de la lengua.´´
Cabría preguntarse qué hay en la lengua para que conduzca hacia uno u otro lado, qué fuerza tiene para atraer sobre sí la gracia o la desgracia. Si tal aserto es verdad cara a nuestro ser más íntimo, también lo es hacia fuera y quizás más, ya que podemos martirizar o acariciar con nuestras palabras, zaherir o elogiar, y tal como sea nuestra actitud del mismo modo la reacción será medida por la acción que la imprimió. No es éste, claro, el caso de Job el inocente. Y sin embargo él sabe muy bien que sólo tiene en sus manos pensamiento y palabra para hablar con Dios, recriminándole por momentos pero reconociendo en toda ocasión que es el Creador.
Esta pequeña disquisición viene al caso para entender hasta qué punto la propaganda antisemita que vemos brotar aquí y allá está teñida de muerte o conduce a ella, en los casos más desafortunados con víctimas infantiles siempre inocentes, por lo que la lengua que los determinó aparece como el síntoma de una enfermedad cuyo pronóstico es agravar con el tiempo. Lo que no saben los vituperadores y los que odian es hasta qué punto sus espesas emociones acabarán por ahogarlos a ellos y a sus hijos en el mar de la desesperación.
Alemania tiene aún cuentas pendientes consigo misma tras el régimen nazi y sus horrorosos crímenes, y llevará el pendón de su mal hasta que el sistema planetario íntegro desaparezca. El islamismo radical que hoy recoge el guante nazi y promueve matanzas en museos y supermercados judíos empieza, cómo no, por escoger la lashón ha-raa, la mala lengua, para salir al mundo en pos de la muerte. Mientras se echa flores a sí mismo pensando que su verdad es indiscutible, ensucia a gran parte del Islam tradicional que, inerme y sin saber bien qué hacer con esa patata caliente, se deja teñir por el mismo desprecio. Todo, pues, está antes en la lengua y el pensamiento, promovido por cerebros estrechos, grises y de una sorprendente mediocridad. El pensamiento ayatólico no vale lo que un garbanzo podrido, intoxicado como está por sus propios gases.
Así, pues, que la Torá acierta una vez más cuando sostiene que la vida y la muerte dependen de la lengua, insinuando que podemos escoger, que nos es dado mejorar o empeorar en nuestras relaciones con los demás si entendemos que el mundo de los volúmenes nace en el de las ideas. Tan enraizado está ese pensamiento en la mentalidad judía que pudiendo hacer propaganda visceral y asquerosa en contra de sus tradicionales enemigos, Israel se abstiene de ello. En sus universidades se estudia el Islam, se lee y analiza el Corán en los departamentos de árabe, no se demoniza a nadie ni se maldice hasta el fin de los días. Para los judíos los árabes no son ´´hijos de los cerdos y los monos´´, simplemente son otros seres humanos que aún no se han dado cuenta de la relación causa-efecto. Seres humanos que para su terrible desgracia encienden con odio el fuego de sus cocinas sin pensar en lo rápido que se queman sus pestañas y asfixian sus pulmones.