Lag BaÓmer: duelo, exilio y redención nacional

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Queridos amigos:

Rabi Akiva, el más grande Rabino de la Mishná y líder espiritual del pueblo judío, sabía que el final de su vida estaba cerca. La gran Revuelta de Bar Kojvá[1] – “el hijo de la Estrella”, ahora llamado Bar Koziba, “el hijo de la decepción” –, había fracasado, conduciendo a más de medio millón de judíos en la Tierra de Israel a una muerte brutal y a la persecución de todo el Pueblo Judío a lo largo y a lo ancho del Imperio Romano[2]. No fue fácil para el Emperador Adriano de Roma acabar con los 3 años de independencia judía logrados por las fuerzas libertadoras en la Tierra de Israel: le costó la derrota y la muerte de varias de sus mejores Legiones y de algunos de sus más destacados comandantes y tropas, y el traslado urgente a la Tierra de Israel de Julius Saverius, el General que gobernaba Britania, y de Hadrianus Quintus Lollius Urbicus, antiguo Gobernador de Germania, para poder conseguirlo.

La situación de los judíos en Israel era desesperante. Todo había sido destruido, ultrajado, demolido[3] . Las ruinas del Gran Templo fueron base para las estatuas de los dioses paganos helénicos, y el decreto de expulsión de los judíos de Judea era general[4]. Parecía que el final del pueblo judío había arribado; que la esperanza de un futuro mejor para los Hijos de Israel era una descabellada ilusión[5].


Rabi Akiva, que siempre supo hablar tanto con los pobres como con los poderosos; con los sabios y con los no instruidos, debía proyectar algo de luz en el manto de obscuridad, desesperación y tragedia popular. El octogenario[6] y amado líder espiritual del pueblo tenía que proveer alguna alternativa de vida futura; un albor para lo que parecía el ocaso final judío. Empezaron entonces sus enseñanzas últimas, destinadas precisamente a recomponer el espíritu casi quebrado de nuestros antepasados. Una de ellas muestra con claridad su visión y profunda fe en un futuro mejor, feliz y de redención para el remanente de los Hijos de Israel. Cuenta el Talmud:

“Un día andaban por las calles de Roma cuatro maestros: Rabán Gamliel, Rabi Eleazar, Rabi Yehoshúa y Rabi Akiva… y llegaron al monte Scopus[7] . Al ver desde allí las ruinas de la ciudad, rasgaron sus vestiduras. Y cuando llegaron al Monte Moriá, donde se erigía el Templo, vieron salir una zorra del Kódesh HaKodashim – el lugar más sagrado del Templo, al que accedía el Sumo Sacerdote sólo una vez al año, en Yom Kipur -. Los tres primeros sabios se pusieron a llorar, en tanto que Akiva reía sin medida. Le preguntaron: ‘¿Cómo es que ríes frente a esto?’.
Les respondió: ‘Y Ustedes… ¿por qué lloran?’.
Le contestaron: ‘¿No sabes que se dijo (en la Torá): “El extranjero que ingrese cerca del Santuario será condenado a muerte”[8] …¡ Y ahora aún las zorras se pasean por el [Santuario, y no les pasa nada]! Ésta es la razón de nuestro llanto’.
Rabi Akiva, con tranquilidad, les replicó: ‘Yo me río porque está dicho: “Sión será arada como un campo de labranza y Jerusalem se convertirá en collados muertos”[9] , pero también está dicho “Otra vez Jerusalem se llenará de gozo: estará llena de niños y de niñas que salten y canten en sus calles”[10]. Mientras una profecía no se había cumplido, podíamos también dudar de la otra. Ahora, que se ha cumplido la primera… ¡Podemos esperar con gozo el cumplimiento de la segunda!’.
Ellos contestaron: ‘Tienes razón’ “. [11]

Demasiados siglos tomó reconstruir nuestra vida nacional. Siglos que vieron las persecuciones y matanzas de nuestro pueblo por parte de los Cruzados, la Inquisición, los progroms de Europa y del mundo árabe, y, finalmente, la Shoá – el Holocausto -. Pero esa esperanza, esa luz diseminada por Rabi Akiva, perduró en los corazones del pueblo de Israel, iluminándolos, y comprometiéndolos a recomponer su historia – estableciendo un presente y un futuro fuertes y ciertos para el Pueblo Judío a partir de la creación del Estado de Israel, que nos ha recuperado de nuestro estado de indefensión, y nos ha catapultado a nuestra época más lograda como Nación.

Cuando vemos en la Jerusalem reconstruida de nuestro glorioso presente los centenares y miles de fogatas en cada rincón de Jerusalem y de la Tierra de Israel toda, recordando el espíritu de la lucha libertadora de Bar Kojvá – lo que celebramos en Lag BaÓmer -, evocamos con ello el augurio esperanzador de Rabi Akiva, y nos conmovemos de vivir en una era en la que Sión está llena de gozo, “llena de niños y de niñas que saltan y cantan en sus calles”. Somos los afortunados testigos de nuestra Reconstrucción Nacional – ¡Qué extraordinario privilegio! -.

Que las luces de Lag BaÓmer, que reflejan la gran luz de la esperanza judía por la reconstrucción nacional – ésa que nos enseñó Rabi Akiva -, iluminen nuestro presente de gloria y nuestro promisorio futuro, en nuestra recuperada independencia y libertad.

¡LAG BAÓMER SAMÉAJ!
¡JAZAK VE’EMATZ!

RABINO CARLOS A. TAPIERO
Vice-Director General & Director de Educación
UNIÓN MUNDIAL MACABI


[1] Cuyo verdadero nombre era Shimón bar Kosiva.
[2] Después de la batalla de Betar, último bastión de resistencia de Bar Kojvá contra los romanos, y el lugar donde cayó muerto, hubo algunas escaramuzas pequeñas en las cuevas del desierto de Judea, pero la guerra era esencialmente una y la independencia de Judea se perdió irremediablemente. Los romanos arasaron Jerusalem con un yugo de bueyes. Los judíos fueron vendidos como esclavos y muchos fueron trasladados a Egipto. Los asentamientos de Judea no fueron reconstruidos. Jerusalem se convirtió en una ciudad pagana llamada Aelia Capitolina y a los judíos se les prohibió vivir allí. Se les permitió entrar sólo en el 9 de Av para llorar sus pérdidas en la revuelta. Adriano cambió el nombre del país deJudeaaSiria Palestina.
[3] “Muy pocos judíos, de hecho, sobrevivieron. Cincuenta de sus posiciones más importantes y 985 de sus aldeas más conocidas fueron arrasadas. 580.000 murieron en los combates o batallas diferentes. En cuanto al número de los que perecieron de hambre, enfermedades o incendios, es imposible de establecerlo” – Cassius Dio, Historia Romana 69.13.2-3 [Lucius Cassius Dio Cocceianus, historiador antiguo romano del siglo III e.c.]
[4] Los romanos recurrieron a atrocidades terribles para ganar la guerra. Los cadáveres fueron dejados insepultos durante varios años. Hay tres informes de que los niños judíos fueron envueltos en rollos de la Torá y quemados vivos (Tratado Guitín 57a-58b, Talmud Babilónico; Lamentaciones Rabá 2.2 y 4; Séder Elihá Rabá 151).
[5] Se construyeron santuarios paganos sobre los lugares de culto judío: el templo a Júpiter fue erigido en el sitio del Gran Templo, incluyendo una estatua ecuestre de Adriano en el Kódesh HaKodashim, el Santo Santuario; en la entrada de la puerta sur de Aelia, los romanos erigieron una estatua de mármol de un cerdo. Peor aún, a los judíos ni siquiera se les permitía ver a su ciudad ancestral. Rabí Akiva violó ese edicto, y después de algún tiempo en prisión, fue torturado hasta la muerte; por lo menos nueve rabinos otros fueron eje cutados, también – Asará Haruguéi Maljut, los 10 mártires que recordamos en el rezo de Yom Kipur -.
[6] Vivió entre el 50 y el 135 e.c.
[7] Se trata del Monte desde el que se ve toda la Ciudad de Jerusalem y el Monte del Templo, el Monte Moriá – hoy se erige sobre el Monte Scopus la Universidad Hebrea de Jerusalem -.
[8] Bamidbar (Números) I, 51.
[9] Yirmiahu (Jeremías) XXVI, 18.
[10] Zejariá (Zacarías) VIII, 5.
[11] Tratado Macot 24a, Talmud Babilónico.

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