Lágrimas de Shabat: Tradition

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Dicen que donde hay 2 judíos hay 2 preguntas y 3 respuestas. A veces me pregunto por qué somos tan estrictos respecto a nuestras celebraciones.

En mi infancia y adolescencia me la pasaba preguntándole a mi mamá, el por qué de muchas de nuestras costumbres y reglas de vida. Por qué durante una semana no podemos comer pan y por qué, si somos ashkenazíes, tampoco podemos comer frijoles, maíz, arroz, alimentos que leudan, que crecen. Por qué los sefardíes si pueden, si todos venían juntos en la misma caminata por el desierto, sin distingos de origen.

En ese momento todos eran judíos, escapando de la esclavitud del faraón. Sólo matzá y los derivados del maná que cayó del cielo para elaborarla. Y por 8 días preguntaba yo y la respuesta era, así es. Así me crié y así crié a mis hijos y mis nietos también comen matzá durante la semana que dura Pesaj. Hoy pienso que eso no es nada frente a los secuestrados ( jatufim), que ni siquiera pueden comer matzà y tienen que soportar el asqueroso sabor de un pan mohoso que es lo que les dan para que no mueran de hambre.


En Pesaj, el ma nishtaná que se recita en coro en el Seder, me resolvía algunas preguntas, pero sólo 4, no todas. Viviendo en Israel, esto es más fácil de resolver, pero cuando se vive en la diáspora, como minoría, practicamos costumbres diferentes y somos los raros del paseo.

Cuando llegaba Yom Kipur y había que ayunar un día completo, mis amigos me preguntaban: y sin agua? Y todo el día? Y las respuestas seguían siendo si, porque somos judíos y tenemos que recordar. Uffff recordar qué pensaba yo, pero seguía recordando y cumpliendo con las mitzvot de honrar a mi pueblo. Todo ser humano que llega a habitar este mundo, viene a cumplir una misión, pero si además somos judíos, tenemos otros compromisos espirituales y morales que cumplir.

Siempre me he preguntado esos por qués y ya no tengo a mi mamá para que me responda, así que debo auto contestarme para poder seguir transmitiendo la tradición a los hijos y a los nietos. Cuando veo a mis hijos pasando la tradición y veo a mis nietos recogiendo las últimas migajas de pan para terminar con la limpieza de Pesaj, me respondo a mí misma que lo logré. Logré pasar esa tradición de boca en boca.

Cuando llega Sucot y pasamos una buena parte de la semana, compartiendo en la sucá, también recuerdo las enseñanzas que recibí y por qué todos los años hay que hacerlo en forma repetitiva. Recordar es la palabra clave. Y en Purim nos disfrazamos para recordar que la reina Esther salvó al pueblo judío del exterminio por parte de Hamán.

Ahora entiendo porque era tan importante para mi mamá que siguiéramos esa tradición. Esto, teniendo en cuenta que no somos muy religiosos, porque los que guardan más, hacen varios ayunos al año y cumplen reglas más estrictas aún. Tener la voluntad de no comer pan, ni ninguna harina, a pesar de las tentaciones, aguantar 24 horas de ayuno, a pesar del hambre y de la sed, ese recordar nos hace resilientes, porque en cada período de la historia llega un Hamán que nos quiere acabar como pueblo y no lo logra porque en cada uno de nosotros existe esa identidad, esa fortaleza que tiene el pueblo judío de seguir conservando esas costumbres milenarias que nos han transmitido nuestros antepasados y que nosotros seguimos transmitiendo a las generaciones venideras para decir aquí estamos ¡Y aquí seguiremos!

A pesar de que uno de los designios del pueblo musulmán es acabar con los judíos, pero esa tradición nos hace fuertes y resilientes. Ese ayuno cuando otros comen, esas costumbres arraigadas que nos hacen conservar esta fuerte ideología que nos caracteriza. Nos hacen pertenecer a un pueblo que se enorgullece de sus logros, que ha sido perseguido y acusado, a través de la historia, pero no han podido, ni podrán eliminarlo.

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