Las opiniones

La mesa de los amigos – afortunadamente los hay – estaba, como de costumbre, plena de interesantes comentarios.

La inseguridad, la “situación política” de México, las faraónicas obras que enmarcan nuestro trayecto y provocan el molesto caos vial, el deceso de Granados Chapa, “occupy Wall Street” y otros temas de diverso interés, ocupaban la atmósfera apacible de nuestro entorno, sólo interrumpida ocasionalmente por las alegres risas de chiquillos, nuestros muchachitos que son la felicidad y nuestro futuro.

Esta mesa es como un ágora, la plaza pública donde se publicaban y discutían noticias, ideas, ocurrencias, y en el “backstage”, entre bastidores, flotando como una inquietante nube, Israel.

En concreto, la liberación de Gilad Shalit.

Como he sostenido, donde hay dos judíos, habrá tres opiniones y cuatro partidos políticos, esta mesa no es la excepción.

Tan pronto como el tema salió al frente, el tropel de voces aumentó de energía y volumen hasta que hubo una que exigió orden.

Uno a uno se fueron desgranando los puntos de vista. Todos los ángulos del tema fueron saliendo hasta formar un caleidoscopio como aquellos rudimentarios cilindros de cartón en los que sus vidrios de colores diversos reflejaban en su interior una pequeña sinfonía a la que nos asomábamos los chiquillos al mirarlos a contraluz.

– No estoy de acuerdo con el canje de mil y tantos asesinos a cambio de un soldado – decía uno.

– Prefiero uno de los nuestros liberado que mantener un millar de terroristas en la prisión, alimentados con el dinero del pueblo – opinó el otro.

Un tercero sostuvo que la vida de un solo judío vale más que la de mil enemigos. Otro más, citando nuestro Talmud, habló de “pidión shvuim”, la redención de los prisioneros.

– No se crean – dijo otro – pero ya existe una demanda ante la Suprema Corte israelí de anular el acuerdo de intercambio.

– Nada de eso – agregó otro. Es un asunto político. Abbas y la PLO estaban ganando terreno en su lucha por la primacía entre los palestinos al solicitar el reconocimiento de un estado palestino ante la O.N.U., y Hamas, su competidor por el poder político en la margen occidental del Jordán y Gaza, necesitó hacer algo para contrarrestarlo, así que, después de haber retenido a Gilad secuestrado durante más de cinco años, lo utiliza como peón y acepta canjearlo por mil y tantos de sus miembros, mismos que exhibirá como héroes.

– Cuán fácil es opinar – agrega otro más – pero ¿cuál sería tu opinión si se tratara de tu hermano o tu hijo quien hubiera estado en esta situación, preso y sin esperanza?

– Como soldado y miembro de Zahal, los muchachos están expuestos a eso y más…¡no me digas! – opina otro más.

Mi querido lector: ¿Cuál es tu opinión? Tu, como persona de bien, como judío, ¿qué crees, qué piensas? No se trata de escoger ni es una encuesta.

De pronto, entre tantos argumentos, la mesa se detiene, la discusión amaina. La introspección comienza a apoderarse de la atmósfera de la confrontación. Parece una pequeña tregua en la lucha de opiniones, como si quisiéramos hacer un rápido compendio y que tratáramos de absorber el contenido de cada punto de vista, procurando sintetizar, reunir todo en un bloque de razón, lógico y congruente.

La buena voluntad se ve manchada de cinismo; el pragmatismo es golpeado por la sensibilidad – o sensiblería, según se vea – y las miradas pierden su brillo agresivo, los ceños fruncidos revelan las dudas y la inconformidad, mas el tema principal está ahí, sin acuerdo, sin resolución.

¿Será que Gilad Shalit es un tema sin mayor trascendencia? ¿No tendrá mayor significación y tendrá la misma importancia que el tránsito en la ciudad o la inquietud que provocan la inseguridad o la “situación política” de México?

Sí, ya sabemos que son asuntos que no tienen mayor conexión entre ellos. Unos afectan nuestra vida en sociedad como tal, pero aquí estamos discutiendo por algo que representa ciertos valores que desembocan el la solidaridad del Pueblo con nuestros antecedentes.

Quien salva una vida, salva al mundo. ¿no lo dijeron nuestros Sabios?

Llega el momento de levantarse de la mesa de las discusiones. Cada uno tiene sus propios motivos, sus pendientes personales.

Te retiras y lo único que te queda es la pregunta: ¿cuál es la solución? ¿Qué debió haberse decidido en el caso Shalit?

Lo que se dijo fue el producto de opiniones honestas, aunque probablemente hayan quedado algunas en el tintero.

Bueno – piensas – lo mejor es que uno de los nuestros regresará, probablemente, a su casa y, por ende, a la de todos nosotros.Querido amigo, repito mi pregunta: ¿Cuál es tu opinión?