Las palabras sagradas y la miel

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Es en el Salmo 19:10 donde vemos esbozada una primera relación entre las palabras de la Biblia y la miel, palabras que la Enseñanza valora más que el oro, pues: ´´son más dulces que la miel, midbash, y que la que destila el panal.´´ Ateniéndonos, entonces, al valor numérico que desprende la expresión ´´que la miel´´, brota, prístina, brillante y fecunda, la fuente o makor del saber, que es lo que más valoran las Escrituras como consejo de un padre a su hijo, recomendación de un maestro a su alumno o de un amigo a otro. Como su hermana gemela la ligamaza, la miel une, es nexo interfloral y hace hablar, después de siglos, a los gránulos de polen contenidos en su sustancia, trabajo que también lleva a cabo la sabiduría cuyo vehículo son las palabras. Por otra parte, al coexistir en midbash, el citado ´´que o como la miel´´, las raíces shab y dam , retorno y sangre respectivamente, entramos en un terreno de pura fisiología mística, ya que la miel, como el vino, es uno de los poco alimentos que pasa directamente a la sangre fluidificando su curso. Esa afinidad entre la miel y la sangre había sido ya intuida por los sabios hindúes, que dicen en el Brihadâranayka Upanishad (2-5-1):. ´´Dulce como la miel es esta tierra para todos los seres, dulces como la miel son todos los seres para esta tierra.´´ De donde los lazos sutiles que enlazan la criatura con la Creación ponen en evidencia la identidad profunda que existe entre ambos y que la sabiduría busca y pone de relieve. Hay aquí, escondido, también un eco de lo que la Kábala denomina ´´el nexo tripartito´´: adamá ,tierra, dam o sangre e imaginación o dimión respectivamente:

La tierra o adamá es introyectada por la sangre o dam y percibida por la imaginación o dimión.

En cuanto al término sánscrito madhu , que significa miel, es empleado por los eruditos de la India para apoyar y poner de relieve la doctrina de la identidad, ya que ´´la miel es un resultado al que muchos han contribuido y que será útil a muchos.´´ Ese vocablo, madhu y también medhu, presente en las raíces indoeuropeas , se transformará más tarde en melit o en el hitita milit hasta llegar, por lo menos en parte, al japonés mitsu y al chino mi o bien feng mi, literalmente licor o zumo de abeja. ¿Qué otra cosa, entonces, sino las palabras secretadas y recogidas por la sabiduría, son obra de las bocas de quienes nos han precedido en experiencia y edad? El tiempo, los siglos, las destilan, transmiten y purifican de manera que sirvan de alimento a las futuras generaciones restaurando sus heridas y dando sentido a sus vidas. Tal vez por eso, y desde tiempo inmemorial, en la tradición hebrea suele ponerse un poco de miel en un viejo texto que contiene el citado salmo haciendo que el dedo índice del niño la toque y se la lleve a la boca para que de ese modo no olvide jamás el nexo, la relación profunda que existe entre el sabor de la sabiduría y el de la miel.


Tomando como referencia una pasaje de 1 Samuel 14: 25-30 en el que Jonatán, el hijo del rey Saúl, exhausto tras una batalla, probó un poco de miel e inmediatamente sus ojos comenzaron a brillar ( ve-tarona einav ), los rabíes esbozaron una teoría médica según la cual la miel, su consumo o incluso su contemplación, cura y mejora la vista. Por otra parte, y como en el libro de Proverbios ( 16:24 ) se dice de ella que fortalece los huesos, también resulta un excelente medicamento para las articulaciones, o sea ¡ para las junturas de las partes! El mismo niño que se inicia, gustando de la miel, en los secretos del alefbet o alfabeto, tendrá también ocasión de comprender el nexo entre el verbo sagrado y lo apetecible cuando lea el Salmo 119:103, el cual, bajo el simbolismo de la letra mem ( m ) que indica el origen, la fuente, la procedencia y también la meditación, nos dice: ´´¡Qué dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca, de tus mandamientos he adquirido inteligencia.´´

Acerca de Mario Satz

Poeta, narrador, ensayista y traductor, nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en el seno de una familia de origen hebreo. En 1970 se trasladó a Jerusalén para estudiar Cábala y en 1978 se estableció en Barcelona, donde se licenció en Filología Hispánica. Hoy combina la realización de seminarios sobre Cábala con su profesión de escritor.Incansable viajero, ha recorrido Estados Unidos, buena parte de Sudamérica, Europa e Israel.Publicó su primer libro de poemas, Los cuatro elementos, en la década de los sesenta, obra a la que siguieron Las frutas (1970), Los peces, los pájaros, las flores (1975), Canon de polen (1976) y Sámaras (1981).En 1976 inició la publicación de Planetarium, serie de novelas que por el momento consta de cinco volúmenes: Sol, Luna, Tierra, Marte y Mercurio, intento de obra cosmológica que, a la manera de La divina comedia, capture el espíritu de nuestra época en un vasto friso poético.Sus ensayos más conocidos son El arte de la naturaleza, Umbría lumbre y El ábaco de las especies. Su último libro, Azahar, es una novela-ensayo acerca de la Granada del siglo XIV.Escritor especializado en temas de medio ambiente, ecología y antropología cultural, ofrece artículos en español para revistas y periódicos en España, Sudamérica y América del Norte.Colaborador de DiarioJudio, Integral, Cuerpomente, Más allá y El faro de Vigo, busca ampliar su red de trabajos profesionales. Autor de una veintena de libros e interesado en kábala y religiones comparadas.

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