Las últimas blancas de la col

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Sobre los setos, en los caminos del bosque, en los añosos jardines, cuando nos sorprende el súbito vuelo de la blanca de la col, una mariposa de la familia de las pieridae, nos preguntamos cómo han resistido la inclemencia del otoño, sus caídas y ascensos de temperatura. Vuelan aún con la esperanza de encontrar el amor en alguna mata. Su fuerza es su deseo y su deseo ir más allá de lo que baten sus alas. Es cierto que en los huertos no se las quiere y menos aún entre las coles que mastican sus larvas, pero a nosotros los seres humanos nos alegra la mañana verlas tan frescas, tan ligeras en su ondeante vuelo sobre los rosales y las madreselvas con la idea fija del beso que precede a la muerte. Lo curioso es que su esperanza no se ve desmentida y en un radio no demasiado extenso suele aparecer la pareja, gran párpado de escamas blanquecinas para un altísimo ojo solar que todo lo anima desde sus millones de años luz. Al principio  macho y hembra se cruzan sin mirarse apenas con sus muchos omatidios, pero al cabo de un segundo retroceden, nivelan sus alturas de vuelo y comienza la danza que el otoño agradece  perfumado por  las últimas lluvias.

Se trata de un cortejo que cambia de dirección  en giros de velocidad  irregular, pues tan pronto planean lentas sin dejar de observarse como apresuran sus fugas y contramarchas a la manera de una melodía romántica, desigual pero fascinante. Si, como suele ocurrir, el inesperado buen tiempo eleva aún más su calor  y aparece una lobito con aspecto de tela africana en sus alas diminutas, las blancas la empujan fuera del ruedo de su rito amatorio. Quieren ser ellas las únicas en amarse al pie de los castaños, entre pinos, más allá de los viejos muros vestidos de musgo. No comerán nada, no vivirán mucho tras la breve alianza de las ocho alas, cuatro por ejemplar. Todo por la cesión de los genes, nada para la ponedora de los huevos en el más protegido rincón del terreno baldío en el que no tardará en marchitarse semejante a una flor alada bajo las finas ramas de un hinojo muerto. Podría pensarse que siguen una pauta geométrica, pero lo cierto es que los amantes lepidópteros  creen que las formas del azar tienen su propia gracia,  ni se repiten ni vuelven sobre sus pasos. Hay que danzar, hay que captar una feromona aquí y otra allá, y sobre todo hay que desconfiar del aire tranquilo pues en la cercanía acechan gorriones y garzas, estupendos cazadores al vuelo.

Un famoso maestro jasídico decía que de todo se puede aprender: de los trenes la importancia de un segundo, del correo lo lejos que pueden viajar  nuestras las palabras, del agua cómo se lava a sí misma descendiendo hacia las más oscuras profundidades de la tierra.


De las blancas de la col podemos aprender a bailar el amor aunque sólo sea un día antes de desaparecer bajo la cuchilla helada del viento. Bailar como lo hacemos en verano aunque hoy sea el tiempo de las manzanas de roja sonrisa y las primeras nevadas allá, en las altas montañas que hablan un lenguaje de piedras caídas.

Acerca de Mario Satz

Poeta, narrador, ensayista y traductor, nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en el seno de una familia de origen hebreo. En 1970 se trasladó a Jerusalén para estudiar Cábala y en 1978 se estableció en Barcelona, donde se licenció en Filología Hispánica. Hoy combina la realización de seminarios sobre Cábala con su profesión de escritor.Incansable viajero, ha recorrido Estados Unidos, buena parte de Sudamérica, Europa e Israel.Publicó su primer libro de poemas, Los cuatro elementos, en la década de los sesenta, obra a la que siguieron Las frutas (1970), Los peces, los pájaros, las flores (1975), Canon de polen (1976) y Sámaras (1981).En 1976 inició la publicación de Planetarium, serie de novelas que por el momento consta de cinco volúmenes: Sol, Luna, Tierra, Marte y Mercurio, intento de obra cosmológica que, a la manera de La divina comedia, capture el espíritu de nuestra época en un vasto friso poético.Sus ensayos más conocidos son El arte de la naturaleza, Umbría lumbre y El ábaco de las especies. Su último libro, Azahar, es una novela-ensayo acerca de la Granada del siglo XIV.Escritor especializado en temas de medio ambiente, ecología y antropología cultural, ofrece artículos en español para revistas y periódicos en España, Sudamérica y América del Norte.Colaborador de DiarioJudio, Integral, Cuerpomente, Más allá y El faro de Vigo, busca ampliar su red de trabajos profesionales. Autor de una veintena de libros e interesado en kábala y religiones comparadas.