Laudatio de Rafael Domingo sobre Joseph Weiler

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Magne Cancellari, peto veniam           (Do veniam)

Me corresponde el honor de presentar al Profesor Joseph Weiler ante este claustro académico presidido hoy, en ocasión tan solemne, por nuestro querido Gran Canciller.

Considerado un experto mundial en Derecho de la Unión Europea, Constitucional comparado e Internacional público, el profesor Weiler es titular de la cátedra Joseph Straus de la Universidad de Nueva York. En esta universidad, dirige además el Centro Tikvah de Derecho y Civilización Judía, el Instituto Straus de Estudios Jurídicos Avanzados, el Centro Jean Monnet de Derecho Económico Regional e Internacional y su prestigioso programa de doctorado.


Desde su incorporación en 2001 a la Universidad de Nueva York, procedente de Harvard (todavía no se lo han perdonado en Cambridge, Massachusetts), Weiler está en posesión del título de University Professor, el más alto rango académico concedido por una universidad estadounidense. Se trata de una suerte de venia docendi generalis (imagino que asociada a una venia errandi universalis), que habilita para enseñar en todos los programas impartidos por una universidad, cualquiera que sea su especialidad. Desde la Universidad de Nueva York, y en colaboración con Oxford University Press, Weiler dirige la European Journal of International Law y la International Journal of Constitutional Law, dos revistas señeras que marcan el rumbo de las investigaciones jurídicas en sus respectivas áreas.

Con estos datos que someramente apunto, se entenderá por qué en los mentideros jurídicos neoyorkinos se habla del”imperio Weiler”, con el que tarde o temprano todo jurista global se acaba topando. Sin embargo, las personas más próximas a él saben perfectamente que lo que Weiler ama de verdad es su docencia ordinaria y su investigación. Sus clases y seminarios son proverbiales por su profundidad, amenidad y sentido práctico. Su investigación es siempre vanguardista e interdisciplinar, crítica y constructiva. Magnánima. Weiler sabe abrir camino para que sean otros, discípulos o no, quienes lo recorran.

Entre su extensa lista de publicaciones, es obligado mencionar sus libros The Constitution of Europe (1999) y Un’Europa cristiana. Un saggio esplorativo, dos auténticos “best-sellers académicos”, si se me permite el uso de esta expresión aparentemente contradictoria. Pero de la obra de la que se siente más satisfecho es de su novela, publicada en alemán, Der Fall Steinmann.

Joseph Halevi Horowitz Weiler nació en Johannesburgo hace sesenta años. Allí se había trasladado su padre, el entonces joven rabino Moses Cyrus Weiler, para fundar la primera congregación africana del Movimiento Mundial para un Judaísmo Progresivo. Pronto la familia marchó a Israel: primero a Haifa; y después a Jerusalén. En ambas ciudades, los Weiler vivieron en un kibutz, entonces en boga. De Israel, Joseph Weiler se trasladó a Gran Bretaña, para estudiar en las universidades de Sussex y Cambridge. Allí conoció a su querida esposa, Ruth, con la que ha tenido cinco hijos. De Inglaterra saltó a Italia, para él su segunda patria. Fue en la tierra de Dante donde Weiler realmente entendió Europa como realidad multicultural, fruto maduro de la tradición grecolatina, el Cristianismo y la Ilustración. El espíritu itinerante y cosmopolita de este egregio maestro, le llevó a “hacer sus Américas”, primero en la Universidad de Michigan, luego en la Harvard Law School, entonces el Olimpo intelectual de los juristas, y finalmente en la mencionada Universidad de Nueva York.

Se dice, con bastante fundamento, que Joseph Weiler no pasa más de un decenio en ninguna institución universitaria, razón por la cual su actual decano ha comenzado a inquietarse. Y es que un jurista de la profundidad intelectual, calidad docente y proyección internacional de Joseph Weiler, no deja de recibir ofertas de las más prestigiosas facultades de Derecho del mundo. ¡Quizás también algún día una irresistible de la nuestra!

Así, pues, Joseph Weiler es una “síntesis viviente”, totalmente genuina y atípica, de tradición judía, scholarship británica, genio italiano e innovación norteamericana, puesta al servicio de la universidad en su sentido más genuino de comunidad de saberes. En esta síntesis se halla la clave para comprender el pensamiento de este gran patriarca del Derecho internacional enamorado de Europa, de la universidad, del arte en todas sus expresiones, y, especialmente, de su numerosa y querida familia.

En el ámbito estrictamente jurídico, Weiler ha estimulado un constitucionalismo más allá de la idea de Estado y, por supuesto, más allá de la idea de constitución formal, así como una adecuada jurisdiccionalización de los derechos humanos. Weiler ha defendido, a su vez, la persona humana como sujeto primario del Derecho internacional, un puesto injustamente reservado durante siglos a los Estados soberanos. Su constitucionalismo supranacional ha jugado un papel determinante en el proceso de integración de la Unión Europea, en el que Weiler ha realizado durante lustros, como asesor jurídico, una labor callada pero de gran eficacia. No sorprende que sus dictámenes, escritos y conferencias sobre cualquier cuestión relacionada con la Unión Europea gocen de tanta repercusión intelectual y mediática. Algo similar sucede con suextraordinaria labor desarrollada en el ámbito de la Organización Mundial de Comercio. Y esto se debe, principalmente, a esa especial capacidad que tiene Weiler para conectar el mundo de las ideas con el mundo de lo posible: la academia con la política en su más noble expresión.

Pero Weiler ha sabido trascender la ciencia del Derecho, para convertirse en un verdadero teólogo de la justicia. Y en la naciente Unión Europea, es precisamente donde Weiler ha encontrado el terreno abonado para que germinen sus nuevas ideas. Una acertada teología de la justicia constituye, en mi opinión, el mejor antídoto contra el positivismo jurídico en todas sus manifestaciones, así como un instrumento de primera magnitud para preparar lo que podríamos denominar “el retorno de Dios”. Me refiero al tránsito, tanto en la vida pública como el mundo de las ideas y de las ciencias en general, de una sociedad intelectualmente construida veluti si Deus non daretur a una nueva sociedad, más libre, más digna y más justa, en la que Dios ocupe el lugar que le corresponde. He aquí, mi principal punto de convergencia con el pensamiento de Weiler, y la causa que, pienso, justifica la incorporación de este distinguido catedrático a nuestra comunidad universitaria. Sí, Weiler es verdaderamente consciente de que el gran debate intelectual de la hora presente no es sólo interreligioso, en sentido estricto, inter religiones, sino más bien y sobre todo entre creyentes y no creyentes, o, mejor dicho, entre, así me gusta llamarlos, “absentistas” y “presentistas”. Son absentistas aquellas y aquellos, creyentes o no, que defienden la total ausencia de Dios en el ámbito público, relegándolo a la condición de res privata. Son presentistas, en cambio, todas aquellas personas, creyentes, agnósticos e incluso ateos -¿por qué no?-, que consideran un valor en sí mismo la presencia de Dios, Bien Supremo, en la vida pública. En este contexto, Joseph Weiler es un presentista impenitente y confeso. Esto explica que Weiler, no en cuanto judío observante, pero sí sin renunciar a esa condición, no haya dudado en defender las raíces cristianas de Europa, así como recientemente, ante el Tribunal Europeo de Derecho Humanos, la presencia de crucifijos en lugares públicos.

Para Weiler no caben los valores neutros. ¡Y no son posibles las comunidades políticas neutras! Esta ausencia de neutralidad, a nivel regional, nacional o supranacional, piénsese en Europa, por ejemplo, ha de ser suplida con pluralismo, permitiendo la existencia de comunidades diferenciadas ancladas en principios, valores y tradiciones diferentes, sin más límite que el derivado de la propia dignidad humana. Esta pseudoneutralidad es la principal arma de los absentistas para erradicar los valores religiosos de cualquier sociedad, construyendo un mundo falso, artificial, en donde el hombre, la mujer, sin Dios, se acaban cosificando. Ante este proyecto inhumano, Weiler se ha rebelado con toda su potencia intelectual con el fin de tratar de poner las bases jurídicas de un mundo de plena libertad religiosa en el que Dios esté presente. En la tierra cabemos todos. También su Hacedor.

Multa et maxima son las cosas que podría referir del Profesor Joseph Weiler, quien con tanto interés observa cuanto se hace en nuestra joven pero prometedora Universidad. Espero haber reflejado en estos rápidos trazos la excelencia académica de este sabio jurista judío. Se trata, en suma, de un universitario cabal que ha comprendido, como pocos, la hondura del espíritu y la grandeza de la misión de la Universidad de Navarra, que hoy se digna concederle su más alta distinción honorífica.

Petición de la concesión de grado

Magne Cancellari, hanc doctissimi viri domini Iosephi Weiler praeclaram vitam eiusque sapientiae studiis eruditum atque erga nostram Scholam benevolentissimum animum brevi, ut potui, explanavi. Satis tamen videor dixisse, ut ob magna eius merita tua auctoritate ei praemia tribuantur. Oro igitur te, Magne Cancellari, uti clarissimum virum Ioseph Weiler, Honoris Causa, Iuris Doctorem creare et nostro coetui adnumerare digneris. (Gran Canciller, he intentado exponer brevemente ante nuestro claustro académico la admirable vida del muy docto señor Joseph Weiler, sus eruditos estudios y su aprecio por nuestra Universidad. Es suficiente todo lo dicho para que sus grandes méritos sean premiados por tu autoridad. Ruego, por tanto, Gran Canciller, que confieras el grado de doctor a título honorífico al preclaro señor Joseph Weiler, y te dignes a incorporarlo a nuestro claustro).

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