Lenguaje, poder y control

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La planificación lingüística es uno de los medios privilegiados tanto para generar una conciencia de nación como para manipular a las masas. Este fenómeno es común a todos los regímenes, independientemente de su afiliación ideológica. Por lo tanto es necesario conocerlo y saber identificar su utilidad y las consecuencias. No existe algo inherentemente “bueno” o “malo” en la política: todo depende de los fines con que se usa algo.
Se ofrecerán en esta editorial algunos ejemplos (casi a manera de anotaciones) sobre el impacto del lenguaje en las relaciones sociales, esperando que despierten la inquietud del lector. También se incluyen algunas sugerencias para, si se desea, leer al respecto.
¿Se puede construir una identidad con el lenguaje?
Las palabras moldean nuestras percepciones y, a través de éstas, la relación que entablamos con la sociedad. Por ejemplo, un lenguaje uniforme al interior de una comunidad ayuda a fortalecer al Estado.
Eso lo supo muy bien el Cardenal Richelieu cuando creó la Academia Francesa con el fin de construir reglas generales para el idioma, eliminando de esa forma los dialectos. Una institución pública que define cómo se va a hablar en un territorio influye en las percepciones y discursos de dominación. Y de paso se movilizó a los escritores para apoyar al Estado.
Cuando los Borbones ascendieron al poder en España, crearon también su propia Real Academia de la Lengua. Gracias a ello los países de Iberoamérica tenemos normas generales para comunicarnos – algo que no necesariamente sucede con otras lenguas que se hablan en varios países.
También es posible “revitalizar” una lengua para construir una nación basada en una comunidad. Hacia principios del siglo XX, los judíos usaban el hebreo para las plegarias y textos sagrados. Sin embargo, la recolonización de Palestina planteó el problema de generar un idioma funcional; pues quienes provenían de Europa Oriental hablaban yídish, los de los Balcanes y otras partes del Imperio Otomano hablaban judezmo o árabe y los del África Septentrional y del Asia Occidental hablaban una variante comunal del árabe.
De esa forma se promovió la modernización del hebreo no para crear una conciencia nacionalista, sino para movilizar apoyo a fin de promover la autodeterminación política. Es decir, emplear el idioma de los antepasados en su tierra natal simbolizaría la continuidad del arraigo de los judíos a esa tierra, lo cual legitimaba los intentos de restablecer una nación allí. Por lo tanto se emprendió la tarea de modernizar un lenguaje religioso.
¿Se puede destruir una nación o segregar minorías con el lenguaje?
De la misma forma que el lenguaje puede generar cohesión social, también es posible que los dirigentes políticos decidan usarlo como herramienta de segregación e incluso secesión.
En la Yugoslavia de la década de los ochenta, tanto serbios como croatas comenzaron a “limpiar” sus lenguas de palabras tomadas de las distintas nacionalidades que conformaban ese Estado. De esa forma se comenzó a crear un clima de radicalismo, confrontación y ultimadamente división y guerra.
Lenguaje y manipulación
Al moldear las percepciones, el lenguaje puede también inculcar o fomentar afectos y odios entre la gente. Se puede abusar de los calificativos para dirigirse a una persona, de tal forma que ésta absorba los atributos negativos que se emiten. Por otra parte una lengua empobrecida, llena de abreviaciones, repetitiva y emotivizada ayuda a que el individuo limite su capacidad de raciocinio, haciéndolo manipulable.
Durante los años treinta y cuarenta del siglo pasado los nazis acuñaron su propio idioma, donde se presentaba al fanatismo (palabra que en el siglo XIX mostraba a un energúmeno) como una virtud. Incluso a final de la Segunda Guerra Mundial se movilizaba a la población con “fervor fanático” por Hitler. Hoy día usamos coloquialmente la palabra “fan” para definir al seguidor de un artista – el nuevo uso logró imponerse.
Incluso los nazis fueron precursores en el uso de la propaganda oscura. Al respecto Joseph Goebbels acuñó once principios que sirvieron de estrategia para ideologizar masivamente a los alemanes: 1) simplificación (uso de una sola idea para que la audiencia concentre su capacidad de percepción en el propósito sustantivo del mensaje); 2) contagio (meter a los adversarios en una sola categoría, para maximizar la simplificación); 3) transposición (ocultar las peores noticias con otras menores, como inventar enemigos); 4) desfiguración (minimizar o maximizar las características del adversario); 5) vulgarización (producir mensajes fáciles de entender y de memorizar); 6) orquestación (repetir incansablemente y desde distintos ángulos); 7) renovación (intensificar al máximo la propagación de mensajes diferentes); 8) verosimilitud (hacer que los argumentos sean sólidos, de tal forma que si se cambian los componentes el resultado sea el mismo); 9) silenciamiento (si se carece de argumentos para responder a los ataques del adversario, modificar la agenda y hacer lo necesario para que la gente se concentre en los errores de aquel); 10) transfusión (trabajar con el ethos nacional, con los valores y antivalores de los que dispone cualquier ciudadano); y 11) unanimidad (crear una idea de comunidad a partir de la lógica comunitaria).
¿Tiene la democracia un lenguaje?
A lo largo del presente texto se buscó presentar algunos ejemplos sobre el uso y el abuso del lenguaje para inducir determinadas conductas sociales. Sin embargo, ¿se pueden generar políticas de planificación lingüística para la democracia? Es posible.
¿Qué necesita un lenguaje democrático? Apegarse a los valores básicos de este sistema: libertad, tolerancia y libre intercambio de ideas. De esa forma la expresión necesita ser lo más clara y desprovista lo más posible de calificativos. Si la visceralidad facilita la manipulación, las expresiones que permiten la convivencia necesitan ser desapasionadas y buscar el entendimiento entre las partes.
El uso de un lenguaje simplista y emotivo no es patrimonio exclusivo de un partido o corriente ideológica. La mejor forma de escapar a la manipulación es dejarse de concebir como parte de un bando y abrirse al debate, con la posibilidad de modificar las propias opiniones en el proceso.
Recomendaciones
A continuación se ofrecen algunos libros que sirvieron de base para la presente editorial, esperando que despierten la curiosidad del lector y su deseo de saber más:
Cooper, Robert L., La planificación lingüística y el cambio social (Madrid: Cambridge University Press: 1997).
Klemperer, Victor, LTI. La lengua del Tercer Reich (Barcelona: Editorial Minúscula, 2001).
Saldaña Rodríguez, Mauricio, El código de Prometeo. Experiencia internacional comparada de la propaganda oscura (México: Ediciones de Educación y Cultura, 2010).
Salmon, Christian, Tumba de la ficción (Barcelona: Anagrama, 1999).

Acerca de Fernando Dworak

Licenciado en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y Maestro en Estudios Legislativos en la Universidad de Hull, Reino Unido. Fue Secretario Técnico de la Comisión de Participación Ciudadana de la LVI Legislatura de la Cámara de Diputados (1994-1997). Durante los trabajos de la Comisión de Estudios para la Reforma del Estado, fue Secretario Técnico de la Mesa IV: “Régimen de gobierno y organización de los poderes públicos” (2000). En la administración pública federal, fue Director de Estudios Legislativos de la Secretaría de Gobernación (2002-2005). Ha impartido cátedra, seminarios y módulos en diversas instituciones académicas nacionales. Es Coordinador Académico del Diplomado en Planeación y Operación Legislativa del ITAM. Es coordinador y coautor de El legislador a examen. El debate sobre la reelección legislativa en México (Fondo de Cultura Económica, 2003). En este momento, se encuentra realizando una investigación sobre las prerrogativas parlamentariasy e scribe artículos sobre política en diversos periódicos y revistas.

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