Aquí mismo se ha abordado cómo existen cuantiosas vacantes -y oportunidades óptimas- para que la Escuela Institucional Mexicana de ‘recuperación del espacio público’ (mediante recursos rigurosamente chatarra) conquiste nuevos mercados y ocupe esferas de privilegio fuera del país. Por contraparte y para compensar reparables pérdidas, podríamos empezar a recibir -si no lo hemos intentado todavía- rescatables ideas foráneas, en sentido opuesto y proporción inversa a la entrega de nuestro mediocre acervo escultórico: Guerreros Chimalli y mamarrachos similares, allende nuestras fronteras.
Urge combatir las opresivas faenas demagógicas, que son sinónimo de corrupción hiperdesarrollista (tan horrenda como los forúnculos de Sebastián que pueblan nuestro territorio y horizonte visual, o los Godzillas o Pulgasaris políticos-empresariales, hechos para resistir los embates del tiempo y los sexenios con sus bodrios opresivos, dignos de Blade Runnerspor venir); repensar las obras que seguirán inaugurando Peña, los treinta y dos virreyes nacionales, alcaldes y demás burócratas. Plantear alternativas que pongan freno a los adefesios que, uno teme, permanecerán inmodificables por los siglos de los siglos.
Aquí también se recomendó la lectura sensata del volumen de Conaculta Monumentos Mexicanos (1989), coordinado por Helen Escobedo con fotos de Paolo Gori; libro que compendia la Enfermedad Nacional (sin remedio a la vista) que consiste en saturar foros, plazas y parques con efigies oficiales de todos los estilos y proporciones: basura, la gran mayoría. Era notoria entonces, cuando se publicó el trabajo; lo es aún más ahora, con ejemplos execrables.
Vivimos una época oprobiosa e irracional: de guerras sin fin y violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos. De corrupción e impunidad ilimitadas, y ecocidios avalados sin el menos empacho -diríase que hasta con entusiasmo- por autoridades federales verdesdel Medio Ambiente. Léase en Tajamar en Cancún, y el proyecto de marras que contempló la construcción de ‘nuevos conceptos turístico-ecológicos’ erigidas por encima de un manglar exterminado por órdenes de funcionarios de los tres niveles de gobierno y la fuerza pública.
Por eso llega el momento de incorporar -así sea en el ámbito de las buenas intenciones, ajenas a esta espantosa realidad- a ciertos exponentes de la antigua Arquitectura Parlante, tal y como se conoce y estudia el término en sus distintas facetas; sobre todo, durante el Siglo de las Luces en Francia. Son tentativas de redescubrir Utopías: ensayos bastante menos perniciosos que los delirios escultóricos e inmobiliarios que abundan en el país, y que deberían buscarse domicilios alternos pero bien lejos de aquí.
Vía Gallica, la extraordinaria colección de imágenes en línea de la Biblioteca Nacional Francesa.
Jean-Jacques Lequeu, dibujante, cartógrafo, visionario, dibujante, pornógrafo ocasional y arquitecto adscrito de la Academia Real de Ciencias, Literatura y Artes de Rouen, nació en 1757 y falleció en 1825 o 26, es uno de sus exponentes connotados. Completa pocos proyectos; su fama, o lo poco de ella que posee en círculos profesionales, se debe a los planos delirantes que piden a gritos que algún ‘desarrollador’ mexicano (no los que devastan manglares en Quintana Roo, gracias a los políticos dispuestos como el gobernador Roberto Borge y el presidente municipal Paul Carrillo, o el titular de la Secretaría del Medio Ambiente Rafael Pacchiano, el de Fonatur Héctor Martín Gómez Barraza y Enrique de la Madrid Cordero en Turismo, a que les unten la mano) los adopte y haga suyos.
Todo apunta, por desgracia, a la agudización del ultraje generalizado de recursos humanos y naturales. Servirá un breve repaso a las utopías arquitectónicas que surgen a finales del siglo dieciocho, ilustradas por personajes como Lequeu, ÉtienneLouis Boullée (1728-99), o el genialClaude Nicolas LeDoux (1736-1806), y que contrastan con el Gigantismo hipertrofiado, tan caro a los principales promotores del gobierno y sus satélites.
Y aquí, otras obras de Luqueu, jamás realizadas; importables a México.
¿Y si en lugar de monumentadas de madre como ésta de Ciudad Serdán, Puebla, tierra del represor ex presidente Gustavo Díaz Ordaz (PRI, como su mentor López Mateos y el heredero Peña Nieto), se construyera y colocar en el sitio –a la entrada de la ciudad que vio nacer al responsable del asesinato de población civil en la Plaza de las Culturas en Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968- una versión alterna y del pasado remoto, extraída de la inspiración de Lequeu?
Si está escrito que continuarán los feroces mordiscos al presupuesto para allanar el camino de las elecciones que vienen, que se acometa la tarea con conciencia (se vale sonar), y un poco de estilo.
Un poco de neoclasismo posmoderno que atempere la hipertrofia cívico-urbana que amenaza con asfixiarnos: someternos a la muerte a plazos del alma.
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La esfera celestial del firmamento arquitectónico francés del siglo XVIII contiene aportes de Boullée y LeDoux (casualmente, apellido casi idéntico nombre del motel donde Joaquín Guzmán Loera fue retenido por dos policías federales después de su arresto en Los Mochis; harina de otro costal).
Cenotafio en honor de Isaac Newton. Blog Euclides59, como las dos fotos siguientes
Cenotafio de Newton: ‘El monumento iba a contar con una esfera de 150 metros de diámetro, que descansaría sobre una base circular rodeada de cipreses, y crearía con luces y sombras el efecto del día y la noche. La luz del sol entraría por unos diminutos agujeros a la bóveda simulando las estrellas simulando las estrellas y por la noche un foco simularía la iluminación diurna. La simetría, el orden y la armonía de las formas eran el espíritu de la inspiración newtoniana, que iluminaba con una luz eterna el conocimiento de los científicos’ (Blog Tras2).
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