Ley de radio y tv: vieja lucha

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“Queda prohibido cualquier mensaje que franca o veladamente tenga carácter político o religioso”.

Al presentar el examen para obtener el permiso de locutor había que memorizar ese y otros artículos del Reglamento de Radiodifusión. Trabajaba al margen de esa ley y gracias a la vista gorda de mis patrones en XEMC, “La estación más española del mundo”, ubicada en Xochimilco, y después en XEQK, “La estación de la hora exacta”, en la calle de Uruguay. El 3 de enero, primer día hábil de 1945, obtuve el documento y una chambita para escribir y leer al aire los noticiarios de Radio Cadena Nacional, en Córdoba 48, Colonia Roma.

Ya legalizado y temeroso de meter la pata le pregunté a mi jefe cuándo una información caía en la perniciosa práctica prohibida en el Reglamento. “Muy sencillo: es político cualquier informe sobre partidos de oposición, pero si es del PRI es cívico y no hay problema”. La ley y su interpretación estuvieron vigentes durante largos años hasta que la realidad, más que el cambio jurídico, las hicieron inoperantes. La televisión llegó en 1950 para complicar las cosas y el corsé explotó por todas sus costuras. Es hasta hoy cuando se intenta contener en un marco legal a la industria agigantada que dejó de ser hace mucho asunto privado para convertirse en instrumento político, social y cultural de primer orden, tanto que su discusión ha desbordado los recintos parlamentarios, llenado los medios tradicionales, las redes sociales y la vía pública donde las posturas se defienden hasta con cadenas humanas.


Hubo necesidad de un período extraordinario de sesiones por eso que un legislador llamó con elegancia “cierto desaseo”, otro intentó un madruguete y los más consideran violaciones a las recientes reformas constitucionales. Se han fragmentado los partidos, negociadores generalmente prudentes se han dicho hasta la despedida y se espera un mayo de meditación, para evitar el temido aquelarre de brujas atónitas.

Mi tesis profesional para obtener, en 1967, el título de licenciado en Derecho en la UNAM, preveía la necesidad de ajustar la legislación al futuro previsible. Casi medio siglo después algunos motivos de preocupación siguen vigentes: “Alguien afirmó que la sociedad ideal sería aquella en la que pudiera coexistir el Estado absoluto con el trovador medieval que vencía el foso de los castillos con el arma única de su laúd. La radio y la televisión deben estar destinadas a la protección de los intereses sociales y a garantizar la canción del trovador solitario. La libertad ya no es únicamente no ser cautivo, porque a la libertad física del concepto clásico agregue la ausencia de angustias económicas, el acceso proporcional a los recursos comunes, a la educación, a la conservación de la salud, gozar de un techo, poder designar a sus gobernantes y acceder al gobierno. Nunca antes el concepto de libertad se había integrado con tantos factores tan diversos. Si falta alguno de ellos la libertad es un mito. La ley le señalará una ruta, pero cada ciudadano, cada agrupación, cada pueblo, habrá de convertirse un vigía para lograr y fortalecer esta condición.

“La posibilidad de comunicar los pensamientos a los demás en una escala sin precedentes debe servir a la causa de la libertad. En un mundo de países estrechamente interrelacionados el esfuerzo general debe llevar a la coexistencia pacífica, con el propósito de solucionar por la vía conciliatoria las controversias inevitables y cada vez más frecuentes en un planeta unido por la ciencia y separado por las doctrinas religiosas, políticas y económicas que se enfrentan en un aparente choque mortal.

“Los recursos son inmensurables. Ha sido nuestra intención esbozar la necesidad de un estudio más profundo y extenso de las complicadas situaciones jurídicas creadas por la radio, la televisión, los satélites de comunicaciones. Ningún país de la tierra está aislado y es inconcebible que una frontera quiera ser protegida con un muro, un foso o una alambrada, porque ya no hay obstáculos que impidan a la voz y a la imagen viajar sin documentos y sin visas por todos los caminos del espacio infinito.

“La radio y la televisión ejercerán su influjo en la búsqueda de las metas históricas. Al estudioso de las ciencias jurídicas corresponde la responsabilidad de lograr que se llegue a ellas sin peligro de perderse en encrucijadas o confundir los caminos. Para eso es necesario recordar siempre que lo importante no es el medio sino el hombre”.

La vieja tarea sigue siendo asignatura pendiente.

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