¡Imaginen vivir en una casa sin paredes ni techo, en el que no existe un principio y un fin de los espacios! En donde no esté claro lo que es tuyo y qué no lo es… Precisamente así, es como se siente un niño cuando no se le ponen límites y estructura.
Al contrario de lo que muchos padres llegan a creer, establecer límites no les convierten en padres estrictos, autoritarios o poco vinculados con los hijos; a su vez, se sabe que poner límites no afecta su autoestima; todo lo contrario, un padre que guía, enseña y educa, logra que los hijos se sientan protegidos y seguros y aprenden a autorregularse. El conocer los límites le facilita desarrollar su seguridad.
Los expertos coinciden que los límites proporcionan:
– Una estructura sólida a la cual aferrarse, un modelo de conducta adecuado para seguir y orientarse.
– Protección de los peligros y riesgos. Los niños deben aprender, por ejemplo, que si acercan la mano al fuego pueden quemarse o que al saltar desde un lugar alto pueden herirse y hacerse mucho daño.
– Una guía para conocer el camino, por lo cual se sugiere:
- Empezar con los límites desde el primer año, en este caso son pequeñas normas: ¡Si subes por ahí te caerás!, ¡al tocar esto podrías romperlo! El bebé tiene que aprender a interpretar e identificar ese NO.
- Deben estar preparados para discutir con los hijos: algo agotador pero necesario. Y es que los niños no aceptan de buen grado renunciar a sus deseos, pero los padres deben saber que los límites y las normas son por su propio bien y aunque llore, grite o pataleé deberá seguir las normas.
- Ser coherentes y predecibles en cuanto a los límites, por ejemplo: si decimos al niño que no podrá jugar con ese juguete por su mal comportamiento pero no lo cumplimos, el niño acabará no respetando las órdenes.
- También es importante, mantener las consecuencias lógicas, junto a que éstas sean acordes al mal comportamiento, como por ejemplo: prohibir al niño ir al parque durante una semana porque no recogió los juguetes, entre otras…
- La firmeza: el tono de voz y la seriedad con la que hablemos es fundamental a la hora de poner límites. El comportamiento de los padres debe ser con seriedad y paciencia, aunque internamente se tengan deseos de llorar o de reír o lastimar NO se debe gritar e insultar, en cambio se debe mostrar firmeza y constancia en la implementación de límites.
- Tratar de olvidar y no utilizar la frase “porque lo digo yo y punto”: Los niños han de entender el motivo de una regla o de una consecuencia que se les ha impuesto y se les debe de expresar de una forma clara: -¿por qué han de irse a la cama temprano?, ¿por qué tienen que recoger la habitación?. De esta manera ellos podrán desarrollar valores internos de comportamiento.
- Consecuencia educativa: ¿De qué se trata? Con un ejemplo entenderán mejor: “si no haces los deberes irás al colegio sin ellos y tendrás que afrontar las consecuencias”, “si no quiere tomar la cena – se le retira el plato y le damos un yogurt, si lo acepta para no irse sin cenar, más no se le prepara otro plato”.
- No se le grita u obliga, simplemente se le advierte sobre lo que puede pasar, en el caso de no hacer lo que corresponde. Esto enseñara a los niños que las acciones tienen consecuencias y los hará responsables de su propia conducta.
- No ceder. Cediendo sólo agravamos y prolongamos el problema… “Esta es nuestra norma y así has de hacerlo”; es importante que los padres se mantengan seguros de lo que están haciendo, SIEMPRE es y será para el bien de sus hijos, para que crezcan felices.
Estos son solo algunas de las guías y consejos que pueden ayudar a poner límites; sin embargo, cada caso tiene sus particularidades, es por eso que es importante mantenerse informado por medio de un experto y estar al pendiente del tipo de límites que le estamos imponiendo a los hijos, para así poder cambiar y beneficiarlos en una edad temprana siendo la edad en que más lo necesitan.
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