Los armenios, Francia y México

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Entre 1915 y el final de la Primera Guerra Mundial, los dirigentes del imperio otomano decidieron acabar con la “cuestión armenia” de la manera más radical: mediante el genocidio, es decir, la liquidación física de un pueblo. Al final de la operación, tres de cada cinco armenios habían muerto. El crimen, más que millonario, fue documentado y puesto en evidencia por los tribunales turcos al final de la guerra y los testimonios publicados en 1919-1920 por la Gaceta Parlamentaria otomana.

Sin embargo, la posterior república turca se niega, hasta la fecha, a reconocer la naturaleza de un hecho histórico que contribuyó a convencer a Hitler que podía exterminar, sin riesgo, a los judíos. “¿Quién recuerda hoy la masacre de los armenios?”, contestó a unos generales que recibían sin entusiasmo la orden de la masacre. Efectivamente, al principio de la campaña de Polonia, nadie recordaba a los armenios exterminados en el imperio otomano; solamente los armenios, los turcos y kurdos, sus antiguos vecinos. Hoy día mucha gente recuerda, para el honor del pueblo turco. Gente famosa como el Nobel de literatura Orhan Pamuk, y gente no tan famosa como los valientes militantes de la Asociación Turca de Derechos Humanos, o algunos de nuestros mejores colegas historiadores. Está en curso una campaña de firmas en Turquía para que el gobierno cambie de parecer: “La negación del genocidio sirve para blanquear un crimen organizado y cometido por el Estado. El negacionismo impide enfrentar la historia, impide ponerse de rodillas ante la memoria de las víctimas, arrepentirse frente a sus descendientes y decir ‘nunca más’.” Ya firmaron más de 50 mil personas.


El 23 de enero de 2012 el Senado francés, después de la Cámara de Diputados, aprobó el proyecto de ley que tipifica como delito la negación del genocidio del cual fueron víctimas los armenios, a pesar de la insistente intimidación ejercida por el gobierno turco. Negar ese hecho histórico es punible con un año de cárcel y una multa de 45 mil euros. El Estado francés había reconocido como tal el “genocidio” contra los armenios en enero de 2001. Su ratificación había provocado un boicoteo económico por parte de Turquía.

En enero, el gobierno turco congeló la cooperación política y militar con Francia y su primer ministro reaccionó de manera virulenta, negando la existencia del genocidio y acusó a Francia de haber cometido un genocidio en Argelia entre 1945 y 1962: si Sarkozy no lo sabe, debería preguntar a su padre. Alrededor de 15% de la población argelina fue masacrada sin piedad por los franceses… Los antepasados de Sarkozy huyeron de España y se refugiaron en el imperio Otomano. Uno puede discutir de la oportunidad de las “leyes de memoria” y de los castigos contra los que niegan hechos históricos comprobados, como la trata de los negros y su esclavitud, los genocidios contra los armenios, gitanos y judíos. Ciertos historiadores piensan que esa intervención de los políticos y de los jueces puede paralizar la investigación o la discusión. Otros, más realistas, piensan que los negacionistas no tienen remedio y que ninguna ley hará cambiar la postura del gobierno turco. Eso lo hará, algún día, la sociedad turca.

¿Por qué puse a México en el título de hoy? La embajada de Azerbaiyán en México, comunicó, el 29 de diciembre de 2011, que “el Congreso mexicano ha adoptado resoluciones con un punto de acuerdo sobre el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán, a propósito del territorio de Nagorno-Karabakh y del genocidio de Jodyali”. “Genocidio” perpetrado, dice el texto, por los armenios contra los azeríes el 26 de febrero de 1992. No dice que eso ocurrió en el marco de una guerra, empezada en 1987 con los violentos pogroms contra los armenios de Azerbaiyán (más de 350 mil fueron expulsados).

En efecto, la resolución presentada por el senador Carlos Jiménez, el 6 de septiembre de 2011, empieza con: tropas de de Armenia atacaron la población civil de Jodyali en una acción que las organizaciones internacionales de derechos humanos no dudaron de calificar de genocidio. El 30 de noviembre, la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara aprobó un punto de acuerdo presentado por el sonorense Marcos Pérez en el que se denuncia “primero” el denominado “Genocidio de Jodyali”. El 8 de diciembre la Asamblea aprobó dicho punto.

Sí, fue un crimen, una condenable operación de “limpieza étnica”, como las anteriores y mayores masacres de armenios en Azerbaiyán, pero un genocidio es otra cosa. Nuestros representantes, en lugar de escuchar la sola parte azerí, deben consultar la Asociación Internacional de Estudiosos del Genocidio: www.genocidescholars.org.
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* Profesor e investigador del CIDE

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