Los bajos de El País: un editorial en el subsuelo del periodismo

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Aparentemente, en el diario español El País entienden que una opinión – y nada más y menos que un editorial; es decir, que la voz del medio -, es un género libre donde la el escribiente puede hacer con la realidad lo que los niños hacen con ella: lo que le plazca. La diferencia con estos últimos, que es que la consecuencia de esa manipulación, es restringida al territorio del juego, individual o extendida por un lúdico acuerdo; en el caso del periódico, la distorsión parece surgir de la pretensión – si no, de qué iba a hacerlo – de imponer un nuevo marco conceptual(“realidad”) a sus lectores: es decir, desinformarles de manera imperativa.
Así pues, en su editorial del 29 de diciembre de 2021 (Los Altos de Trump), el medio sostenía que Israel tiene un proyecto expansionista. Raro proyecto, este, que espera a ser atacado por coaliciones de países con afán de eliminarlo, para obtener territorio y que, posteriormente, limita su presencia a esos mismos… Para afirmar tal cosa, el medio llegaba a omitir cómo Israel llegó a hacerse con los Altos del Golán: de 1948 a 1967 Siria utilizó esa región como un bastión militar desde el que atacó a las comunidades judías del Valle de Hula. Y fue la aventura belicista siria – formando parte de una coalición militar árabe -, la que condujo a la pérdida de dicha región. De “proyecto expansionista”, nada.

Pero el texto no iba sólo de presentar harto negativamente a Israel, sino de volver sobre la figura de Donald Trump, manteniendo que “su escaso aprecio por la legalidad internacional y por los acuerdos multilaterales le permitió realizar pasos que ningún presidente anterior habría asumido, como romper las relaciones con la Autoridad Palestina, […] declarar la compatibilidad con la legislación internacional de la ocupación israelí de Cisjordania…”.

¿Dónde existe incompatibilidad entre la legislación internacional y la ocupación de Cisjordania? De hecho, esta ocupación es legal dentro de ese marco. Al punto que la Corte de Apelación de Versailles dictaminó el 13 de marzo de 2013 que la ocupación israelí de territorios reclamados por los palestinos no es ilegal. Pero, es que los propios Acuerdos de Oslo, aceptados por ambas partes – por tanto, devenidos vinculantes -, no ilegalizan en absoluto la presencia israelí en Cisjordania; antes bien, la regulan hasta tanto se llegue a un acuerdo entre las partes. Vale recordar que, tal como explicaba Alex Safian, analista de CAMERA, en un artículo de 2011, por lo menos en tres oportunidades los palestinos rechazaron la estadidad cuando les fue ofrecida. Vaya con un “proyecto expansionista”.


Los hechos iban por un lado, y El País por el otro. Como cuando sostenía que Trump había roto las relaciones con los palestinos. La CNN, en cambio, informaba de algo distinto en marzo de 2021:

“Luego de que Trump declarara [más bien, reconociera] a Jerusalén como capital de Israel en diciembre de 2017, la Autoridad Palestina rompió relaciones oficiales con la Casa Blanca y el Departamento de Estado, aunque sí continuó la cooperación en materia de seguridad”.

A su vez, la agencia Reuters, decía en febrero de 2020:

“La Autoridad Palestina ha cortado todos los lazos con Estados Unidos e Israel, incluidos los relativos a la seguridad, tras rechazar un plan de paz para Oriente Medio presentado por el presidente estadounidense, Donald Trump, según ha declarado este sábado el presidente palestino, Mahmud Abás”.

El despropósito sin argumento que era el editorial, finalizaba culpando a Israel y a Estados Unidos del imperialismo ruso y chino – a la vez que acallaba el turco o iraní, por poner otros ejemplos conspicuos:

“De no mediar al menos una clara matización de la política unilateralista practicada por Trump y Netanyahu, tendrá consecuencias muy negativas la ambigüedad del mensaje que emite Washington en dirección a los instintos expansionistas también internacionalmente reprobables de Putin respecto a Ucrania y de Xi Jinping respecto a Taiwán”.

Israel, se pretende, es la manzana podrida que contagia al resto de la cesta. Solucionado ese “problema”, la política mundial, parece querer sugerirse, vivirá mil años de paz y armonía.

Difícil creer que quien escribió este texto esté convencido de semejante peligrosa tontería. Es más factible que la hipérbole sólo sea una fórmula para demonizar al estado judío; que no sea más que, como se dice en argentina, un brulote, es decir, una crítica ofensiva de Israel. Por cierto, se denominó brulotes (del francés brûler: quemar) a los barcos cargados de material inflamable que dirigía el pirata Henry Morgan contra los buques españoles para incendiarlos.

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