Las apuestas posibles acerca de qué es lo que verdaderamente piensa el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu sobre la manera de tratar el conflicto israelí-palestino pueden ser innumerables. Cada apuesta posee puntos de apoyo en alguno de los comportamientos, facetas o declaraciones del Premier a lo largo de su carrera política. Y cada apuesta muestra también decisiones capaces de desmentir lo que poco antes se había tomado como cierto. Un breve y sintético repaso de su trayectoria es elocuente de lo anteriormente dicho:
1.- En su primera gestión como Primer Ministro (1996-1998) participó en las conversaciones de paz israelí-palestinas inauguradas a partir de los Acuerdos de Oslo de 1994. A pesar de sus reticencias iniciales fue protagonista de la firma de los Acuerdos de Wye Plantation (bajo el patrocinio del presidente Clinton), participando así, de facto, en la senda marcada por el proyecto de “dos Estados para dos pueblos”.
2.- Cuando en 2008 desarrolló su campaña electoral a la cabeza del partido Likud para contender de nuevo por el puesto de Primer Ministro, su plataforma electoral en cuanto a política exterior ya era distinta y se basaba en el rechazo al esquema de “dos Estados para dos pueblos”. Para él, como para su partido, se trataba de una fórmula inoperante para conseguir la paz y por tanto, la expansión de la presencia de colonos judíos en Cisjordania no era ni indeseable ni contradictoria.
3.- Al convertirse en primer ministro y verse bajo la fuerte presión internacional, especialmente la proveniente del Presidente Obama, se vio obligado (¿o convencido?) a aceptar el marco de “dos Estados para dos pueblos” en contra de sus afirmaciones previas. Las presiones incluyeron la demanda de congelar la construcción de asentamientos en Cisjordania y Jerusalén Oriental a fin de que la parte palestina, representada por el gobierno de Mahmud Abbas, accediera a reanudar conversaciones de paz directas. Gran parte de la coalición gobernante encabezada por Netanyahu, fuertemente cargada a la derecha, se resistió persistentemente a dicha demanda, pero a fin de cuentas, Netanyahu, con la oposición de muchos de sus aliados, aceptó decretar una moratoria de 10 meses en la construcción. Tras un largo lapso de cabildeo, hace unas cuantas semanas dieron inicio por fin las conversaciones directas.
4.- Al cumplirse los 10 meses del congelamiento el 26 de septiembre pasado, Netanyahu anunció que no lo prorrogaba, no obstante los exhortos de Washington, la Unión Europea y Naciones Unidas para que lo hiciera. Simultáneamente declaró que seguía dispuesto a negociar, aunque hay altas probabilidades de que Mahmud Abbas se retire de ellas. El premier israelí continúa declarando que el camino de las negociaciones es el correcto, por más que su decisión de dar el banderazo a la construcción de nuevos asentamientos constituya una contradicción en términos de algo que es imprescindible para alcanzar la solución de los dos Estados para los dos pueblos.
5.- En la reciente comparecencia de Avigdor Lieberman, ministro de relaciones exteriores de Israel ante la Asamblea General de la ONU, éste, perteneciente a un partido de línea radical miembro de la coalición gobernante, expresó una postura abiertamente distinta a la esgrimida por Netanyahu. Habló de la inutilidad de las conversaciones con los palestinos y de su convicción de que la paz está aún muy lejana, proponiendo en cambio ciertas fórmulas de transferencia e intercambio poblacional que escandalizaron a muchos y no cuentan con el visto bueno oficial.
6.- Netanyahu declaró no haber conocido de antemano el discurso de Lieberman, y por otra parte, a pesar de ir tal discurso en contradicción con la línea sostenida públicamente por él, no despidió a Lieberman ni hubo tampoco explicación satisfactoria de la posición real del primer ministro israelí al respecto.
Una de las varias lecturas que puede tener esta situación es que Natanyahu funciona sin una visión de largo plazo y mediante respuestas reactivas a cada episodio particular con el objetivo prioritario de mantener a su gobierno en pie. Para ello ha estado dispuesto a complacer a sus socios de derecha aún con el alto costo de hacer fracasar el proceso negociador que se vislumbra como el único camino para alcanzar la paz. A la luz de todo esto, la pregunta de si él realmente está convencido del beneficio de las conversaciones no tiene una respuesta clara.
Fuente: Excélsior
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