Los últimos 15 meses han sido una tragedia para el individuo y un triunfo para el colectivo. La historia está llena de ejemplos de esta dicotomía. La tragedia del 7 de octubre de 2023 y las consecuencias que le siguieron en todo el mundo han creado un terremoto que ha realineado al judaísmo mundial de la manera más profunda. Los judíos israelíes y los de la diáspora han pasado por una especie de catarsis y han recuperado un sentido de propósito que estaba peligrosamente cerca de perderse.
Muchos judíos estadounidenses se habían convencido de que podían integrarse a la sociedad y de que su judaísmo era meramente incidental. Los últimos 15 meses han demostrado que esta creencia era una mentira apenas velada. Reveló la verdad: somos una minoría perseguida que siempre debe estar en guardia y vigilante para proteger nuestros derechos y nuestras libertades. Durante miles de años, las sociedades cristianas y musulmanas no han tenido ningún problema en distinguirnos de ellas. En Estados Unidos, tal vez debido a la sociedad multicultural en la que vivimos o a unas cuantas generaciones de riqueza material que muchos han experimentado, la gente desarrolló una falsa sensación de su “lugar” en la sociedad. Esto tal vez proporcionó el espacio para esta suspensión de la incredulidad.
En un episodio reciente del podcast “Call Me Back”, el presentador Dan Senor entrevistó a Yardena Schwartz, autora de Ghosts of a Holy War, sobre la masacre de 1929 en Hebrón. En el libro, ella describió cómo la comunidad judía en Palestina y, de hecho, en todo el mundo no estaban muy a favor del sionismo por varias razones.
Cuando la Haganá advirtió a los judíos de Hebrón lo que estaba a punto de suceder, rechazaron la oferta del grupo de ayudar. Después de la masacre, los judíos de Palestina abrazaron la necesidad de que la Haganá fuera una fuerza de combate organizada para defender al pueblo judío. Esa tragedia permitió una nueva comprensión y crecimiento. Como expresó Senor en su podcast, la situación actual no es muy diferente. Así como los trágicos acontecimientos de la masacre de Hebrón de 1929 impulsaron a los judíos de Tierra Santa a fortalecer sus defensas y solidificar los cimientos del sionismo, los desafíos actuales están provocando una resolución similar entre los judíos de todo el mundo.
La adversidad, aunque profundamente dolorosa, tiene una forma de aclarar el propósito. Para los judíos estadounidenses, en particular para las generaciones más jóvenes, este período de desafíos ha sido un momento decisivo. En los campus universitarios y en las comunidades de todo el país, los estudiantes y las familias judías se enfrentan a la dura realidad de que no pueden darse el lujo de dar por sentada su seguridad o identidad.
En esta lucha hay una oportunidad de crecimiento. La idea de que “lo que no te mata te hace más fuerte” puede parecer una simplificación excesiva, pero el principio es válido. Al igual que los músculos se fortalecen con el esfuerzo y la recuperación, las comunidades también pueden emerger revitalizadas de sus desafíos.
La historia ha demostrado que la resiliencia nace de las dificultades. El pogromo de 1929 fue un doloroso catalizador para la reorganización de la Haganá en una entidad mucho más formidable, que eventualmente se convertiría en parte de las Fuerzas de Defensa de Israel. Sin esa tragedia, ¿quién sabe si el pueblo judío en Palestina habría desarrollado la fuerza y la organización necesarias para defenderse?
Este es un momento de catarsis, una oportunidad para que la comunidad judía reevalúe sus prioridades y se reconecte con su misión. Es un momento para inculcar en las generaciones más jóvenes un sentido de propósito, resiliencia y orgullo por su herencia. Como líderes y padres, la responsabilidad debe ser enmarcar estos desafíos como oportunidades de crecimiento y enseñar a los niños que la vida rara vez es en blanco y negro. Es igualmente importante enviar un mensaje a nuestros enemigos de que somos fuertes y que no iremos a ninguna parte.
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