Los espías de Putin

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“La extraordinaria trama de espionaje ruso detallado por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos suena a una clásica, aunque un poco cliché, novela de espías de la Guerra Fría”, observó Tom Leonard en el diario británico The Telegraph. “Las escenas son sacadas de John Le Carré” editorializó The Wall Street Journal. En The Weekly Standard, Gabriel Schoenfeld lo definió como “el caso más bizarro de espionaje de toda la historia ruso/soviética”. En efecto, el arresto de diez agentes encubiertos rusos en suelo norteamericano, la divulgación de fotografías de una femme fatale pelirroja virtualmente tomada de un casting de la saga James Bond, la mención al uso de tinta invisible y trueque de dinero en periódicos enrollados en los subtes de Nueva York, el canje, en Viena, de ex oficiales de inteligencia rusos encarcelados por haber pasado información a agencias occidentales, no puede menos que remitir a los episodios más novelescos de la intriga del espionaje internacional y de la épica de la Guerra Fría en particular.

No es novedad alguna que existan intentos de espionaje entre las naciones, y el nexo Washington-Moscú es un clásico del género. Ha habido canjes de espías en al menos ocho ocasiones según ha indicado The Associated Press: en 1962, 1963, 1964, 1978, 1979, 1985 y dos trueques en 1986, uno de los cuáles implicó al disidente judío Anatoly (Natan) Sharansky. También ha habido expulsiones luego de la exposición de redes clandestinas. Tal como Jamie Fly documentó, cuando el doble agente Robert Hansen fue descubierto en 2001, la Administración Bush expulsó a 4 de sus contactos rusos y ordenó a otros 46 a abandonar el país en cuestión de meses. La Administración Clinton expulsó al jefe de la estación de inteligencia rusa cuando el agente de la CIA Aldrich Ames fue arrestado por pasar información sensible a Moscú. En 1986, la Administración Reagan expulsó a 80 diplomáticos soviéticos. En 1971, Gran Bretaña expulsó a 105 oficiales de la KGB y en el 2007 echó del país a 4 diplomáticos rusos luego del envenenamiento de un crítico de Vladimir Putin en Londres.

Al momento de escribir estas líneas, la Administración Obama ha adoptado el precedente de los canjes pero ha descartado el de las expulsiones. Tomada por sorpresa por la revelación del FBI -apenas cuatro días después de un encuentro amigable entre el presidente estadounidense y su par ruso Dimitry Medvedev- esta Casa Blanca decidió bajar el relieve público del asunto. Conforme ha informado The New York Times ni bién estalló el escándalo, “El plan del Sr. Obama es ignorar largamente el asunto públicamente… mientras continúa enfocado en lo que él ve como asuntos más importantes”. Para un presidente que ha anunciado una política de reseteo de las relaciones con Rusia, que ha firmado acuerdos de reducción de armas y que ha blanqueado su arsenal nuclear, la aparición de un incidente de desconfianza tan mayúsculo debe haber caído como un baldazo de agua fría para sus esperanzas de relaciones armoniosas con su otrora (y bastante actual, también) némesis ideológica.


Para la inteligencia rusa, el fiasco no ha sido menor. La destrucción de una red de espías entrenados, supervisados y pagados por años representa tanto un daño a su capacidad operativa en tierras foráneas como a su reputación local y global. Eso explica seguramente la razón por la cuál -en marcado contraste con la amplia cobertura mediática en Occidente- el caso fue prácticamente aplacado en la prensa estatal rusa. Según han informado corresponsales en Moscú, los principales canales de la televisión oficial sólo publicaron la noticia el primer día que se supo del incidente. En los días sucesivos los reportes fueron escuetos, si eso. Durante el primer fin de semana, ninguno de los programas de análisis político que abordan los temas más cruciales de la semana, tocó el caso. La frialdad con la que los espías intercambiados fueron recibidos en Moscú fue tal que ningún canal de televisión transmitió su arribo a Rusia. A pesar de ello, Yandex (el Google ruso) informó que las búsquedas de internet más solicitadas por los ciudadanos rusos durante el desarrollo de esta trama ranquearon por igual al asunto de los agentes expuestos con el desarrollo de la Copa del Mundo.

El sensacional affair de espionaje transnacional obligará a la Administración Obama ha repensar su política de acercamiento a una Rusia de facto gobernada por un ex coronel de la KGB que ha demostrado no estar tan dispuesto a abandonar el molde de la Guerra Fría como su contraparte norteamericano pareciera haber creído y hubiera deseado. Las diferencias prevalecientes a propósito de la ampliación de la OTAN, la instalación de radares y bases anti-misiles en países cercanos a Rusia, el programa nuclear de Irán, la situación de Georgia, etc, requerirán para su solución de la mejor confianza posible entre las partes… una confianza que Vladimir Putin acaba de hacer trizas.

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