Los judíos de la Unión Soviética

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Con una excelente exhibición titulada “Los judíos de Lucha”, “El Movimiento Nacional en la U.R.S.S. 1967-1989”, conmemora “Beth Hatfutsot” (El Museo de la Diáspora) el 40 aniversario de la lucha de los judíos soviéticos que trajo como resultado la aliá de un millón de judíos a Israel. Al mismo tiempo tuvo lugar en la Universidad Hebrea de Jerusalén una conferencia internacional sobre el tema “Despertar y Lucha”, y la misma Universidad auspició la premier mundial del documental “Refuseniks”.

Ese movimiento sirvió también como símbolo y ejemplo de la lucha por los derechos humanos en cualquier parte del mundo, creó olas de identificación entre las diversas comunidades judías, y su victoria constituye una profunda expresión de mutua responsabilidad judía.

La exhibición tiene un doble aspecto: primero y de manera destacada, presenta a aquellos judíos en la Unión Soviética que emprendieron el penoso y generalmente peligroso proceso para salir hacia Israel. En segundo lugar, y como parte esencial e integral de esa lucha, están los judíos de Israel y de la diáspora que los apoyaron, no solamente desde lejos, sino también visitándolos en números cada vez mayores. Tanto los judíos soviéticos como sus defensores en el extranjero constituían una minoría en sus respectivas comunidades. Ambos tuvieron que luchar también contra la ignorancia y apatía de muchos de aquellos por los cuales se peleaba. El fuerte deseo de cambiar las rígidas reglas de la tiranía prevaleció y logró aumentar cada vez más el círculo de activistas. El movimiento judío empezó como todos los movimientos, con pequeños pasos y vagas esperanzas, y fue tratado por las autoridades soviéticas con desprecio y severidad. Pero el movimiento no se dejó silenciar o aplastar. Continuó agitando, peleando, demandando, protestando e insistiendo en ser escuchado. Los nombres de activistas judíos, prácticamente desconocidos a principios de 1970, se volvieron conocidos en la década de 1980 tanto en Israel como en la diáspora.


La historia moderna del judaísmo soviético se remonta a la revolución de octubre de 1917. Lenin, temeroso de que el sionismo distrajera a los judíos de la lucha de clases, declaró que el movimiento era burgués y reaccionario. A pesar de que muchos judíos ocuparon puestos de gran importancia en los primeros soviets, convencidos de que el régimen comunista traería la solución al problema judío, ello no impidió al gobierno liquidar a sus propios judíos comunistas en purgas organizadas por Stalin en las décadas de 1930 y 1940.

En los primeros meses de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética, aliada al principio a la Alemania nazi, se anexó varias regiones que habían sido independientes y en las que florecían la vida judía, la educación y el sionismo.

En 1947, la Unión Soviética permitió la venta de armas a través de Checoslovaquia al estado en ciernes: en 1948 apoyó el establecimiento del estado judío y se contó entre los primeros países en establecer con él relaciones diplomáticas. Sin embargo, los judíos fueron “advertidos” en periódicos como Pravda, de no tener contacto y relación con el nuevo estado. La llegada a Moscú del primer representante de Israel, Golda Meir, llenó el aire de optimismo y alegría. Una enorme manifestación se reunió a recibirla fuera de la Gran Sinagoga en la calle Archipov.

Estas esperanzas fueron rápidamente reprimidas. Stalin mandó ejecutar al director del teatro judío Shlomo Mijoels y a muchos de los escritores judíos, y en 1953 se iniciaron juicios contra médicos judíos. La cultura judía fue prohibida y se inició una sistemática discriminación de judíos en empleos y universidades. Esto, a sólo pocos años después de la Segunda Guerra Mundial, en la que se estima que perecieron 2 millones de judíos soviéticos. Había planes para deportar a los judíos de la Rusia europea a Siberia, que fueron suspendidos por la muerte de Stalin en 1953. Posteriormente, pocos logros se obtuvieron: en 1957 los escritores judíos asesinados fueron reivindicados en forma póstuma, y a la sinagoga Coral de Moscú se le permitió publicar un pequeño libro de oraciones. En 1957 se permitió que una delegación israelí participara en el Festival de Jóvenes y Estudiantes en Moscú; sin embargo, los judíos soviéticos que abrazaron a los participantes israelíes fueron después arrestados por establecer contacto con extranjeros. Hay un póster del festival en el cual escribieron en idish: “Gracias por la alegría que nos proporcionaron”. Durante quince años el régimen suprimió toda manifestación cultural y religiosa judía, y toda forma de pensamiento sionista.

Ya desde 1952 funcionaba en Israel una organización secreta llamada Nativ (Oficina de Enlace) que mantenía contacto con los judíos tras la Cortina de Hierro y que jugó un importante papel en la historia de los judíos soviéticos. A principio de 1960 recomenzó en la URSS la actividad sionista y la agitación permanente para emigrar; aparecieron publicaciones ilegales, como la poesía de Jaim Najman Bialik y la novela “Éxodo” de León Uris.

En 1967, los judíos soviéticos se vieron traumatizados ante el peligro de la destrucción del joven país. Los soviéticos, patrones y principales proveedores de armas de los egipcios y sirios, previeron que Israel, ante el agresor, perdería la guerra, y rompieron relaciones diplomáticas con él. A poco tiempo se supo que Israel no sólo había sobrevivido, sino que había vencido a sus tres enemigos.

Al miedo siguió el orgullo. La exitosa victoria estimuló a miles de judíos soviéticos, los inspiró a estudiar historia judía, a aprender hebreo y a reclamar el derecho de vivir en Israel. La victoria fortaleció la identidad judía soviética; un emotivo ensayo, “Porqué soy Sionista” fue ampliamente distribuido. En ese tiempo, el judaísmo soviético era conocido en Occidente como los judíos del silencio, por el título del libro de Elie Wiesel publicado en 1966, seguido por “Los judíos de la esperanza” de Martin Gilbert, publicado en 1984.

El régimen soviético, que había aplastado en 1968 la revolución checa y sus aspiraciones de libertad, no tuvo ningún reparo en terminar con el hebreo y la cultura judía y en impedir que los judíos emigraran. Pero se encontraron con un nuevo tipo de judío; que no temía manifestarse públicamente dentro de la Unión Soviética ni a ser arrestado. Un número cada vez mayor de judíos se arriesgó a fuertes castigos y solicitó visas de salida, que obviamente fueron rechazadas sin ninguna explicación ya que el rechazo nunca fue proporcionado por escrito. Las solicitudes, significaban pérdida del trabajo y medios de subsistencia, arresto bajo cargos de “parasitismo” y la conscripción militar para jóvenes estudiantes expulsados de la universidad. Los soviéticos apoyaban sus negativas en factores de seguridad de estado, alegando que secretos soviéticos podrían ser divulgados en el occidente.

En agosto de 1969, 18 familias de la Georgia Soviética enviaron una carta colectiva a la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas demandando el derecho de “dejarnos ir al país de nuestros ancestros”. En junio de 1970, un grupo de judíos desesperados atrajeron la atención internacional por un fallido intento de raptar un avión de Leningrado a Suecia.

En la lucha de los judíos soviéticos para dejarlos salir o vivir dentro de la Unión Soviética como judíos orgullosos, ocupan un lugar especial los “Prisioneros de Sión”, los escogidos por las autoridades soviéticas para sufrir por todo el movimiento, esperando que sus castigos sirvieran de ejemplo para impedir que otros continuasen con el activismo. Yosef Mendelevich, Yosef Begun, Anatoly Sheransky e Ida Nudel son algunos de los cientos de prisioneros que sufrieron el peso de la hostilidad del régimen, pasando años en la cárcel, en el exilio en colonias penales en Siberia o en instituciones de enfermos mentales. Los bailarines Valery y Galina Panov, él judío y ella no, solicitaron en vano visas en 1972, fueron expulsados del Ballet Kirov y privados de la posibilidad de bailar en cualquier otra parte. Aunque no hay estadísticas exactas, se calcula que de los 2,25 millones de judíos que vivían en la Unión Soviética después de la Segunda Guerra Mundial, la gran mayoría no se arriesgó a solicitar visas a Israel, y salieron sólo después de la caída de la Cortina de Hierro en 1991. Pero alrededor de 20.000 judíos solicitaron visas y se convirtieron en “Prisioneros de Sión”.

Mientras tanto, inspirados por el movimiento norteamericano de Derechos Civiles, una campaña estudiantil tomó un papel más activo difundiendo el sufrimiento de los judíos soviéticos con demostraciones públicas, y presionaron posteriormente en Capitol Hill para que se pasaran leyes que relacionaran los derechos humanos con el intercambio comercial. Se iniciaron masivas marchas de protesta tanto en los Estados Unidos como en todo el mundo. Durante los años 60, 70 y 80, miles de personas, de todas las esferas, usando camisetas, brazaletes y medallones con los nombres de los “refuseniks”, se unieron a las protestas bajo el lema “Dejad ir a mi pueblo”. (Let my people go)

Es enorme la importancia que tuvo la lucha de los judíos soviéticos tanto en el contexto de la historia judía moderna como en la historia universal de la lucha por la dignidad y los derechos humanos. Aquellos que encabezaron el movimiento nacional judío dentro de la Unión Soviética merecen el reconocimiento tanto del mundo judío como de Israel, el país en el cual decidieron vivir. Los grandes castigos no los detuvieron. Los mantuvo su fe en Israel y en el judaísmo. Los judíos que los apoyaron desde afuera lo hicieron con constancia y decisión: en demostraciones públicas, mitines, haciendo “lobby”, escribiendo cartas, mediante visitas y llamadas telefónicas. Profunda fue la contribución que este movimiento nacional y cultural tuvo para la historia judía. Dentro de la Unión Soviética los activistas mantuvieron su moral, aun en los peores momentos, en la cárcel y en campos de trabajo (gulags) teniendo fe en su causa y confianza en el apoyo del judaísmo mundial.

Bibliografía:
Martin Gilbert, “La lucha del judaísmo soviético y la historia judía moderna”.
Catálogo y libro publicado por “Beth Hatefutsoth” “Judíos de Lucha”.

Acerca de Tzila R. de Chelminsky

Nacida en México y cursando sus estudios hasta la preparatoria en planteles de la red judaica, obtiene en la UNAM el título de Licenciada en Economía.Su actividad social en México y en Israel ha sido intensa, llegando a ser Presidenta de varias organizaciones. En Israel ha sido fundadora y directora del Fondo Rosario Castellanos para llevar a esas tierras la cultura mexicana. Ha sido agregada cultural de la Embajada de México en Israel de 1993 a 1998 y asesora en asuntos culturales hasta el día de hoy. Colaboró en varios periódicos y revistas en México y desde hace 13 años escribe mensualmente desde Israel en "Foro".

1 comentario en «Los judíos de la Unión Soviética»
  1. hola soy estudiante de antropologia y estoy realizando trabajo de investigacion para dar una presentacion de la cuestion etnica nacional de la comunidad judia en la URSS.
    pensaba que talves me podrian enviar alguna bibliografia, mapas o imagenes de acuerdo a esta situacion , me interesaria contar con ustedes para una buena presentacion , gracias.
    pd; espero respuesta, les dejo mi mail, gracias buen dia.

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