Los judíos y España después de la expulsión. Carta al filósofo Antonio Escudero Ríos

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A nuestro amigo el historiador Mauricio Martín.
Al niño Juan Pablo Muñoz Acosta, in memoriam.

Por: Isidro González

Hay una idea tópica, o más bien una a foto fija, la que se ha instalado en la memoria histórica: los judíos desparecieron de España después de la expulsión. Los que se quedaron se convirtieron a la religión católica y otros mantuvieron ocultamente su religión sobre los que caía de una manera inmisericorde el tribunal de la Inquisición.


Sin embargo hay en medio toda una trayectoria de más de cinco siglos en los que España y los judíos mantuvieron una relación muy especial, aunque en España no existieran judíos como tales y los expulsados estuvieron muy lejos de ella.

En mi próximo libro de, inminente aparición, (Los judíos y España después de la expulsión 1492-1986) La larga historia de un Reencuentro Ed Almuzara ) estudio la relación que existió entre los descendientes de los expulsados y los españoles .

Al recuerdo y a la conservación de la cultura y de la lengua española entre los sefarditas se fueron uniendo a lo largo de este devenir fuera de España unas redes de intereses en unos y otros, que tenían como origen la referencia y la cobertura al pasado común .

Sin embargo ese cordón umbilical que unía a los expulsados y expulsadores con todos los resentimientos de por medio fueron con el tiempo tomando otras derivas que muy bien podríamos denominar como “La memoria colectiva”.

Pero los hechos se ven sometidos a una percepción cambiante a través del tiempo. No solo en virtud de modas y corrientes de opinión sino que el propio historiador también fluye y sufre la propia evolución y transformación que se proyecta sobre los hechos que enjuicia. El mismo acontecimiento ya no lo ven los mismos ojos, nadie cruza el rio por el mismo sitio , sino que las aguas, aunque sea el mismo sitio , son ya distintas por el continuo fluir de las mismas.

La percepción de la cuestión judía en la historia de nuestro país ha estado entreverada continuamente por ese continuo serpentear de interpretaciones , intereses políticos, concepciones religiosas y un largo etc. de condicionamientos.

En ese largo y movido tobogán de la historia de la relación entre los sefarditas y España después de la expulsión se van produciendo unas relaciones , a cuya evolución le sirven como catarsis fundamentalmente dos polos: el pasado común entre ambos y los acontecimientos históricos puntuales que se iban produciendo y que proyectan una especial forma de relación.

En lo que se refiere los españoles la idea de volver a llamar a los judíos para resolver nuestras angustiosas crisis económicas estuvo presente durante estos cinco siglos desde la expulsión . Para los sefarditas la protección diplomática ante las continuas persecuciones contra los judíos especialmente en la Europa contemporánea.

Toda un serie de acontecimientos en los siglos XIX y XX manifestaran esta situación de una manera palmaria que en España se plasmó en el famoso Decreto de 1924 de Primo de Rivera reconociendo la nacionalidad de los descendientes se los judíos expulsados en 1492.

Vuelta a retomar recientemente por el gobierno de la nación.

Hay toda una serie de acontecimientos en estos dos siglos en los que unos y otros hacen aflorar este sentimiento de acercamiento. Nos vamos a referir de una manera explícita en esta relación un acontecimiento muy traumático en nuestra reciente historia; La guerra civil española.

En mi último libro “ los judíos y la guerra civil española ( Hebraica 2009) abordo este tema.

El historiador Arno Lustiguer uno de los más reconocidos especialistas sobre esta cuestión escribe sobre este asunto “La abrumadora participación de los judíos en la guerra civil española ha sido durante mucho tiempo un secreto celosamente guardado. No es que alguien diese una orden a tal fin, pero la pregunta surge por si sola ¿por qué ocurrió? Los comunistas no los mencionan, robándoles así su identidad nacional y étnica, los judíos tuvieron que dar cuenta por si mismos de su Republica”.

Sin embargo la idea tópica de que el bando republicano fue pro judío y el franquista antijudío debe de ser revisada, porque entre ambas posiciones radicales hay todo un mundo de gradaciones y posturas intermedias que he desarrollado de una manera más extensa en mi último libro.

Ni la Republica fue tan pro judía ni el franquismo tan antisemita.. Si lo fueron en cuanto a sus manifestaciones exteriores, debido al alineamiento político o Realpolitik que dictaban las circunstancias excepcionales que se estaban viviendo. Pero acudiendo precisamente a este pragmatismo, muchas veces los dos bandos actuaban según la conveniencia del momento y toda una gama de posiciones intermedias se producían al filo de la evolución de los acontecimientos .

Lo que se podría denominar como intelectualidad judía occidental , en general fue proclive a apoyar masivamente al bando republicano; cosa lógica , cuando este luchaba contra un enemigo cuyos planteamientos se aproximaban , en algunos sectores , al de sus mayores enemigos como eran el fascismo y el nazismo. A esto habría que añadir los acontecimientos que se estaban viviendo en la Alemania con la persecución a los judíos. Por ese lado es evidente la clara posición de la judería occidental. Esta idea ha quedado anclada como una foto fija en esta relación de los judíos con el bando republicano.

Ahora bien , la Republica española estaba sostenida en su lucha contra el bando franquista por comunistas , anarquistas y otros grupos revolucionarios que, evidentemente no tenían las simpatías de otros núcleos importantes de judíos.

Algunos judíos norteafricanos del protectorado español tomaron partido por el bando franquista ; unos obligados y otros de “motu propio “ como también lo hicieron los del norte de Italia y algunos grupos sionistas , que también mostraron sus simpatías por el mismo bando.

Si en la percepción del conflicto español en el exterior hubo diferencias , dentro de las comunidades judías también existieron.

Ambos bandos utilizaban la participación judía en la propaganda política y se sumergían en la propia historia de nuestra antigua relación con los judíos. No era una cuestión nueva el utilizar nuestra relación histórica con los judíos como arma policía como ya ocurrió en el siglo XIX y muy especialmente en los años treinta; pero en las épocas inmediatas al estallido de la guerra civil este problema adquirió caracteres muy especiales en la propia diferenciación política.

Una gran parte de los judíos que apoyaron al bando republicano echaban mano de los argumentos del pasado histórico para defender la causa republicana; identificaban al bando franquista con la política de los Reyes católicos de expulsión de los judíos y lo vinculaban al nazismo alemán del que recibía ayuda militar. Sensu contrario el bando franquista acusaba los republicanos de estar vendido al capital judío y a las ideas revolucionarias de las que los judíos eran sus difusores y se sentían herederos de las medidas de tomaron los Reyes católicos expulsando a los judíos, a los que consideraban explotadores económicos del pueblo español.

Por el bando republicano se atacaba al franquista arguyendo que representaban la intolerancia y el racismo que llevo a la expulsión de los judíos, privándonos así de elementos muy valiosos para el desarrollo del país.

Este planteamiento grosso modo que se había instalado en la propaganda sufriría una praxis en la realidad de los hechos ; según iban marcando las circunstancias y la evolución de la guerra.

Muchos judíos del Norte de África que apoyaron al bando nacional pues muchos habían sido protegidos por las militares sublevados contra los ataques de los musulmanes. Por otro lado en el bando republicano hubo un silencio sobre la ayuda que recibieron de los judíos especialmente los integrados en las brigadas internacionales , cuando la prensa judía de todo el mundo magnificaba esta ayuda. ¿Por qué este silencio? Como muy bien apunta el profesor Lustiguer. Al día de hoy es un enigma.

El historiador más que dar soluciones debe plantearse preguntas.

La larga historia de nuestra relación con los judíos, ha sufrido y seguirá sufriendo los efectos de la interpretación muchas veces política, económica etc. interesada .La misión del historiador es pues ir rompiendo esos tabúes.

Isidro González,
Veguellina de Órbigo, agosto de 2014.

Acerca de Antonio Escudero Ríos

Nació en 1944 en Quintana de la Serena, Badajoz. Hizo las carreras de Filosofía y Publicidad en Madrid en donde reside desde 1960. Es editor literario e investigador de Judaica. Ha realizado ediciones facsimilares de la Guía de los Perplejos, el Cuzarí y de la obra de Isaac Cardoso. Dirigió las Jornadas Extremeñas de Estudios Judaicos en Hervás, en 1995, con Haim Beinart. Fue Director de las Actas del mencionado Congreso, publicadas en 1996. Colaborador en las revistas judías Raíces, Los Muestros, Maguem y Foro de la vida judía en el mundo, entre otras publicaciones. Creador, junto a otros entusiastas, de la Orden Nueva de Toledo, Fraternidad dedicada a la defensa plural de Israel y el Líbano cristiano, así como combatir el antisemitismo. Ha plantado miles de árboles, y construido, con Don Jaime Botella Pradillo, un jardín dedicado a los Justos de las Naciones en Las Navas del Marqués, en tierras de Castilla.

2 comentarios en «Los judíos y España después de la expulsión. Carta al filósofo Antonio Escudero Ríos»
  1. Al momento presente la opinión sobre el judaísmo en España sigue siendo tan falaz y cerril como en los tiempos de rey Recaredo,el primer rey antijudío de España. Ambas concepciones políticas, izquierdas y derechas ,se unen en la actualidad para percibir al judaísmo, anitisraelismo, y antisionismo con una idéntica cosa. Y si a eso añadimos el “sutil “tratamiento de la iglesia católica, en la cuestión judía ,los gobiernos con grandes contratos en los países árabes y la vergüenza histórica aun no totalmente asumida de la expulsión de los judíos en España de 1492 ,poco podrá cambiar la opinión publica actual y su anti todo lo que sea el pueblo judío,la religión judía y por ende Israel su nuevo chivo expiatorio. Situación alucinante y esperpéntica para un país que fue invadido por árabes y bereberes durante 800 años.

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