Los Pascal diseñan “para purificar” al ser humano

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Carlos y Gerard Pascal han desarrollado espacios consagrados al deleite espiritual. Dos casos de éxito que cuentan en su haber son Mikvé Rajel y la Casa de la Meditación.

El diseño de la Mikvé Rajel mereció dos premios en la VI Bienal Iberoamericana CIDI de Interiorismo, Diseño y Lanscape 2012-2013: la Medalla de oro en la categoría de Culto y la Medalla doble de oro Gran Premio de la Bienal Región Norteamérica.

De la raíz hebrea que refiere a la unión de las aguas, Mikvé es un lugar que reúne aguas de origen natural, como la lluvia, el río y el manantial, y que tiene como función la inmersión en el agua para la transformación espiritual.


Ritual exclusivo de la comunidad judía, la Mikvé implica la purificación del ser humano a fin de prepararlo para una tarea espiritual mayor.

La edificación del lugar para la Mikvé era tan importante para los judíos que, en muchos casos, la construían antes que la sinagoga, sujetándose a los mandatos de la ley judía. El agua debe ser pura y se aplican reglas estrictas que incluyen las medidas arquitectónicas y el uso de materiales determinados.

Para los arquitectos Pascal, la realización de este proyecto les significó a ellos mismos una introspección. La construcción de la Mikvé Rajel estuvo a cargo de Rafael Salame y el mobiliario es de Pascal Arquitectos. La idea vio la luz años atrás, para beneficio de una comunidad a punto de perder la práctica de este ritual por no contar con un espacio idóneo.

Aunque ahora la Mikvé es también un espacio elegante y cómodo, para unir arquitectura y universo espiritual, los creadores se valieron de elementos sugerentes de pureza: color blanco, luz, simetría.

La recepción, dicen los arquitectos, “es como una caja blanca”, donde sillones estilizados blancos invitan a la relajación.

En lugar de columnas se colocaron perfiles de aluminio natural y cristales blancos. Pisos de mármol Santo Tomás y un mural del pintor Saúl Kaminer
–interpretación abstracta de la Mikvé– complementan la decoración.

La Mikvé tiene baños para el aseo previo. La entrada y la salida son independientes, pues, de manera metafórica, se entra impuro y se sale purificado. Esto se simboliza con la oscuridad del piso y la blancura de los muros y plafones. A lo que se suma la luz indirecta que acentúa el drama visual.

En los baños, el mobiliario es de acero inoxidable y mármol Arabescato, muy atractivo y resistente. De aquí se entra a la Mikvé, de gran altura y techo a dos aguas para recoger el líquido que se usará en el ritual. El piso y la tina  también son de mármol Santo Tomás.

Los muros están fabricados en madera de Cumaru, material que arquitectos e interioristas aprecian por su durabilidad, impermeabilidad, brillo natural y delgadas vetas, que dan apariencia de rayas perfectas.

Saúl Kaminer realizó para esta Mikvé la obra El baño ritual, que en la parte superior del plafón pone en juego las fuerzas cósmicas que genera el agua, y que son enviadas al baño ritual en forma de casa, representando la dimensión de lo femenino.

El agua de la Mikvé fecunda a la pareja. Esa escena se da entre el árbol de la vida que se encuentra en la parte superior izquierda del cuadro y el árbol del conocimiento, en la parte inferior derecha.

Esta obra es la generación cósmica del agua que fecunda la unión de los opuestos a través de la representación de la pareja.

Digno de un faraón
La Casa de la Meditación, otra obra de los arquitectos Pascal en este tenor,  “induce a la introspección y a la armonía visual. Inspirada en las mastabas egipcias (edificios funerarios para los faraones), y en los templos mayas de Palenque”, dicen.

Ubicada en Bosques de las Lomas,  su objetivo es ser un espacio para la introspección  y el estudio de la religión judía. Su solemnidad “se debe al manejo discreto de materiales y a la iluminación. En aplicación de la ley recibimos asesoría de un grupo de rabinos”.

La fachada está cubierta de granito gris. Se ingresa por una especie de túnel triangular de dos metros de ancho por nueve de alto. Se pasa de la oscuridad a la luz, donde una drácena marginata (planta de follaje siempre verde) y una escultura de Saúl Kaminer son la única decoración.

La idea original, comenta el arquitecto Gerard Pascal, era colocar un reloj de sol, finalmente, “se optó por esta escultura que es una nueva visualización de esta idea basada en el juego de sombras sobre la pared”.

En el salón, una banca flotante de madera oculta las instalaciones de aire acondicionado y las bocinas.

El uso de la luz y la sombra sobre distintos volúmenes de granito acentúan el ambiente, creando una atmósfera de paz.

El techo, cubierto con plafón de madera de Cumaru, tiene un efecto flotante.

Aquí también participó el artista plástico Kaminer, con la escultura Cuerpo terrestre y su proyección celeste, que hace referencia al Árbol de la Sephirot, uno de los temas centrales de la mística de la Cábala.

Camino a la espiritualidad
“La comunidad que utiliza la Casa de la Meditación o la Mikvé Rajel tiene un lugar especial, donde el silencio acompaña a quien perdió a un ser querido o donde el ritual alcanza su máxima expresión”, comentan los arquitectos.

El reto del diseño interior fue “tener la capacidad de salir de tu centro, luego de generar ‘mercancía’ durante todo el día. Poder dedicar una obra por completo al ser humano, a su sensibilidad y emociones”.

Y agregan sobre el desafío: “Es dejar abierta la posibilidad de que suceda el acontecimiento místico en el lugar vacío que deja la materia que nosotros imponemos, y se requiere introspección por parte del creador y un trabajo particular”.

Ambos arquitectos, también premiados por ‘Trayectoria Profesional de Excelencia’ en la VI Bienal CIDI, coinciden en que otorgarse un lugar en la arquitectura moderna “sería un acto de soberbia”, pero saben que han logrado un rompimiento con la  tradición en este tipo de proyectos “al pasar de un estado burocrático a la exaltación mística”.

La Casa de la Meditación, su obra más pequeña en sentido material, pero la que más premios ha tenido, “es una obra artesanal, sin pretensiones de modernidad tecnológica”, dicen.

En cuestiones económicas, comentan que se trata de “obras pro-bono (para el bien público) con un resultado negativo, pero con un valor intangible”.

Carlos y Gerard Pascal comparten un proyecto que actualmente está en desarrollo: “Se trata de un panteón vertical, que también romperá paradigmas, ahora en relación con la sustentabilidad”.

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