Otro partido o facción en que estaba dividido el mundo judío en el primer siglo de la presente era, es la denominada de los saduceos, cuyo nombre probablemente fue tomado del primer gran sacerdote del templo de Salomón llamado Sadoc. Ellos fueron los principales oponentes de los fariseos, que como se recordará, exigían dedicación total a la ley oral y escrita, despreciando al que no lo hiciera.
Los saduceos a diferencia de los fariseos, preferían la acción nacional directa a las esperanzas mesiánicas y ultra terrenales. Por ello, el pueblo de clase media no los veía con malos ojos, pues no tenían tantas discusiones sobre las leyes y no se consideraban pertenecientes a clases muy ilustradas, sacerdotales o aristócratas.
A este partido político judío se le puede considerar -como hoy en día se les considera- a los llamados judíos conservadores, y fueron además, los sucesores de los judíos helenistas, los que habían sido educados en Atenas o Alejandría. Algunos otros provenían directamente de escuelas que los griegos habían fundado en Judea.
Muchos saduceos se dedicaron a tareas de gobierno, administración e impartición de justicia, reconociendo únicamente a la Tora como código legal, por lo que mantenían una legislación criminal severa. Como en la actualidad también sucede con muchos judíos conservadores; los del primer siglo de esa era detentaban los principales cargos comunitarios, obligados en consecuencia a estar en contacto con las autoridades paganas. Muchos de ellos se habían vuelto diplomáticos, preocupados ante todo, de conservar la existencia de la nación y mantenimiento de la autoridad, siendo más indiferentes y extraños a la vida religiosa de su pueblo.
Ellos sostenían que todo judío está obligado a dar cumplimiento solamente a las prescripciones contenidas en la Tora, pero no a las leyes orales y a las costumbres ulteriores del pueblo. Tampoco creían en el más allá, porque nada de ésto se menciona en la ley de Moisés y se atenían a la letra y no al espíritu de la ley escrita.
Por norma tenían el no agregar ni quitar nada a las leyes de la Tora, aún cuando la vida lo exigiese. Para ellos la religión judía no era una doctrina viva, sino la suma de unos principios dados que habría que conservar, mas no desarrollar.
Los Saduceos alegaban que: ¿quiénes somos para determinar las intenciones de Dios?… ante este argumento dejaban a un lado la religión para inmiscuirse en la normatividad del Estado; a éste si lo consideraban un ser vivo y mutante.
Debido a sus creencias y doctrinas, rechazaban de plano cualquier idea de otra
vida, la existencia de ángeles, espíritus o demonios; pero la oposición fundamental
entre Fariseos ySaduceos, sedaba también en la forma de llevar los ritos que se practicaban en el Templo. Por ello la clase sacerdotal y la literatura que emanó de ellos, los considera como herejes.
A la postre, por el año 70 e.c., los Saduceos desaparecieron del panorama histórico, considerándolos el mismo Flavio Josefo en sus escritos, no como una secta, sino más bien como un grupo filosófico que dominó durante un buen tiempo -con tendencias conservadoras- que se opuso a las innovaciones y reformas dadas por los Fariseos, estos últimos pudieron conservar a través del tiempo su fuerza.
El legado de los Saduceos revivió en algunas sectas de épocas posteriores (767 e.c.) siendo la principal la de los Caraítas, quienes rechazaban la tradición talmúdica mediante la interpretación directa e individual de la Biblia. Se puede considerar que ese legado se ha venido practicando, ya no como partido político, sino individualmente por muchos judíos de la época moderna, quienes han tenido una educación cosmopolita, amando una vida más libre, exenta de constantes prácticas y ritos religiosos y que además, conviven más con elementos de otras creencias, sin que ésto constituya para ellos una limitante social o algo riesgoso, siempre y cuando dichas relaciones se mantengan con el respeto debido a cualquier creencia religiosa.
De los tres partidos o sectas en que se dividía el judaísmo en el Siglo I de la e.c., sólo nos falta describir a los Esenios, cuyo nombre significa -entre otras interpretaciones-los castos, modestos, los piadosos o el que se lava o cura.
Este grupo lo conformaban judíos que se mantenían completamente apartados de los asuntos sociales y de gobierno; una fraternidad parecida a la que se lleva en los monasterios cristianos, con sus respectivos secretos hacia su verdadera doctrina.
En algunos pasajes talmúdicos y en las descripciones de ellos, que hicieron Filón y Flavio Josefo, se sabe que eran seguidores de las leyes de la santidad y la pureza establecidas en el Levítico. Plinio sitúa a este grupo en la región de En-Gadi a orillas del Mar Muerto.
Al igual que los dos grupos anteriores (Fariseos y Saduceos), los Esenios también poseían una organización con ritos especiales, practicando el culto de una manera particular, al igual que la ingestión de alimentos. Sus vidas estaban rodeadas de austeridad y sus pocos bienes pertenecían a todos por igual, cubriendo a sus doctrinas y creencias con un velo de profundo misterio.
Se estima que vivieron en Siria y Palestina alrededor de 4000 miembros -todos hombres- y que preferían las aldeas a las ciudades, para evitar contaminar su alma. Las principales actividades que realizaban para subsistir eran la carpintería, agricultura y ganadería menor, y sólo recurrían a la mujer cuando iban a procrear en ella.
Consideraban que el agua era dadora de vida, por lo que todos los días hacían abluciones en el río para conservarse puros, llevando como vestimenta una túnica blanca. A diferencia de los Samaritanos o Saduceos, este grupo no fue excluido o criticado de hereje por los Fariseos, por lo que muchos los frecuentaban con el deseo de que los curaran de diversas enfermedades y adivinaran su porvenir.
Los Esenios son considerados por varios historiadores como el fundamento del cristianismo primitivo, aunque por conveniencia política de este último movimiento religioso, se guarda de ellos un completo silencio en el Nuevo Testamento. Se dice que el mismo Juan Bautista parece haber pertenecido a esa secta.
No obstante su aislamiento y su desaparición por sus estrictas normas de proselitismo hacia seguidores, incluyendo el celibato, algunos Esenios intervinieron durante la guerra contra los romanos, haciendo causa común con los Celótes (66-70) y parte considerable de Judea estuvo bajo el mando del esenio Yojanán.
Como hemos visto en esta serie de colaboraciones, las divisiones entre el pueblo judío han sido la regla y no la excepción, incluso antes de la era común. La comparación histórica de este fenómeno del Siglo I con el XX, salvo el enunciado de distintos nombres y algunas pequeñas variantes, dan por resultado la afirmación de que los tiempos -al menos entre los judíos- se repiten en su ya larga historia; que lejos de buscar una homogeneidad en sus ritos, usos y costumbres, por el contrario (y no podemos asegurar que esto sea de lamentar), fomenta y critica sus diferencias en distintos grados de intolerancia.
Por estas peculiaridades se registran calificativos a través de los tiempos, como: Fariseos, Samaritanos, Esenios, Saduceos, Ortodoxos, Conservadores, Reformistas y algunos más que escapan a nuestra memoria. Lo cierto es que esa constante evolución -en ocasiones involución- del mismo tronco, ha generado directa o indirectamente, una de las mayores diversidades en creencias y cultos que existen en el mundo moderno occidental, con sus grandes tragedias y diferencias, que por lo menos las segundas, serán difíciles de extinguir, tal como la existencia del mismo pueblo que las genera.
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