Latinoamérica se encamina, de la mano de Putin-cuyo fracaso en Ucrania es más que obvio-, al área de influencia postcomunista y mafioso de Rusia, que sigue siendo un mal émulo de Occidente y un régimen opresivo aunque de modo velado. La visita del mandatario ruso a Cuba con el aire de, al mismo tiempo que insuflarle oxígeno a la desfalleciente dinastía de los Castro, asegurarse un área de apoyo ya conocido pero que casi se le escapa de las manos, revela dos cosas: que Obama es un presidente débil y que el fantasma de la vieja Rusia de la guerra fría está vivito y coleando . Entretanto, vociferante, Maduro clama por el destino de pueblo palestino y arremete contra Israel-Estados Unidos, a quienes considera responsables de todos los males del mundo. Esta gente está en la prehistoria, soñando un socialismo ineficaz mientras enriquecen a sus acólitos y Venezuela camina inexorablemente hacia la nada. Dentro de un década, o quizás antes, se verá-muerto Castro-, los años que América central y los países del cono sur perdieron en el pantano ideológico de la izquierda, arrastrados por líderes y guerrilleros a disputas sin fin y malicias sin término.
Maduro es, como Chávez, su mentor y pajarito simbólico, un ejemplo de la vulgaridad y torpeza que lleva a los latinoamericanos gradualmente a la ruina. No sólo no tiene ningún derecho a juzgar a Israel y sus fuerzas de defensa, sino que lo hace con un completo desconocimiento de la historia de la región. Vendido a la política de Irán, fraterno amigo de Hezbolá, es el paladín de las causas perdidas, el socio secreto de la expansión del integrismo islámico en la zona. Todo muy bolivarianamente correcto, todo con la boca llena de la espuma del resentimiento. Estoy seguro de que a Simón Bolívar no le hubiesen gustado nada sus así llamados seguidores, y menos a San Martín o cualquier otro héroe del siglo XIX. Los prohombres de las revoluciones americanas eran todos masones que poseían un mínimo de cultura universal y una gran tolerancia; soñaban con países libres y fraternos, en los que la iniciativa personal dictase la ruta a seguir. Hoy, cuando miramos lo que es Cuba con lupa y calibramos lo que sucede en Venezuela, constatamos hasta qué punto el reino de la mentira se ha entronizado, tanto que será difícil rehacer el camino hacia una auténtica democracia y el cultivo del trabajo decente.
Maduro para tirano pero verde para juez. Para él no existen los cohetes de Hamás ni los crímenes del dictador sirio, no hay ninguna maldad en los ayatolás y sus guardianes barbudos. Unicamente el chicle tiene la culpa, es el perverso tío Sam el que oficia de pegajoso diablo. El, Maduro, lo está haciendo tan bien que su pueblo está feliz y orgulloso de su gestión. No hay opositores en Caracas así como no hay homosexuales en Irán. Y ahora que Putin se dispone a darle su apoyo y a llenar sus cuarteles de armas, lo que era un absceso se enquistará. Crecerán la policía secreta y los miembros del gobierno bolivariano mientras Venezuela, semejante a un desarrapado personaje de Buñuel, rasca sus miserias e impotencias en los rincones. Maduro para la necedad, verde para la lucidez.