Más de Amorita

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Continúo explotando la veta que representan las cartas de Barbalila, en vista de que mi Musa se niega a inspirarme algo original. Por lo tanto copio:

“Como ya te conté en otra carta, mi patrona doña Greta está obsesionada con México. Ahora, a cambio de una descripción fantasiosa que, con la ayuda de un folleto turístico le hice del Árbol del Tule en Oaxaca, de las ruinas de Mitla y el altar de oro de Santo Domingo y algo más, recibí información sobre la vida familiar del tirano Tramafato y los manejos interiores del palacio “La Aurora”.

“Por ejemplo, todo Jodonia sabe que los hijos de Tramafato y Amorita vivían en el extranjero, y yo suponía que era para salvaguardar sus vidas. Pero lo que no sabía es que se habían exiliado porque la vida en La Aurora, sin ser el Infierno, en algo se le parecía.


“Cuando Amorita descubre las infidelidades de su marido, sus hijos varones, Amadis y Orlando, estaban en plena adolescencia y no hay jueces más duros que los chicos de esa edad. Y si a ello agregamos la insidia de la madre predisponiéndolos contra el padre y que éste, además de dominante es injusto, tramposo y mentiroso con sus hijos, hasta en los juegos más inocentes, podrás imaginar la dimensión del odio filial hacia su progenitor. En cuanto a Irene, la hija mayor, siempre amó al padre y culpó a la madre de los traspiés dados por él. El resultado de ello: la hija soltera en Nueva York, dirigiendo una empresa de moda, o algo por el estilo, y los hijos viviendo en un yate en Montecarlo, después de haber fracasado en sus matrimonios, pues la madre, acostumbrada a dirigir todo, también lo quiso hacer con sus vidas, con sus nueras y nietos y, cuando la primera nuera se negó a seguir fielmente sus lineamientos, Amorita decidió que ella No… era lo conveniente para su hijo, e hizo todo lo posible por hundir su matrimonio, hasta que lo logró. Y, cuando la segunda nuera se rebeló, no tardó en torpedearla hasta lograr la separación. El resultado de todo ello fue que Amorita, representando el papel de víctima, traicionada por el marido y después ignorada y ofendida por nueras y consuegras quedó, como el gigante egoísta del cuento dueña absoluta del castillo, pero sola, (que es lo que estuvo deseando siempre, quizás).

“Me cuenta mi patrona que Tramafato visitaba a Amorita. Departían como camaradas solos en la biblioteca o en un saloncillo, allí discutían todos los “asuntos de estado” en la intimidad, comían allí o en la terraza, si el clima lo permitía y muy raramente compartían la alcoba. Él, por lo general dormía en el pabellón de visitas o pernoctaba en el Palacio de Gobierno y, si se trasladaba por “razones políticas” a otro poblado dormía allá.

“Cuando Amorita se quedaba sola, ordenaba le sirvieran de comer en el gran salón comedor, en la mesa con treinta y una sillas vacías, ella ocupaba la cabecera y ordenaba le sirvieran a todo lujo, con aperitivos, vinos y cremas. Los Efebos, Apolo, Adonis y Antinoco, hacían guardia y le servían. Al sentarse decía en voz alta: “Hoy Amorita come en casa de Amorita”. Doña Greta nunca entendió porque lo hacía. Para mi está claro que copió la frase de Lúculo, el contemporáneo de Julio César. Así se manifiesta la megalomanía, hombres y mujeres adoptan poses atribuidas a personajes históricos, imaginando igualar su grandeza, aún en situaciones trágicas o adversas. No se hable ya de imitarlos en momentos apoteóticos. Me puedo imaginar fácilmente a Tramafato, paseando en su despacho con la mano extendida bajo la pechera como Napoleón.

“Por lo que me cuenta la señora Granaya, mi patrona, y por las fotos y recortes de periódicos que me mostró y por algunas filmaciones que he visto, deduzco que uno de los momentos en que Amorita pudo teatralizar y mostrarse al pueblo de Nadajala, con la imagen de “Compañera del Benemérito de la Patria”… “mujer abnegada, sensible y fuerte a la vez”, fue durante las exequias del “Prócer máximo e imperturbable defensor de Jodonia, con el que, con las armas de la justicia, Ella luchó hombro con hombro toda su vida, en la palestra y en la trinchera”… “con nuestro Adalid Incorruptible, por la soberanía Nacional y el bienestar del pueblo”. Como declaraban los periódicos de aquellos días, invitando al pueblo a “Acompañar amorosamente en este trance, a quien veló por él hasta que exhaló el último aliento”. Aunque en realidad murió solitario en el pabellón de visitantes, donde solía dormir, encerrado por dentro, bajo siete llaves, que costó gran trabajo forzar. “Dolida pero imperturbable, dando muestra de gran fortaleza, Amorita, permaneció toda la noche al lado del majestuoso catafalco, elevado en honor del Presidente Vitalicio en el estadio que lleva su glorioso nombre ¡Tramafato! visitado veinticuatro horas por el pueblo. Al día siguiente, con el rostro velado, digna y erguida, siguió el armón del ejército que transportaba el ataúd cubierto con el lábaro patrio y tirado por cuatro caballos, negros, lustrosos y empenachados. Ella de luto, velada, sola en el asiento posterior de un Cadillac negro y descapotado. Imponente y serena, ante la mirada fervorosa de miles de ciudadanos llorosos, que no se resignaban a aceptar que su protector hubiese pasado a ocupar un lugar entre los inmortales”. Así la describió el periódico “Emancipación”, (propiedad de su familia).

“Sepultado un martes, se decretaron tres días de luto nacional, cerrándose bares y cantinas y el “Jardín Festivo Popular Paseo. Subuteo”, promovido por Tramafato para hermanar a las dos familias rivales, que por tanto tiempo compitieron y se desgastaron, buscando ganarse el gusto popular para sus productos: Ron Paseo versus Cerveza Subuteo. El sábado siguiente, cuando el Jardín Festivo reabrió sus puertas, la afluencia del público rebasó todos los límites imaginables. El dolido pueblo de Nadajala acudió en masa a olvidar la pena causada por la pérdida del Prócer Máximo. Las colas para entrar a los juegos mecánicos eran interminables. Lo mismo que las que se hicieron para comprar licor o cerveza, en las docenas de kioskos distribuidos por el parque de diversiones, donde los jodonios esperaban alcanzar la dulce embriaguez, que borra el dolor de perder al padre protector. Ese fin de semana se agotaron todas las reservas sólidas y líquidas, de las bodegas del Jardín Festivo Popular y tuvieron que resurtirse dos veces de alimentos, bebidas y demás insumos (vasos y platos desechables, servilletas, popotes, etcétera).

“Las familias Paseo y Subuteo, enteradas de la inesperada avalancha de consumo, elevaban preces a la gloria de Tramafato que, en buena hora y anexo al estado que lleva su glorioso nombre, ideó y promovió para solaz del pueblo el Jardín Festivo que tan fabulosas ganancias les estaba dejando.

“Los que no entendían la razón de tanto revuelo, tanta ceremonia y tanta pompa, fueron los hijos del Tirano. Irene, llorosa, no dejó de echar, de reojo, miradas de reproche a su madre. Amadis y Orlando mareados por tanto ajetreo, cabizbajos se cubrían el rostro, como deseando evadirse y dormitar. En el trayecto al Cementerio Nacional, siguiendo al armón y al Cadillac, iban ellos en un auto negro cerrado y con el aire acondicionado puesto, tratando de dormir. En el cementerio, cercado por una valla militar que impedía el acceso al vehemente pueblo, los recibieron los acordes de la Marcha Fúnebre de Chopin, entonados por la banda del ejército y el ataúd fue acompañado por el monótono y sordo batir de tambores, a un ritmo lento y lúgubre. Tras la caja cubierta por el paño negro, siguieron a pie rumbo a la gran cripta familiar, Amorita, seguida por sus hijos y una masa de funcionarios, militares y diplomáticos. El presidente Jurabito dijo unas pocas palabras sobre los méritos del difunto, porque ya todo había sido dicho y, con la bendición del Obispo de Nadajala, Monseñor Trifanini, se procedió a meter la caja en una gaveta, con prisa porque ya todos estaban muy cansados.

“De regreso a La Aurora, pensativos y en silencio, cada uno se fue a su cuarto sin despedirse.

“Doña Greta recuerda que muchas veces, cuando la estaba manicurando, Amorita le asía las manos con fuerza y temblorosa le decía: “Mi marido me quiere matar” y ella la calmaba diciéndole que Tramafato, aunque fuera un tarambana la quería y respetaba y nunca haría eso, Esos ataques de pánico desaparecían en su vigilia, pero se volvieron recurrentes en sus pesadillas.

“El Fantasma de Tramafato sigue rondando en Nadajala”.

Hasta aquí la carta de Barbalila.

Acerca de Jacobo Königsberg

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