Masada, nunca más

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Aunque a lo largo de la historia del Homo Sapiens ciertas emociones intensas han actuado como motor del cambio, los filósofos, historiadores, sociólogos y economistas. en general, han minusvalorado el papel de las emociones en los procesos de cambio social. No es el caso de Penny Spikyns , del Departamento de Arqueología de los Orígenes Humanos, de la Universidad de York,  que planteó en 2015, en su trabajo THE GEOGRAPHY OF TRUST AND BETRYAL, en la revista Open Quaternary,  la hipótesis, de que la rápida conquista del espacio terrestre por Homo Sapiens, se debió, precisamente a la aparición de las emociones sociales, especialmente las empleadas para castigar.

Spikyns plantea que la diáspora humana, tras salir de Africa hace 100.000 años, llevó a nuestra especie a expandirse a través de desiertos, montañas, ríos, deltas y estrechos con una rapidez inusitada, hasta alcanzar los límites del globo terráqueo, sin aparente razón ecológica para ello. Esta migración del Homo Sapiens contrasta vivamente con las de oleadas previas que salieron de África, ya que todas ellas ocuparon un nicho ecológico definido, como el Homo Erectus y Homo Egaster, que se establecieron en sabanas similares a las de origen en África, o como el Homo Heidelbergensis que emigró en un periodo climático especialmente suave. Por su parte los Neandertales, aunque llegaron a colonizar zonas tan frías como los montes Altái, lo hicieron muy lentamente a través de adaptaciones graduales en climas menos extremos.

Algo ocurrió entre la aparición de la caza en grupo de animales enormes, hace 450.000 años, y la salida de África hace 100.000 años, que fue el desarrollo de nuestro bagaje socio emocional actual, que desencadenó la aparición de las emociones sociales “positivas” como la confianza y las emociones sociales “de castigo” como la ira altruista, el despecho, la venganza, el odio y el deseo de castigar. Esta aleación de emociones nos permitió incrementar la sofisticación de nuestra colaboración grupal hasta llevarnos a una interdependencia obligatoria, de la que disfrutamos desde entonces. 


¿Pero, cuál fue la razón última de la desenfrenada carrera del Homo Sapiens para ocupar toda la tierra libre del planeta? No lo fue el espíritu aventurero de nuestros antepasados, ni las emociones sociales positivas, sino, bien al contrario, las recién estrenadas emociones de castigo; la ira altruista, el despecho, la venganza, el odio y el deseo de castigar. La perdida de la confianza en el seno de las tropillas de cazadores recolectores, hace la convivencia imposible, y la única alternativa, no violenta, es la huida y colonización de nuevos espacios vacíos. Y como en todos los divorcios, los nuevos colonizadores, tratan de poner barreras geográficas solidas con su tribu de origen, como ríos, deltas o desiertos.

Desde aquella salida de África, y desde hace 12.000 años, que nos hicimos agricultores y sedentarios, la diáspora más extensa ocurrida jamás ha sido la de los judíos, y , a diferencia de nuestros ancestros del Pleistoceno, las migraciones del pueblo del Libro, están bien documentadas. Siguiendo una intuición ya planteada por Max Weber, Maristella Botticini y Zvi Eckstein plantean en su libro, THE CHOSEN FEW, que la diáspora judía, se debió a una serie de decisiones oportunistas sobre la educación obligatoria de todos los varones judíos, tomadas en el escenario de una lucha por el poder dentro de los fariseos, tras la destrucción del templo de Jerusalén por los romanos. La implementación de esta educación obligatoria, fue un coste que las familias agricultoras no pudieron soportar,  y esto provocó  masivos abandonos del judaísmo,  y al mismo tiempo la búsqueda de medios de vida distintos y compatibles con las costosas nuevas reglas de la fe judía. Estas nuevas profesiones, distintas de la agricultura, solo se encontraban, ayer como hoy,  en las grandes urbes, y por eso los judíos, de modo voluntario,  se embarcaron en la mayor diáspora del Holoceno, con destino las ciudades del mundo.

La EMOCIONES SOCIALES, que aparecieron en el Pleistoceno han permitido que las diferentes Culturas del Holoceno sean para los individuos como un MOLDE, que trata de perpetuarse y,  qué se impone coercitivamente a las personalidades individuales , a las que proporciona unos modos de pensar, unas ideas, unos canales de expresión de los sentimientos, y hasta unos medios de satisfacer sus necesidades fisiológicas. Y esto es así, porque todavía conservamos el mismo cerebro de cazadores recolectores de la Edad de Piedra, gracias al cual sobrevivimos a nuestros enemigos y llegamos hasta aquí. Por eso Esdras, Simeon ben Shetah, Johanan ben Zakkai y Joshua ben Gamla, lo tuvieron relativamente fácil para imponer la pesada carga de la alfabetización obligatoria a su pueblo, según la explicación de SOCIÓLOGOS SIN FRONTERAS. 

Una serie de decisiones cortoplacistas, y probablemente oportunistas, tomadas en un rango de 200 años por los sabios judíos después de la destrucción del Segundo Templo, propiciaron la mayor diáspora documentada del Holoceno, qué, no solo era consciente de su identidad colectiva, sino que estaba dotada de los medios sociales que le permitían renovar constantemente dicha identidad. A esta diáspora y a su exasperante negativa a ser como todo el mundo, le deben las ciencias y las artes hitos tan numerosos como estrellas hay en el cielo.

Pero ni Esdras, ni Simeón ben Shetah, ni Johanan ben Zakkai, o Joshua ben Gamla, pudieron valorar los costes, que sus requisitos formativos para ser judío, iban a tener en el futuro, para   la vida de los exiliados diaspóricos, en las ciudades del mundo, mientras dedicaban sus vidas profesionales, a ocupaciones compatibles con el judaísmo. La historia, bien documentada, de la diáspora judía, es la historia de la humanidad, que no podemos olvidar, como; las matanzas de Alejandría en los años 38 y 66 , el pogromo de Antioquia en el 608,  la matanza de judíos en Jerusalén por el emperador Heraclio en el año 629, la masacre de los judíos de Fez en 1033, el exterminio de la comunidad judía de Granada en 1066, las masacres de las comunidades judías de las ciudades de Renania en 1096, la matanza de los Cruzados en Jerusalén en 1099, las masacres de judíos en Fez y Marraquech por los Almohades en 1146, la matanza de los judíos de York en 1190, los disturbios antijudíos y matanzas generalizadas en la Corona de Aragón y en Castilla en 1391, el asesinato en Blois,  Francia, de  31 judíos  que son quemados vivos por un libelo de sangre en el año 1171, la masacre de Erfhur, donde 3.000 judíos son masacrados en 1349, en Mainz 6.000 judíos son quemados el 24 de agosto de 1349, Isabel y Fernando expulsan a los judíos de España en 1492, Manuel I de Portugal decreta la conversión forzosa de los judíos, o la expulsión sin sus hijos en 1497, la Republica de Venecia establece el primer Ghetto para los judíos en 1516, y así llegamos al año 1543, en el cual  Lutero escribió el panfleto ACERCA DE LOS JUDÍOS Y SUS MENTIRAS, que fue el inicio del antisemitismo moderno, y el primer paso hacia el Holocausto.

Como atestiguan BIOLOGOS SIN FRONTERAS, nuestro cerebro actual todavía cree que estamos en la sabana, como nuestros ancestros cazadores-recolectores, porque allí pasamos el 90% de nuestra historia evolutiva. Lógicamente, también nuestro bagaje socioemocional es el mismo que teníamos en la Edad de Piedra, y esto es así tanto para la gente común, como para Richard Wagner, Konrad Lorenz, Philipp Lenard, Johannes Stark, Friedrich Meinecke, o para el cardenal Michael Faulhaber de Munich, o para la mayoría de los mandos nazis que eran titulados universitarios. De vuelta a casa en 1948, los judíos en Israel, han estado rodeados de vecinos cuyos cerebros todavía creían que estaban en la sabana africana, como los de Ali Hassan Salameh, Samir Kuntar, Yahya Sinwar, Hasan Narsalla o Ali Jamenei. Cerebros con un bagaje socioemocional, que en la hipótesis de obtener poder institucional suficiente, no se apartarían mucho de los proyectos de Hitler, probablemente, con un apoyo similar de sus poblaciones, del que disfruto del líder nazi. Así que, esperamos de la Start-up Nation que, con visión estratégica de futuro,sitúe a DIMONA, en un potencial inalcanzable de destrucción, por los masacrados a lo largo de la mayor diáspora del Holoceno, por los que sufrieron las Marchas de la Muerte, bendita sea su memoria.

 

Acerca de Fernando Álvarez-Baron

Nacido en Salamanca, España el 11/09/1959. Sociólogo por la Universidad Complutense de Madrid. Estudioso de la microsociología y del impacto la neurociencia en la teoría de interaccionismo social. Actualmente realizando una tesis sobre minorías creativas en el mundo. Ex funcionario del Estado Español en Auditoria Publica. Ex director comercial de Bankia Fondos de Inversión. Articulista en prensa escrita española.

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